Osvaldo Soriano y el libro que se merecía

Osvaldo Soriano y el libro que se merecía

El periodista Ángel Berlanga trabajó durante diez años sobre la figura de uno de los más importantes escritores argentinos. El resultado es Soriano - Una historia.

Osvaldo Soriano y el libro que se merecía
16 Abril 2023

Por Alejandro Duchini

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

Diez años de trabajo, más de 500 páginas, una incalculable cantidad de lecturas y charlas con amigos y colegas de Osvaldo Soriano. Eso necesitó el periodista Ángel Berlanga para dar forma a Soriano - Una historia (Sudamericana). El resultado es un libro detallado, casi de reloj, sobre uno de los escritores más importantes de la literatura argentina. Best seller en los 80 y 90, no fue aceptado del todo por el mundo de la intelectualidad. Aún hay quienes lo minimizan. El trabajo de Berlanga hace justicia con Soriano.

Escritor de temas sociales, políticos y deportivos, Osvaldo Soriano fue uno de los mejores creadores de personajes. Muchos de ellos perdedores con quienes sus lectores nos encariñamos. Algunos salieron a caminar calles y rutas de pueblos perdidos. Describió a la figura paterna como pocos en nuestra literatura. Mientras algunos se desvivían por la temática a través de Paul Auster y su La invención de la soledad, él escribió La hora sin sombra, gran novela de padre y carreteras que resultaría la última de Soriano, fallecido a los 54 años el 29 de enero de 1997. Sobre su muerte, le recuerda la escritora y amiga Vlady Kociancich a Berlanga: “Había envejecido físicamente muy de golpe. Yo no sabía si tenía o no una enfermedad, pero era muy raro, porque lo había visto poco antes y estaba bien. Y de pronto parecía un hombre de mucha edad. Recuerdo algo que nos entristeció y nos silenció a todos. Volvíamos de una librería y él contó esto: ‘Yo venía caminando y de pronto, en un espejo alejado de una galería, vi que venía un viejito. Y cuando llegué más cerca me di cuenta de que ese viejito era yo’”.

Orgullo por el periodismo

Autor de libros emblemáticos como Triste, solitario y final, No habrá más penas ni olvido, Cuarteles de invierno, o cuentos y recopilaciones periodísticas como Cuentos de los años felices o Artistas, locos y criminales, Soriano se inició en el periodismo. Empezó en El Eco de Tandil y de ahí fue a vivir a Buenos Aires para incorporarse a Primera Plana y, luego, a Semana Gráfica, Panorama y La Opinión. Colaboró en otros medios y fue uno de los fundadores de Página/12.

“Siempre sentí orgullo de esos 20 años de periodismo. No cualquier escritor puede sacar un texto si ahora le apuntan y le dicen: ‘Máquina, nueve de la noche, 70 líneas, ficción’. Yo sí lo hago, porque estuve en situaciones parecidas. Siento que soy capaz de cumplir con un trabajo cuando me piden 192 líneas para ayer. Uno pregunta: ‘¿No pueden ser 195?’. Y te dicen ‘No, ya puse la foto’. Entonces, cuando pongo la línea 192, siento que sirvo para algo. A veces así salen cosas brillantes y, cuando tenés mucho tiempo, empezás a dudar, a hacerte las grandes preguntas de la vida y podés embarrarte mucho. No todos los escritores reconocen como un valor el haber pasado por una redacción porque no quisieron, como yo, ser periodistas de chicos”, cita Berlanga.

Pasión futbolera

Su infancia había transcurrido en pueblos del interior por los traslados de su padre, empleado estatal y antiperonista. Su juego favorito era el fútbol. De ahí que se dedicara a contarlo a través de personajes o desde su querido San Lorenzo, que hoy lo recuerda con su nombre en la sala de prensa del estadio del Bajo Flores. Junto a Roberto Fontanarrosa, Juan Sasturain y Ariel Scher, Soriano integra el equipo de los mejores escritores de fútbol.

Entre 1980 y 1982 se enteraba de San Lorenzo gracias al envío de revistas y cartas por parte de su madre y amigos: “Recibí El Gráfico, pero por favor mandame Goles, que es mejor, más honesta y más seria que las revistas de Editorial Atlántida. Tengo pilas de cosas para leer, pero cuando llega Goles interrumpo todo”, le escribe a su madre, Eugenia, fallecida el 10 de enero de 2000, a sus 91 años, según cuenta Berlanga.

Sus crónicas sobre San Lorenzo desde el exilio en París por la dictadura, cuando el club perdió la cancha de avenida La Plata o descendió de categoría, son formidables. Igual que las que hizo sobre el regreso a Primera o sobre los mundiales de los 90, con Diego Maradona como figura a la que también se referiría en sus textos.

No se puede aún hoy entender a la Argentina de entonces sin leer sus contratapas de Página/12.

Ejercicios de tolerancia

Fue más reconocido en el extranjero que en su país. En Italia sus libros se vendían como pan caliente. En ese país le dieron el Premio Raymond Chandler en 1993, galardón que se llevaron, entre otros, Graham Greene, Manuel Vázquez Montalbán, Leonardo Padura, Margaret Atwood y Henning Mankell. Algunos de sus libros llegaron al cine, como A sus plantas rendido un león o No habrá más penas ni olvido.

