A 30 años de la amenaza del cólera: Medidas que generaron polémica

A 30 años de la amenaza del cólera: Medidas que generaron polémica

DURA POLÉMICA. El tradicional Festival del Queso se realizó pese a la prohibición y advertencias del PE provincial. DURA POLÉMICA. El tradicional Festival del Queso se realizó pese a la prohibición y advertencias del PE provincial.

“Será reprimido con prisión de seis meses a dos años, el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes, para impedir la introducción o propagación de una epidemia”. Este es el contenido del artículo 205 del Código Penal Argentino. Fue la herramienta a la que apelaron las autoridades en 2020 y 2021 para procesar y sancionar a quienes violaban el aislamiento preventivo que se decretó durante la pandemia de coronavirus. En Tucumán ya había sido utilizado en febrero de 1992, cuando la provincia estaba amenazada por un brote de cólera.

¿Casualidad? Para nada. Hace tres décadas atrás, el poder político necesitaba que el Judicial se sumara a la lucha contra el avance de la enfermedad. “El ministro fiscal de la Corte Suprema de Justicia, Antonio Gandur, dio expresas directivas a los fiscales instructores para que investiguen y procedan contra comerciantes o particulares que, por vía de especulación, violen las leyes provinciales tendientes a evitar la propagación del cólera”, publicó LA GACETA con un duro título: “Guerra a la especulación”.

En la edición del 8 de febrero de 1992 se explicó que la orden de Gandur había surgido por mandato del máximo tribunal de la provincia, luego de que sus miembros se reunieran con el vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo Julio Díaz Lozano. En ese encuentro, el responsable de tomar las primeras medidas en contra del brote, manifestó su inquietud por un tema en particular. “El funcionario expresó que había recibido denuncias de parte de algunos legisladores de que se estaban registrando maniobras especulativas con la provisión, con productos como lavandina y agua mineral, com incrementos sensibles en los precios y ocultamiento de mercadería”, publicó LA GACETA. “Dichas conductas violan las leyes que ponen a la provincia en estado de emergencia por la posible aparición del temido flagelo. Tales actos pueden ser tipificados en lo previsto en el Código Penal, en su artículo 205, que prevé penas de hasta dos años de prisión”, añadió.

UN CLÁSICO DE LA ÉPOCA. Un médico muestra los detalles de una camilla para los coléricos. UN CLÁSICO DE LA ÉPOCA. Un médico muestra los detalles de una camilla para los coléricos.

“La lavandina se transformó en un bien preciado. Se la usaba para potabilizar el agua, limpiar los alimentos y desinfectar los hogares, especialmente los baños. En cuestión de días, el producto que salía 2 pesos, comenzó a venderse a 5 pesos. Algunos comerciantes escondían la mercadería porque no sabía cuando volverían a recibirlas. En definitiva, pasó lo mismo que con el alcohol en gel, con la diferencia que esos tiempos no existía Mercado Libre donde se podía conseguir”, ironizó Juan Carlos Barrionuevo, que en esos años estaba al frente de una despensa de barrio.

Paralelamente, en Buenos Aires, el juez federal Daniel Llermanos (ya retirado del Poder Judicial) ordenaba a la Policía Federal y a Gendarmería Nacional realizar diferentes allanamientos en las fábricas de lavandina para que controlen su calidad. La medida se realizaba porque el magistrado había recibido numerosas denuncias donde se daba cuenta que se estaba lanzando el producto adulterado debido a la gran demanda que se había generado al ser un elemento indispensable para potabilizar el agua e higienizar los hogares. “Por la gran demanda, comenzaron a aparecer nuevas marcas. Me acuerdo que una vez compré una buena cantidad de mercadería que era evidente que estaba cortada con agua. Les decía a los clientes que no era tan buena. A partir de ese día, venía un proveedor y acordábamos hacer una prueba de calidad”, explicó Barrionuevo.

