Carlos Fara

Analista político


Primer acto: Mauricio Macri alaba a Javier Milei y se sospecha que hace doble juego con él.

Segundo acto: Patricia Bullrich sospecha del doble juego y Macri se ve obligado a decir que la apoya.

Tercer acto: Milei apoya la rebaja en ganancias y se sospecha que tiene una alianza con Sergio Massa.

Cuarto acto: Macri dice que hay un pacto de Milei con Massa.

¿Cómo se llama la obra? “Milei saca ventaja (¿o es ventajita?)”.

Quedan cuatro semanas para la elección, pero no son cuatro en realidad, porque si en las próximas dos se siguen confirmando las presunciones (no encuestas) que se registran hasta aquí, en las últimas dos, alguno de los tres principales actores va a transitar la recta final con mucha soledad: el o la que quede fuera de balotaje. Con las campañas ya en la calle –y un debate vehemente entre los vicepresidenciables que solo le hizo un favor al león- las estrategias centrales están sobre la mesa.

El ministro de economía y candidato tiene muy poco juego por delante con una inflación disparada. Sin embargo, al ser uno de los personajes más astutos de la política argentina, las pocas cartas que tiene en la mano las exprime al máximo. El título de la semana fue la oportuna rebaja del impuesto a las Ganancias, la cual tiene varios méritos políticos (aunque no quedan claros los económicos). Primero, marca agenda, ya que ha puesto a todo el espectro a hablar sobre eso. Segundo, es un hecho concreto de rápida materialización (recurso que hasta el propio Emir de Cumelén había esgrimido post PASO 2019). Tercero, lo obliga al libertario a tener que apoyarlo. Y cuarto, le metió un debate interno a Juntos por el Conflicto que desnudó muchas incongruencias (hasta último momento no quedó claro si el interbloque debía abstenerse o votar en contra, entre otras cosas).

Sergio Tomás Copperfield pretende convertirse en un Santa Claus tardío (o temprano, depende cómo se lo vea), para ganar agenda y coartada: nadie le podrá decir que no está haciendo nada frente al desgaste acelerado de los salarios. La mayoría social lo califica de manotazo de ahogado electoral, pero a él eso lo tiene sin cuidado, porque lo único que necesita el 22 de octubre es tener un voto más que Patricia Reina (seguro muchos recordarán el chiste del americano y el japonés sobre el león hambriento que los perseguía; mientras el occidental se burlaba del oriental que se cambiaba las zapatillas, éste le dice “solo tengo que correr más rápido que vos”).

En otro plano, está evitando atacar personalmente al libertario mostrando que, si lo dejan, él te da hasta lo que no tiene (literal). Su primer spot –los argentinos tienen con qué, tienen con quién- está muy bien producido, pero no podrá pescar más allá de las propias peceras: por un lado, la de los que ya dijeron presente, y por el otro, la de los que votaron en blanco y los que se abstuvieron, pero temen a “la derecha”.

“Mi-ley” modera sus propuestas y sin decir nada nuevo, sigue siendo el centro de la fiesta sin mucho esfuerzo. Su primer spot de esta fase no agrega nada, solo que habla menos gente, pero la línea discursiva es la misma. Mientras siguen trascendiendo sus charlas con gente del statu quo: ahora se menciona a dos ministros de la Corte Suprema. Muchos actores lo quieren meter en el brete de que quedaría contaminado por la casta. Difícilmente eso tenga efecto sobre su electorado, el cual le tiene más miedo a la inflación que a “los mismos de siempre” (como reza su pieza publicitaria). Finalmente, su ¿ex? mecenas está tomando distancia de él de manera persistente: ¿realidad o simulación?

La candidata de Juntos después de muchas oscilaciones, salió a recorrer el país con su móvil, tratando de repetir la mística que generó Macri en la general de 2019 haciendo mucho cuerpo a cuerpo. Vale decir que eso sirve mucho en cualquier campaña por la generación de cercanía. Sin embargo, el punto es si el concepto estratégico sintoniza con la expectativa de los votantes potenciales. Semana a semana seguimos comprobando en nuestros grupos focales en diversos lugares del país que el issue central es cómo se sale de la crisis económica. Esta campaña ha decidido marcar el valor del orden y terminar con el kirchnerismo. Más allá del análisis que se pueda realizar en base a la opinión pública, lo cierto es que se palpan muchas dudas en dirigentes aliados de primera línea respecto a si es acertado el enfoque comentado.

Un elemento positivo para dicha campaña es la salida a la cancha de Macri en su terreno preferido: Córdoba. Es sabido que el ex presidente no compitió finalmente porque los números no le eran favorables, y que su rol es materia de debate en el bunker patricio. Sin embargo, aprovechar su prestigio en ciertos bolsones cambiemitas es una idea correcta, en tanto y en cuanto no quiera convertirse en un “star” de la campaña. Existe la duda respecto a cuánto opaca a la candidata, y si algunas de sus declaraciones no atraen demasiada atención controversial. Por lo pronto, pondrá en guardia a Juan Schiaretti (914.000 votos), a quien Patricia le pidió que bajase su candidatura.

Tres comentarios adicionales sobre la campaña de Bullrich:

1) No aceptó colaboración profesional del equipo de comunicación de Larreta, salvo dinero y pauta.

2) Podría llegar a tener un aliado inesperado en UP que teme que ella se caiga en algunos lugares al punto de facilitar un triunfo en primera vuelta del león (puede ser un cálculo erróneo, pero se comenta en varios bunkers provinciales).

3) Algunos voceros en estos días (Luis Petri o Ernesto Sanz) la quieren ubicar algo así como en “la avenida del medio”, diciendo que ella no es la explosión, ni la continuidad (las vueltas de la vida, ¿sería como Massa 2015?).

Mientras todo esto pasa, Axel Kicillof -en un acto de “sincericidio”- dijo que se debía “componer una canción nueva” y recibió reprimendas públicas de La Cámpora. Lo mismo podría decir alguien de JxC. A la luz del 13 de agosto, cada uno a su turno ya no puede decir alegremente “están tocando nuestra canción” (para decepción de Neil Simon).