¡Argentinos cuadrados!

Los argentinos sabemos que el humor es un género infinito, pero lleno de gallegos. Me quisiera sumar a la consigna, pero con otro sentido. Les decimos imbéciles cientos de veces al día, lo que ya es digamos terriblemente injusto, pero encima les quitamos sus fronteras y cultura llevando el gentilicio “gallego” hasta que sea equivalente a “español”. Cobran entonces los gallegos por todos, en una generalización tan burda como llamar “catamarqueño” a cualquier sudamericano. Los españoles tienen a su vez sus “gallegos”, que no coinciden con los nuestros, los de Lepe. Por caso, tienen chistes del tipo “los de Lepe no son de transitar mucho por el resto del territorio por culpa del cartel que dice Ciudad de Lepe, Huelva”. Lo cual no nos justifica.

¿Cuándo y por qué se construyó esta idea de gallego igual a español, igual a bruto? La premiada María Rosa Lojo, en un estudio sobre la comunidad gallega en argentina destaca que el estereotipo se forjo a comienzo del siglo XX, cuando Buenos Aires era la ciudad con mas inmigrantes gallegos del mundo. He ahí una buena explicación de la identificación con cualquier español. Ahora ¿de dónde sale la idea de que son brutos ? Entre las razones está una que indicaría que los torpes somos nosotros: me refiero a la forma de humor que se conoce como retranca gallega, forma superior de la ironía inglesa. Dice María Rosa Lojo acerca del estereotipo del gallego en argentina:

- Algunos rasgos, no obstante, habrán dado pie a la caracterización menos favorable: los desatinos iniciales típicos del provinciano y el labriego en la gran ciudad (la mayoría llegaba y se instalaba en Buenos Aires), el todavía deficiente manejo del castellano (el idioma gallego, además, no solía ser identificado popularmente como lengua autónoma, sino antes bien, como un español mal pronunciado), y, por qué no, el peculiar humor conocido como retranca que podía ser confundido con una asombrosa candidez, vecina de la bobería, por los “porteños” poco avisados. Aun los menos prejuiciosos y mejor intencionados no llegan a captar del todo esta sorna irónica que permite reírse del interlocutor sin que este se entere, y sin que al chistoso se le mueva un pelo.

La retranca es una fina forma de humor típica de los gallegos. Antonio Blanco Salgueiro destaca algunas de sus notas: 1) No dar por sentada la comprensión (hacerse el tonto) 2) Cara de póker (se lo hace en serio, no hay carcajada, sólo sonrisa como máximo) 3) Evitar decir lo que el interlocutor quiere que digas.

Un caso muy típico es el del médico que le pregunta al gallego si le duele el brazo. Le contesta “bueno”. “¡Pero le tiene que doler o no doler!” “Claro, claro”. Desde luego que el paciente se está mofando del médico, que le quiere sacar información. Del mismo género, el medico encuentra al paciente de fiesta y le dice: “ayer me dijiste que no salías mas de parranda”, “Sí, sí, es que tenía mucha fiebre”. La retranca hace vacilar, vuelve sobre los pasos de las preguntas. Tenemos muchas conocidas, solo que no las remitimos a esta clase (la mujer al esposo: “eres un asqueroso borracho”; y el esposo: “¡tú y tus metáforas!”).

La ironía inglesa es pariente suyo, pero tiene un aire de superioridad colonial que no está en la retranca. Recuerdo siempre cuando en Londres pregunté por un teatro en la zona de Picadilly con pronunciación recortada por la prisa. “Disculpe, busco un teatro…” pero antes de que pudiera bajar la vista al folleto con el nombre de la sala, me despiden con un: “elija usted mismo, hay un montón’. He ahí nuestro paradigma de la caballerosidad, un señorito inglés.

La retranca nos hace pensar en que parte de nuestro gesto de superioridad ante los gallegos se basa en que nosotros no supimos ni quisimos comprender una manera muy refinada de humor. Que los gallegos, para diversión, nos estaban hablando indirectamente, esquivando de modo intencional la literalidad, invitándonos a un juego de palabras mucho más divertido que cualquier chiste que empiece con “Manolo”. Un final retranquero: por un lado ya ven, por el otro qué les puedo decir.

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