Insólitas medidas

El verano de 1992 fue muy intenso. El gobierno decidió tomar medidas extremas para tratar de evitar la llegada de la enfermedad. Algunas se cumplieron a rajatablas. Otras, directamente, no fueron tenidas en cuenta. Pero también hubo varias que generaron sorpresa entre los tucumanos y muy pocas fueron cumplidas por la población. La más sorprendente fue la prohibición de bañarse en ríos ante el temor que el vibrión colérico estuviera habitando en sus aguas, especialmente el río Salí.

BIEN DE PRIMERA NECESIDAD. Una niña busca en una góndola un recipiente con lavandina en una despensa. BIEN DE PRIMERA NECESIDAD. Una niña busca en una góndola un recipiente con lavandina en una despensa.

“Era un espectáculo interesante para ver. Los policías salían a la búsqueda de bañistas en los cursos de agua. Pero casi nadie, especialmente chicos y adolescentes, le daban importancia. No hay manera de frenar al tucumano cuando el calor no da respiro”, reconoció Fernando Castro, vecino de Banda del Río Salí, que presenció ese operativo. “Una de las actividades que tienen los habitantes de San Pedro de Colalao es bañarse en el río Las Tipas. Pero se prohibió hacerlo, aunque las autoridades no la hicieron cumplir del todo”, recordó el ex diputado José Vitar.

La amenaza del cólera apareció en el mes del carnaval. Una fiesta muy cara para todos los tucumanos, cuya tradición se remonta siglos en el tiempo. Entendiendo la peligrosidad que ello implicaba, los ministros de Asuntos Sociales y de Gobierno, Alfredo Miroli y José Ricardo Falú decretaron la prohibición de los juegos con agua. En otras palabras, se impedía las batallas de “bombuchas” y los baldazos. “En vez de tirarse con globos de agua, lo harán con verdaderos misiles con millones de vibriones que llevan a la muerte”, señaló el médico al justificar la medida. Por supuesto que nadie la cumplió y los barrios se transformaron en refrescantes campos de batallas. “Nunca me voy a olvidar de esos días. Los del Gobierno les dieron una excelente excusa a las chicas para que no las mojemos. Nos decían: ‘¿Qué hacés? ¿No te das cuenta que me podés contagiar de cólera? Dudábamos unos segundos y, después, la empapábamos”, recordó a las risotadas Germán Palacios.

Sin averiguar y, fundamentalmente sin saber, las autoridades prohibieron la venta de pescados de río. Si bien es cierto que en las localidades salteñas se había confirmado que la principal fuente de contagio eran los peces mal cocinados, el producto provenía de la cuenca del río Paraná, donde los ejemplares no estaban infectados. De manera urgente, se decidió vedar hasta la pesca deportiva para evitar el consumo de este alimento. “Fue otra locura. Una prueba más de que se dictan normas sin sentido. Han pasado 30 años y nada cambió. Prohibieron la pesca, pero no había personas suficientes para realizar el control. ¿Qué pasó? Nada. Se quedaron en casa los deportistas con conciencia; y los ilegales no dejaron ningún pez”, explicó Luis Herrera.

LAS DOS CARAS. Mientras se prohibían los juegos con agua, tucumanos seguían buscando cosas de la basura. LAS DOS CARAS. Mientras se prohibían los juegos con agua, tucumanos seguían buscando cosas de la basura.

Espectáculos

Los espectáculos también comenzaron a sufrir por el mal. El intendente de Aguilares Juan Pablo Brodersen decidió cancelar la realización de los tradicionales corsos provinciales, “como medida preventiva ante el avance del cólera”. La determinación del funcionario -según se informó- fue recibida “con beneplácito” por la comisión organizadora, y por los integrantes de las comparsas y de las murgas que ya habían comprometido su participación, y por el Concejo Deliberante. También se anunció que los fondos que en principio estaban destinados a la financiación de los gastos de los festejos serían derivados a la campaña preventiva encarada contra el flagelo.

