En varias ocasiones explicó Javier Milei en qué consiste el «error tipo 2», esa carambola extraña que siempre le acontece y que explicaría, más allá de todo análisis convencional, el secreto de su éxito. «Hacer todo mal y que el resultado final te salga bien», reconoce, admirado de su propia estrella. Le funcionó primero en los medios y después en la política, pero hasta ahora nadie se ha tomado en serio esa teoría.

Los ejemplos abundan: basta ver una entrevista cualquiera con Milei para encontrarse con una sucesión de disparates e imposturas, expresiones y actitudes que cualquier asesor de campaña aconsejaría fervientemente no hacer. Errores tipo 2. La noche electoral, por ejemplo, en un discurso muy sui generis, agradeció a la hermana y a sus perros, cuando corre el rumor de que ha contratado a una médium para consultar a uno de ellos en el más allá, confiando en su olfato para temas de política y estrategia electoral. En el discurso, además, intercaló un párrafo con cuestiones muy técnicas de macroeconomía que nadie entiende. Todo mal según los manuales de retórica y los asesores de imagen, pero su intención de voto se dispara.

Una idea que ayuda a explicar este fenómeno se la oí decir a Durán Barba en una reciente entrevista con Novaresio: para el analista ecuatoriano, todo lo que diferencia a Milei de los políticos tradicionales conspira a favor de su voto. Todo. El votante repudia a los políticos, y Milei no se les parece en nada. Los «errores tipo 2» remarcan la diferencia más que cualquier acierto o propuesta innovadora. El razonamiento es claro: Ningún político haría esas cosas inapropiadas o extravagantes. Milei las hace. Ergo, Milei no es un político, es otra cosa que viene a desplazarlos y ocupar su lugar.

Y no se trata solo de discursos o propuestas, sino también de emociones. Cualquiera sabe que un político no debe mostrarse quebrado, débil, emocionalmente vulnerable. Milei lloró en una entrevista con Fantino recordando a Mauro Viale que está en el cielo. Los políticos no hacen eso. Ergo, Milei no pertenece a la casta. Error tipo 2 con consecuencias positivas.

El caso Conicet

Nada de esto es producto de un plan o una estrategia, porque no hay guionista que pudiera imaginarla. En una entrevista con Jonatan Viale, mientras Milei tachaba ministerio tras ministerio ilustrando su reforma del Estado, el periodista le pregunta: ¿Ciencia y Tecnología también? ¿Y qué harías con el Conicet, por ejemplo? La pregunta es espontánea y la respuesta de Milei, improvisada: Lo cerraría, dice, y queda condenado luego a justificarlo, a construir un discurso para sostener, él y los suyos, esa respuesta precipitada. Pero, una vez más, sale bien: mucha gente apoya la medida, más que por su contenido, porque percibe en ella la irritación de los políticos, la estupefacción de funcionarios y periodistas ante la propuesta. Hay algo ahí que va en contra de la corriente. Solo por eso.

¿A quién se le parece?

Milei no es comparable a Donald Trump, ni a Bolsonaro, ni a Meloni. O solo tangencialmente se les parece. El verdadero modelo, el más prolífico cometedor de errores tipo 2, es Forrest Gump, el antihéroe que, de tontería en tontería, alcanza la cima del éxito. A ese espectáculo asistimos los argentinos. Hollywood tiene a sus guionistas geniales. Nosotros tenemos, para suerte o desgracia, a Javier Milei, con su profusión de «errores tipo 2». ¿Funcionaría igual en el gobierno?

© LA GACETA

Juan Ángel Cabaleiro – Escritor.