Sudáfrica sigue siendo el rey del rugby mundial. Los Springboks retuvieron el título obtenido hace cuatro años en Japón ganándole una final ajustadísima a Nueva Zelanda, que mantuvo el suspenso hasta la última jugada y que terminó definiéndose por apenas un punto (12-11). Un partidazo digno de dos gigantes del rugby, escaso en puntaje pero rebosante en intensidad y contacto puro entre dos de las mejores defensas del torneo.

Tomando nota de lo ocurrido en la semifinal ante Inglaterra -en la que Sudáfrica estuvo a minutos de quedar eliminado- el entrenador Jacques Nienaber decidió no correr riesgos y apostar de entrada a la experiencia de Faf de Klerk y Handré Pollard (pareja de medios en la final de Japón 2019 ante La Rosa), en lugar de Cobus Reinach y Mannie Libbok. El resto, todo igual. O sea, toda la carne al asador, ya que se repetían 10 nombres de aquella final en Yokohama.

Entre dos fuerzas tan parejas, cualquier error podía ser la llave para el rival. Sudáfrica entró metiendo muchísima presión e indujo a la defensa neozelandesa a cometer penales que resultarían determinantes. En total, los All Blacks jugaron 63 de los 80 minutos con 14 hombres, primero por la amarilla a Shannon Frizell y luego por la roja a Sam Cane cuando aún no se llegaba a la media hora de juego. El capitán neozelandés se convirtió así en el primer expulsado en una final de Mundial.

Producto de esa indisciplina de los “hombres de negro” en la primera parte fueron los cuatro penales convertidos por Pollard, con los que Sudáfrica se fue al descanso ganando 12 a 6.

Curiosamente, los Boks ganarían el partido sin haber anotado un solo punto en el complemento. Simplemente, defenderían con uñas y dientes esos 12 que habían logrado en la primera etapa, a pesar de contar con un jugador más. Al menos, hasta las amonestaciones del capitán Siya Kolisi y luego de Cheslin Kolbe, quien ya no volvería a entrar.

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De todos modos, para entonces los All Blacks ya habían logrado ponerse a un tanto de distancia. El árbitro Wayne Barnes había anulado un try de Aaron Smith por un knock on previo de Rieko Ioane, pero Nueva Zelanda tendría revancha pocos minutos después, con el try de Beauden Barrett. Sin embargo, Mo’unga falló la conversión que hubiera puesto a los oceánicos por primera vez al frente en el marcador.

Y aunque los All Blacks lo intentaron por todos lados, no hubo manera de quebrar a la granítica defensa sudafricana, en la que se destacó Pieter-Steph du Toit, autor de ¡28 tackles! Tuvieron una oportunidad más con un penal de larga distancia de Jordie Barrett, pero el disparo se fue ancho. Lo llamativo es que, estando sólo un punto por debajo, nunca hubo siquiera un intento de drop.

Así, Sudáfrica se convirtió en el primer tetracampeón del mundo. Algo que cobra aún más significado si se tiene en cuenta que fue excluido de las dos primeras ediciones de la Copa del Mundo ( 1987 y 1991) como sanción a su política de apartheid. En síntesis, los Springboks ganaron la mitad de los Mundiales que jugaron, el primero de ellos en su primera participación, la de 1995, también ganándole la final a los All Blacks (15-12). Y para más coincidencias, festejaron su cuarto título en el mismo lugar donde habían logrado el segundo: Francia. Chapeau, Springboks.