En el Mundial de las Tasas de Política Monetaria, la Argentina bien puede resultar campeona tomando en cuenta un torneo de las 40 economías más grandes del mundo. Sin embargo, ese título se deprecia si se toma en cuenta que los ahorristas no pueden gozar de ese beneficio porque la inflación vuela y, por ende, se come rápidamente no sólo los intereses que se generan, sino hasta el capital. 

De acuerdo con el ranking que periódicamente publica el Boletim Focus del Banco Central de Brasil, la Argentina aparece al tope de la tabla con una tasa nominal del 118%, muy por encima de la de Turquía con 25%, Hungría (14%), Colombia (13,25%) y Rusia (13%). Sin embargo, hay un “pequeño” detalle que marca una insólita diferencia: nuestro país ostenta la tasa más baja en términos reales, es decir, tomando como referencia el Índice de Precios al Consumidor (IPC) que, en la actualidad, llega al 124,4% interanual hasta agosto.

Desde comienzos del año la tasa de interés subió 43 puntos porcentuales. En efecto, al comenzar el año la tasa de referencia de política monetaria y que es la que se ofrece para las colocaciones en plazo fijo, subió del 75% al 118%, recuerda el economista Eduardo Robinson. 

Es la tasa de interés nominal. Sin embargo, la inflación acumulada es del 80%. Con estas tasas, el rendimiento de un plazo fijo a 30 días arroja un rendimiento del 9,7%. Comparado con la última tasa de inflación del 12,4% el rendimiento es negativo, es decir está por debajo de la tasa de inflación, puntualiza el consultor en diálogo con LA GACETA. 

“Es decir, colocando $ 100.000 a 30 días se obtendrán $ 9.697 en un mes, esa suma no logra compensar la pérdida de valor adquisitivo de la moneda. La tasa nominal anual del 118% implica una tasa efectiva anual del 208%, que se aproxima a la tasa de inflación proyectada para el año en curso”, explican.

Por ello, acota Robinson, si bien la tasa es exorbitantemente alta, de las más altas del mundo tiene un bajo rendimiento. Esto obedece a la elevada tasa de inflación que soporta la economía argentina y que ha dañada severamente el sistema de precios relativos, entre otros la tasa de interés. Esta es una de las razones por las cuales, ante el anuncio de la tasa de inflación de agosto pasado, se espera que el Banco Central ajustara a la suba la tasa de política monetaria o el rendimiento de los plazos fijos para evitar un proceso de dolarización de ahorros al tornarse menos atractivo esa modalidad de depósitos.

“El problema central es que la economía argentina perdió su moneda. Con las actuales tasas de inflación, el peso argentino, es una moneda que está limitada prácticamente a una sola función que es la de ser medio de cambio. Con la agresiva inflación que tiene la economía, las funciones de ser unidad de cuenta, esto, servir para referenciar los precios y la de ser depósito de valor, se ha diluido”, remarca el economista. 

ARCHIVO LA GACETA

En consecuencia, no se puede ahorrar en pesos si la compensación no es acorde con el ritmo al que suben los precios, o lo que es lo mismo, al ritmo al que el peso pierde valor frente a los bienes y servicios. “Esta es la paradoja de tener tasas de interés muy altas, pero can muy bajo rendimiento. La inflación, que es el reflejo de los desequilibrios que tiene la macroeconomía, es lo que impide la calidad de ahorro, la falta de instrumentos adecuados para canalizar los excedentes financieros y daña el proceso de intermediación financiera”, especifica. 

La mala calidad de ahorro, porque en realidad con estas tasas de inflación, lo que procura el pequeño y mediano ahorrista es preservar el poder de compra. No busca rentabilidad, busca perder lo menos posible. Por ello, el término más adecuados es atesorar, no ahorrar. Y en este contexto el sistema bancario que debería impulsar el crédito al sector productivo termina prestándole al Banco Central Leliq (Letras de Liquidez) al 118% prácticamente sin riesgo.

Según Robinson, esto produce lo que se denomina efecto expulsión, porque desplaza la inversión que es la variable que motoriza el crecimiento de la economía. Por ello, el desequilibrio fiscal, que el gobierno por esta semana está ensañado en profundizar, rebajando impuestos, sin disminuir el gasto, se terminará pagando, no sólo con más inflación sino con menos inversión, con menor capacidad de producción de la economía, con más pobreza, considera.

En el mismo sentido se expresa Lautaro Moschet, economista de la Fundación Libertad y Progreso. Por la alta inflación, la Argentina tiene la tasa de interés más alta del mundo, pero es la que menos rinde y da pérdida. “Si un ahorrista decide colocar un plazo fijo, recibe una tasa de interés mensual de 9,8%. Dado que la inflación se encuentra por encima de ese valor, lo que termina ocurriendo es que el poder adquisitivo termina disminuyendo. En otras palabras, la tasa real de interés es negativa”, señala.

En definitiva, la tasa nominal presente en nuestro país es de las más altas del mundo, pero en términos reales, es negativa. En cambio, países como Brasil posee una tasa de interés nominal anual (TNA) de 12,25%, mientras que la inflación anual es de 4,61%, compara. “Esto quiere decir, que por más que la tasa nominal sea mucho más baja que la nuestra, los depositantes logran obtener mayor poder adquisitivo, debido a que supera a la inflación”, finaliza.