Soriano siempre se paró del lado popular. Berlanga recuerda: “Las clases dominantes odian los sueños porque son incapaces de producir una poética del futuro. Prefieren el pragmatismo, porque en el terreno de la eficiencia la derecha ha ganado siempre y lo demostró otra vez con el Proceso de Reorganización Nacional, que liquidó una cultura que, al menos, creía en una sociedad mejor, más justa, solidaria”. Y otro sobre los tiempos post dictadura: “Estar con Alfonsín o en desacuerdo con él es circunstancial. Lo importante es militar activamente en la defensa y la conservación de la democracia (...) Habrá que invertir los términos en nuestra conciencia autoritaria, dejar de lado las frases hechas y los clichés. La democracia pide la constante rebelión de las ideas y la eliminación de los preconceptos. No le prohibamos nada bueno a nadie. No nos prohibamos las cosas que nos gustan y no dañan a los demás. Dejemos de mirar con horror un desnudo, a un homosexual, a un locutor sin corbata, a una mujer con cinco amantes, a un chico de pelo largo o a una muchacha de pelo corto. Hagamos un esfuerzo por ser receptivos, adultos. Aunque la televisión siga pasando por ahora el mismo mensaje deplorable y nos informemos por los mismos medios que antes delataban o aplaudían la masacre que hoy se ha probado”.

Gatos, colegas, tiempo

Amaba los gatos y hacía un culto de su compañía. Berlanga cuenta qué fue de la vida de sus gatos cuando el escritor falleció. Escribía de noche y con computadora en tiempos en que aún se usaba la máquina de escribir. Vivía en el barrio de La Boca y cuando se mudó a Palermo, para estar más cerca del colegio francés de su pequeño hijo, Manuel, se sintió perdido.

Entre los consultados por Berlanga se encuentran Abelardo Castillo, Antonio Dal Massetto, Juan Forn, Osvaldo Bayer, Ricardo Piglia, Alberto Laiseca, Hebe Uhart, Adolfo Bioy Casares y Tomás Eloy Martínez. Amigos y periodistas de Soriano ya fallecidos pero testigos directos de su vida.

“Lo que trato de comprar con el trabajo que hago es tiempo libre, en vez de frivolidad o corbatas carísimas. Tiempo libre para poder decir que no a otros trabajos, o lo que considero fundamental para un escritor: leer y comprar todos los libros que uno quiere leer. ¿En qué gastamos la plata los escritores si no en libros?”, le destaca Berlanga. “No tengo nada que ocultar. Porque casi no tengo nada. No pagaría si hubiera un impuesto a la ostentación”, agrega.

Si pueden, lean Soriano - Una historia. Bien lo vale. Tanto como leer, antes o después, cualquier libro de Osvaldo Soriano.

© LA GACETA

Alejandro Duchini - Periodista.

Perfil

Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata, en 1943. Fue futbolista, antes de trabajar como periodista y de dedicarse a la literatura. En 1973 publicó Triste, solitario y final, para muchos su gran novela. Se exilió en 1976 y vivió en México, Bruselas y París hasta su regreso en 1984. Participó de la fundación de Página/12. Otros de sus títulos célebres son No habrá más penas ni olvido (1979) y Cuarteles de invierno (1981), A sus plantas rendido un león (1988) y El ojo de la patria (1992). Héctor Olivera llevó al cine Una sombra ya pronto serás (1990), con guion del propio autor. Murió en Buenos Aires, en 1997.

Soriano*

Por Ángel Berlanga

Una tarde, antes de que el verano termine, su madre le muestra un telegrama: “Rogamos comunicarse urgente con el señor Julio Algañaraz a los teléfonos de Primera Plana”. Soriano llama con la misma emoción con que había estrechado la mano de Troiani. Del otro lado de la línea le piden “la nota más informada, virulenta y cómica que jamás se hubiera escrito sobre la procesión de Semana Santa en Tandil”. Enseguida entiende que si hace lo que le piden tendrá que irse de la ciudad.

Entrevista, averigua, se pasa dos días corrigiendo. La nota presenta la procesión como un espectáculo decadente que utiliza la fe para traccionar turismo y negocios. También plantea un tironeo entre el conservadurismo del obispado y las críticas de algunos curas jóvenes, alineados con las ideas tercermundistas. El que lleva haciendo de Cristo desde hace ocho años reniega: “Ya no siento la interpretación de Jesús, lo pintamos como demasiado bueno, casi un bobo, no como realmente fue, un verdadero conductor de masas”. La procesión, escribe Soriano, es una caricatura del catolicismo.

La noche anterior a la aparición de la revista se despide de su novia, Ana María, y huye con una valija: lo que escribió va a hacer ruido. Cuando el ómnibus llega a Constitución, oye que los canillitas vocean que salió Primera Plana. La compra, la hojea: está su nombre al pie de la nota. En ese número firman, también, Héctor Tizón, Daniel Moyano, Francisco Juárez.

Creo que me puse a bailar en medio de la plaza, dirá en una entrevista.

Creo que estuve a punto de ponerme a llorar, dirá en otra.

*Fragmento.

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