Por María Cecilia Bravo

Historiadora

El retorno del estado de derecho en Argentina cerró el ciclo de dictadura militar (1976-1983) caracterizado por las violaciones a los derechos humanos, la liberalización de la economía, la deuda externa, la debilidad institucional y el rol desestabilizador de las Fuerzas Armadas en el sistema institucional, problemáticas que signaron el devenir de los años posteriores.

Raúl Alfonsín propuso una visión social de la democracia cuando proclamaba “con la democracia se come, se educa, se cura”. Jaqueado por la agitación militar, la deuda externa y la hiperinflación de 1989 (cercana al 2.000 %), su gobierno naufragó cuando los saqueos (se calcula que fueron 282) se desataron a lo largo del país y finalizó con el adelanto de la sucesión de Carlos Menem, quien había ganado las elecciones. Se trató de un traspaso institucional que sucedió por primera vez en 60 años, éxito democrático opacado por la crisis económica y la visibilidad de los pobres, resultado que ya no era contingente, sino estructural.

1995. Menem se convierte en el primer Presidente de la Nación que obtiene la reelección en el cargo. Comienzan los mandatos de cuatro años.

El discurso electoral de Menem retomó los sentidos de la democracia social al hablar de “revolución productiva” y “salariazo”, pero una vez en el gobierno viró hacia la reforma del Estado que incluyó una fuerte devaluación, privatizaciones, pago a los acreedores y la convertibilidad (1 peso igual a 1 dólar). La bonanza de los primeros años se financió con la venta de activos (gas, teléfono, Aerolíneas, petróleo, agua, etc), dejando como saldo el desguace del sector público, el crecimiento de la economía informal, el desmantelamiento de los derechos laborales, la multiplicación de la desigualdad. Se afirmó entonces una noción de la democracia escindida de sus raíces sociales, que evocaban un sentido de solidaridad y comunidad nacional.

1994. Menem suspende por decreto el Servicio Militar Obligatorio tras el escándalo del homicidio del soldado Omar Octavio Carrasco (foto) en Zapala (Neuquén).

La democracia neoliberal implosionó en 2001 con la renuncia de Fernando de la Rúa y la consigna “Que se vayan todos”. De esa rebelión popular nacieron dos expresiones políticas. El kirchnerismo (2003-2015) que renegoció la deuda, restauró las jubilaciones, implementó las paritarias, impulsó juicios a los militares violadores de los derechos humanos. Postuló una noción de democracia social que tenía en el Estado a su principal artífice. De la turbulencia del 2001 surgió Propuesta Republicana (PRO), formalizado como partido por Mauricio Macri en 2005. Accedió al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en 2007 y a la presidencia del país en 2015 con el lema “Pobreza Cero”.

1995. Estalla la fábrica militar de Río Tercero (Córdoba).

Acosado por el crecimiento de los índices de pobreza, inflación y endeudamiento externo le sucedió Alberto Fernández (2019-2023), candidato del Frente de Todos (coalición peronista) que prometió “empezar por los últimos”, una meta incumplida por el desbocamiento de la inflación y la pobreza.

En el reciente balotaje fracasó la visión de la democracia social con Estado presente. Javier Milei será el primer mandatario liberal libertario que propone una relación sin mediaciones de la sociedad con el mercado, con la presencia de un Estado mínimo, promete un ajuste de “lo público” para vivir mejor. De la mano de las derechas mundiales, la democracia libertaria adopta otro significado que apunta a la atomización de lo social sobre la base de ideas liberales conservadoras.

1997. El fotógrafo de Editorial “Perfil”, José Luis Cabezas, es asesinado en las cercanías de Pinamar. El 20 de mayo de 1998 se suicida Alfredo Yabrán, el empresario ligado al homicidio de Cabezas.