En Tafí del Valle se generó una gran polémica. El ministro Miroli había decidido suspender una nueva edición del Festival del Queso. “No podemos agregar un factor de riesgo en medio de todas las acciones de prevención que desarrollamos”, aseguró el ministro de Asuntos Sociales. Específicamente dijo que a esa fiesta vienen pobladores de Amaicha del Valle y Cafayate, “a donde llegan ciudadanos bolivianos, por lo que permitir el ingreso de aquellos habitantes implica generar un factor de riesgo”.

“No hay decreto alguno que impida la realización de la fiesta, sólo hubo una sugerencia de la Casa de Gobierno para la suspensión como medida preventiva ante la aparición del cólera en el norte de nuestro país. Pero nuestro municipio tomó todas las medidas sanitarias”, explicó el entonces intendente de aquella ciudad, Jorge Yapura Astorga, quien decidió realizar el encuentro. En pleno desarrollo, el funcionario agregó: “los tucumanos tienen que saber por qué sí se hace el festival. Tampoco es mi intención polemizar. Se hace el festejo, cultural por excelencia; porque se persigue un solo fin: la reivindicación del espíritu vallista que anda en los corazones tafinistos, evocando la tradición coplera que expresa el sentimiento de mis coterráneos”, agregó en un comunicado de prensa, difundido en los medios.

¿Qué pasó? El Festival del Queso se realizó con normalidad, pero quedó en la historia por haber sido el que menos personas convocó. También hubo otra característica en la fiesta: nadie se atrevió a vender el producto al que se le rinde homenaje con el encuentro. “Indudablemente, en la población influyó negativamente el llamado de alerta del ministro Miroli. Creo que la gente se asustó con el tema del cólera, sin saber que nuestro municipio había tomado todos los recaudos necesarios”, explicó Yapura Astorga después del fracaso de la primera noche del encuentro.

A nivel regional

La locura de tomar medidas para frenar la enfermedad cruzó las fronteras de la provincia. Ni los feligreses se salvaron de las medidas de precaución.

En Catamarca, epicentro para la veneración de la Virgen del Valle, las autoridades sanitarias tomaron todos los recaudos necesarios para evitar la llegada de casos a esa provincia. “La importante afluencia de devotos y peregrinos venidos de distintas regiones del país, obligó a instalar puestos de emergencias sanitarias y controles camineros en distintos puntos de acceso a esta capital. Se implementó un cordón sanitario para brindar la mayor asistencia a los visitantes venidos del norte, centro y Cuyo, que funciona las 24 horas del día”, detallaba por entonces el subsecretario de Salud catamarqueño, Víctor Castillo.

Según las crónicas de la época, los medios de transporte eran severamente controlados. Se los desinfectaba en la seccional “La Viñitas” de Obras Sanitarias y allí se les otorgaba un certificado de libre tránsito (ahora conocido como pase sanitario). Los alimentos que traían los viajeros, especialmente los oriundos de Salta y de Jujuy) eran decomisados. Los peregrinos, además, eran llevados y alojados en paseos públicos, por ejemplo el parque Adán Quiroga y el Parque Autóctono y en diferentes plazas, que estaban acondicionadas con agua potable, postas sanitarias, baños e iluminación.

En Termas de Río Hondo, en cambio, aprovecharon la enfermedad para tomar una medida que nadie se animaba a tomar. Las autoridades decidieron clausurar los puestos de las ferias que estaban ubicados a la margen del río Dulce, sobre el murallón del embalse El Frontal. Los responsables justificaron la medida en que los puestos no tenían las condiciones de higiene necesaria para funcionar. Cuestionaron particularmente que, a pesar de que varios de los locales eran de venta de comidas, muy pocos de ellos tenían agua corriente.

Otros dijeron que en realidad la crisis sanitaria fue la excusa para desalojar a las personas que habían usurpado tierras de la ya desaparecida empresa Agua y Energía de Santiago del Estero. Pero ese plan duró un par de meses. Los puesteros no sólo volvieron a trabajar con las mismas condiciones, sino que hasta el presente, el lugar es un polo turístico de la ciudad.

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