Entre las Naranjas que este fin de semana representarán a Tucumán en el Seven de la República, el torneo de seleccionados más importante del país, hay una que hasta principios de este año ni siquiera jugaba al rugby. Es el caso de Aylen Grima, a quien le tomó apenas ocho meses pasar de completa aprendiz en Corsarios a jugadora de selección, digna de vestir la emblemática camiseta naranja. Lo que se dice, un ascenso meteórico.

Cabe aclarar, eso sí, que cuando metió su primer tackle no era ninguna iniciada en el deporte, algo que ya se advertía a primera vista por su físico. Sucede que, antes de convertirse en rugbier, Aylen jugó muchos años al básquet. “En realidad, comencé jugando al hockey de chiquita, y después empecé también con el básquet. Por un tiempo hice las dos disciplinas en Lomas Basket, un club muy de barrio, pero después me dieron a elegir uno porque era muy chica y era mucho desgaste. El hockey nunca me terminó de gustar, así que elegí el básquet. Después estuve unos seis años en Atlético, donde me enseñaron y me apoyaron un montón. Y de ahí pasé a Experimental, donde fui compañera de Antonella Slame, que también es jugadora de rugby”, resume Aylen su cronología deportiva.

Casualmente, mientras era jugadora de Experimental comenzó a sentir ganas de experimentar otra cosa. Y tras un viaje a Chile con la selección tucumana 3x3 para participar del Torneo Atacalar (donde ganó la medalla de oro), decidió que era momento de dar el paso.

GLORIA. Su último torneo en básquet fue en Atacama (Chile), donde se fue con la medalla de oro. Instagram Aylen Grima.

“De un momento a otro, me sentí saturada del básquet. Así que le dije a mamá que no quería jugar más, que quería probar otra cosa. Y así me pasé al rugby”, cuenta Aylen, de 19 años.

“Yo no lo podía creer cuando me dijo eso”, admite Noemí Ledesma, la madre de Aylen. “Me encantaba que jugara al básquet. Pero ella ya había venido a probar un entrenamiento en Corsarios antes de la pandemia”, recuerda.

La elección del rugby no fue azarosa. Su hermano menor es jugado de Los Tarcos, y su papá también había despuntado el vicio de la ovalada un tiempo. “Me encantaba ir a ver jugar a mi hermano y por eso me gustaba el deporte. En realidad, siempre me encantaron los deportes de contacto. Y por eso desde el primer día en que vine a Corsarios sentí que era lo que quería hacer. Me encantó el contacto y la adrenalina de jugar tan poco a tanta intensidad como es un seven. Sentía que podía descargarme más, algo que en el básquet no me pasaba tanto. En el rugby podés correr, volverte loca, meter tackles. Me enamoré del deporte. Hoy no sé si volvería a jugar básquet, pese a que es un deporte que me encanta. Me dedicaría 100% al rugby”, asegura Aylen.

“Me encantó la confianza que me brindaron. Encontré personas muy humildes de corazón, que te brindan lo que tienen y lo que no tienen van a buscar la forma de dártelo. Acá todos nos ayudamos y nos apoyamos. Eso es Corsarios”, destaca.

Destrezas naturales

“El entrenador me dice que había venido una chica nueva. Y desde el primer entrenamiento la vi cómo jugaba la pelota desde el piso, tenía destrezas naturales. Uno se da cuenta cuando una jugadora es buena”, cuenta Gladys Agüero, dirigente del club Corsarios, quien al poco tiempo le vaticinó a Noemí que su hija llegaría al seleccionado este mismo año.

PIEL NARANJA. Aylen Grima fue una de las jugadoras destacadas de Corsarios a lo largo de la temporada, al punto de ganarse un lugar en el seleccionado en pocos meses. Foto: Antonio Ferroni (La Gaceta)

“Yo no lo creía posible, era demasiado pronto”, confiesa Noemí. Pero Aylen llegó. Ya a lo largo del año se había venido destacando en los torneos locales. Sin embargo, se perdió la parte final del Clausura (en el que Corsarios fue campeón) porque se había ido de vacaciones a Buenos Aires durante un mes. “Tuve que ir porque hacía mucho que no veía a mi familia de allá. Pero si hay algo que odio es faltar a entrenamiento. Te dejo cualquier cosa, pero no el entrenamiento. Así que el día que llegué a Buenos Aires me anoté en un gimnasio. Y le dije a Gladys que me volvía antes con tal de jugar la final. Que entendía si no se podía porque no había estado yendo a las prácticas con el equipo, pero sí me había estado entrenando allá. Yo siempre pienso: un día que no voy, es un día perdido”, resume Aylen su filosofía.

Ansiedad

Tras el amistoso contra un combinado de Aguará Guazú y Catamarca RC en el Seven de Aguilares, los entrenadores Fernando Lagarrigue y Nicolás Casado les comunicaron a las chicas quiénes irían a Paraná. “En realidad, fueron nombrando a las que no quedaban en la lista. Cada vez que nombraban a una, pensaba que la próxima sería yo. Pero no me nombraron. Sufrí hasta el último momento. De hecho, fueron tanto nervios y estrés en los días previos que terminé en un sanatorio con náuseas”, grafica Aylen lo mucho que le importaba estar entre las Naranjas que jugarán el Seven de la República.

A pocas horas del debut, confiesa que todavía no le ha caído la ficha: “aún no lo creo del todo. Me sorprende y hasta en cierto punto me genera algo de miedo que me llegue una oportunidad así tan pronto. Es un compromiso enorme. En el club tuvimos un año espectacular, pero siempre decimos que lo difícil es mantenerse. Y para eso hace falta mucho sacrificio”.