Cartas de lectores IV: Los magullados girasoles

Cartas de lectores IV: Los magullados girasoles

16 Noviembre 2022

Cuenta el pintor francés Paul Gauguin, (1848-1903), es su diario íntimo, que un gélido día de diciembre, tiritando de frio, un individuo apura el paso para llegar a los siempre animados y concurridos bulevares de Paris. Enfundado en un sobretodo de piel de cordero y una gorra que parece de conejo, se destaca su erizada barba roja y sus claros ojos azules revelan una pura y diáfana inocencia. No se trata de un pordiosero ni de un vagabundo: se llama Vincent Van Gogh. Entra de prisa a un negocio de venta de herrajes viejos y óleos baratos. Ofrece a su dueño una pequeña naturaleza muerta: “Los camarones rosados”, sobre un fondo de papel rosado. ¡Pobre artista! Ha dejado una parcela de su alma en esa tela que quiere vender, para poder pagar el alquiler de su modesta buhardilla. El comerciante le dice que le solicitan paisajes y que sus cuadros no son muy alegres, pero como me dicen que usted es talentoso voy a ayudarlo: le doy cinco francos. Al poco tiempo de haberse desprendido de su valiosa obra por una mísera moneda de cinco francos, un martillero subastaba en una galería de remate “Los camarones rosados” en 500 francos. Una inalcanzable paz, esquiva, huidiza, con continuos sobresaltos coronaron la vida y la vibrante energía del pintor holandés. Su existencia fue un constante búsqueda de encontrarse a sí mismo. Un eterno desasosiego turbaba sus sueños y realizaciones; no obstante, su cabeza se volvía con frenesí hacia el luminoso cielo, como el girasol lo hace hacia el sol. No se concibe, con la genialidad pictórica de Van Gogh, como la de otros artistas, retratando la belleza y la prodigalidad de la naturaleza, que sean atacadas sus obras en un acto de tremenda contradicción y repudiable vandalismo por un grupo ecologista británico de acción climática. Compartimos y bregamos por la salud y cuidado del planeta, pero no sembremos de irracionalidad atentando contra el arte si pretendemos que maduren espigas. Una emotiva leyenda dice que todos los girasoles del campo languidecieron de súbito ante la desaparición del atormentado artista que los pintaba. “La belleza salvará al mundo”, auguraba Dostoievski, para regocijo de lo que amamos el arte, la cultura y la naturaleza.

Alfonso Giacobbe 

24 de Septiembre 290 - S. M. de Tucumán

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