El crack que tuvo un solo amor

El crack que tuvo un solo amor

Eduardo Sacheri resumió a Ricardo Bochini a su modo. “En un club plagado de leyendas, la más grande de todas las leyendas”. El gran escritor habló de “magia” y “lealtad”. “Virtudes –dijo- que las hinchadas de todos los clubes del mundo quisieran para sus ídolos”. Por eso, el “Bocha” es “un héroe modélico, pero no de ficción, como suelen serlo los héroes literarios, sino un héroe de verdad, real como la vida misma”. Sacheri sabe lo que es estar en Hollywood ganando un Oscar. Fue guionista de “El secreto de sus ojos”, la película de Juan José Campanella que ganó estatuilla dorada en 2010. Pero sabe mejor lo que ha significado para él haber estado en “La Caldera del Diablo” viendo jugar a Bochini. En el estadio que hoy, gracias al “Bocha” se llama “Estadio Libertadores de América Ricardo Enrique Bochini”.

Sacheri fue muy apreciado este fin de semana en el Athletic Bilbao, el club vasco de España sinónimo de identidad y que por eso recuerda de modo imborrable el paso de Marcelo Bielsa. El club da enorme espacio a la literatura que se ocupa de fútbol, como sucedió años atrás, cuando premió, por ejemplo, a Eduardo Galeano. Pero Sacheri no fue el invitado central del Athletic este fin de semana. Fue Bochini. Y el mismo “Bocha” dijo que a sus 68 años el Athletic le dio uno de los premios más gloriosos de su carrera. Primer jugador sudamericano ganador del “One Club Man 2022”, un premio que en años anteriores recibieron cracks de la talla de Ryan Giggis, Paolo Maldini y Carles Puyol, entre otros. Es el premio que el Athletic entrega a jugadores que han vestido una única camiseta a lo largo de toda su carrera. Y Bochini lo hizo. Fue “Rojo” durante casi veinte años. Y con hinchas del club que llegaron desde Málaga y lo homenajearon en Bilbao cantando el himno de León Gieco. Cantaban que sólo le pedían a Dios “que Bochini juegue para siempre”.

Sacheri emocionó en la sede del Athletic cuando recordó a los presentes la dedicatoria que los socios de Independiente escribieron al pie de la estatua del ídolo, allí en el estadio de Avellaneda. “Ricardo Enrique Bochini. Síntesis de belleza en el juego, amor por la camiseta y hazañas inolvidables. Faro que nos enseña el camino hacia el club que supimos ser y merecemos ser. Símbolo de un club que a pura fuerza de epopeyas deportivas instaló su nombre en el firmamento de América y del mundo. Ricardo Enrique Bochini. En un club plagado de leyendas, la más grande de todas las leyendas”.

Solemos presumir de que sólo nosotros, los argentinos, entendemos ciertos códigos de lealtad del fútbol. Pura ignorancia. Ayer El País, el principal diario de España, publicó un hermoso artículo sobre el homenaje a Bochini. Su autor, Jon Rivas, lo tituló “Ricardo Bochini, el hombre que nunca hizo una gambeta de más”. Recuerda el origen. “El fútbol de potrero que se agota”. El amor de todas las hinchadas por el Bocha. Y recoge palabras del periodista y biógrafo, el colega Jorge Barraza, invitado también a Bilbao. Bochini, dijo Barraza, “nunca hizo una gambeta de más para humillar; si tiró un caño fue porque era necesario para la jugada de su equipo”. Es la biografía (“Yo el Bocha”) en la que Barraza recuerda justamente que Bochini nació como hincha de San Lorenzo. Y que a los quince años su padre lo llevó a una prueba al que era su querido club. Pero que se fue tras una espera inútil de tres horas.

También Sacheri recordó que Bochini, “un 10 clásico”, solo “jugaba para adelante. Nunca gambeteaba y volvía para atrás. Y siempre fue pelota al piso. Porque “a la pelota –dijo una vez el Bocha- no le gusta que la levantes. Le da vértigo”. Medias caídas, trancos cortos, estampa chaplinesca. Por eso otra frase célebre. La de Diego Maradona. Cuando Bochini entró apenas unos minutos en la semifinal ante Bélgica (sus únicos minutos en el Mundial 86), Diego recibió en la cancha a su ídolo de pibe diciéndole: “Maestro, lo estaba esperando”. Otra hermosa anécdota, que recuerda el colega Roberto Parrotino en Tiempo, cuenta que Bochini jugaba una tarde un partido de fútbol cinco en medio de escritores. Y que uno de ellos (que jugaba muy bien), Juan Forn, lanzó un pelotazo. Bochini fue claro: “¿Qué hacés nene? ¿Tás loco? Esto es por el piso”. Tan claro como cuando le advirtió a un compañero que no estaba en un buen día: “Si seguís así, me vas a obligar a marcar”.

En 714 partidos (19 temporadas entre 1972 y 1991, Bochini ganó 13 títulos (cuatro Libertadores, dos Intercontinental) y marcó 108 goles. ¿Pero cuántas asistencias habrá dado? El pase gol comenzó a contar como registro estadístico demasiado tarde para el Bocha. Se calcula que habrá dado más de doscientas asistencias. Sacheri recordó una contra Olimpia de Paraguay que dio el boleto a semifinales de la Libertadores, cuando la Copa era una batalla, pero Bochini seguía haciendo magia. “Yo recuerdo también algún gol”, dijo Bochini. Y recordó el empate 2-2 contra Talleres en Córdoba para un título imposible, final del Nacional 1977, con tres hombres menos, todos expulsados. “Era en plena dictadura militar, y el Gobernador de Córdoba fue a hablar con el árbitro para decirle lo conveniente que era la victoria de Talleres para alegrar a la gente y que no hubiera disturbios”, dijo el Bocha. Y metió un golazo.

Bochini jugó un amistoso en San Mamés en 1985, pero el juego terminó con nueve amonestados y hasta la expulsión del “Bocha”, dato insólito en su carrera. Eran todavía tiempos de gloria para el “Rojo”. Tiempos en los que Sudamérica todavía confrontaba y ganaba contra los mejores de Europa. Tiempos también en los que el fútbol ofrecía lugar para la magia de los números diez. Y tiempos en los que era posible ser un “One Club Man”. Ser un crack y quedarte siempre a vivir en tu club.

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