Entre pases sanitarios y antivacunas arrepentidos

Entre pases sanitarios y antivacunas arrepentidos

Resulta que la cepa de la que el mundo está hablando no debía llamarse ómicron, pero como la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace lo posible por evitar roces políticos manipuló el alfabeto griego para saltearse xi, la letra que le correspondía a la variante. Xi se llama el presidente chino (Xi Jinping), y lo que para Occidente puede pasar inadvertido en Oriente sería un escándalo. ¿O alguien imagina cepas del coronavirus llamadas Biden, Merkel o Bolsonaro? “Cuando nombra enfermedades, la OMS evita ofender a cualquier grupo cultural, social, nacional, regional, profesional o étnico”, explicó el organismo en un comunicado. Esto no evitó que le llovieran las críticas, sobre todo de quienes acusan a la OMS de ser funcional al Partido Comunista Chino (?). Claro, cuando se decidió bautizar las mutaciones de la covid-19 empleando las letras griegas no hubo tiempo para realizar esta clase de cálculos. A nadie se le ocurrió pensar que las variantes surgirían con semejante rapidez. O sí, pero sin relacionarlo con el alfabeto en cuestión. Pues bien, la cepa que vendrá debería llamarse pi, lo que podría ofender a los matemáticos. ¿Y cómo les caerá la cepa sigma a los fabricantes de cámaras fotográficas? ¿Y la omega a los amantes de la relojería de lujo? El problema con las pandemias, quedó demostrado, es que poco a poco va perdiéndose la noción de qué es lo importante y qué lo prescindible.

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Lo importante sigue siendo la vida, aunque el tema parezca pasado de moda. Y por más, como filosofaba Oscar Wilde, que en nuestra época las cosas innecesarias sean nuestras únicas necesidades. La historia de Lorenzo Damiano es de lo más ilustrativa en este sentido. Damiano era uno de los líderes del movimiento antivacunas italiano, denunciante de una supuesta “dictadura sanitaria” europea e impulsor de un proceso contra los fabricantes de vacunas, al estilo de los tribunales de Nuremberg que juzgaron a los nazis. No Vax se denomina el grupo encabezado por Damiano. ¿Y qué sucedió entonces? Damiano se contagió el coronavirus durante una peregrinación religiosa, lo internaron y quedó a un paso de ser intubado. “Claramente mi visión del mundo ha cambiado: estaré listo a hacer saber a todos que es importante seguir a la ciencia, la que te cura y te salva”, declaró Damiano en el sanatorio. Y agregó: “a veces hace falta pasar por una puerta estrecha para entender cómo son las cosas”. Por ese pasadizo no tuvo tiempo de transitar Johann Biacsics, una de las cabezas del movimiento antivacunas en Austria, quien se negó a recibir tratamiento en un hospital cuando le diagnosticaron covid. Contra las recomendaciones de los neumonólogos se marchó a su casa para automedicarse con enemas hechas a base de dióxido de cloro. Biacsics murió a los dos días.

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Las historias se repiten alrededor del mundo: el convencimiento en la militancia antivacunas es inversamente proporcional a la pérdida de seres queridos. Una investigación del New York Times recoge los testimonios de numerosos arrepentidos, destrozados por la pérdida de familiares cercanos. Arrepentimientos tardíos, por supuesto. “Sus historias son testimonios reales en medio de una pandemia que se ha nutrido de la desinformación, el miedo y las divisiones partidistas reforzadas con respecto a la vacuna”, destaca el artículo firmado por Jack Healy. Y cita -entre muchas otras voces- a Rebecca Weintraub, profesora adjunta de Salud Global y Medicina Social en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Ella dice: “la gente está siendo noticia desde sus camas de hospital y desde los pabellones. El mensaje es accesible: ‘yo no protegí a mi propia familia. Déjame ayudarte a proteger a la tuya’”. Lo de Damiano es emblemático por la exposición pública del protagonista. En paralelo corren las vivencias de anónimos negacionistas y antivacunas que están sufriendo hoy, a causa de no estar inmunizados, los efectos más duros de la pandemia. Experiencias de las que están emergiendo -como Damiano- con la fe de los conversos. En muchos y lamentables casos, arrasados por el duelo. Mientras, la Unión Europea, en la voz de Ursula von der Leyen (presidenta de la Comisión Ejecutiva), anunció que debatirán la obligatoriedad de las vacunas en todos los países miembros. Cerca de 150 millones de ciudadanos europeos no se han vacunado.

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Ómicron -la Xi que no fue- llegó para recordarnos lo lejos que está la pandemia de ceder. Y para refrescar la certeza de que nuevas variantes seguirán apareciendo aquí y allá, seguramente hasta agotar el alfabeto griego. Habrá que ver entonces qué tan creativos se ponen los nomencladores del virus, aunque lo más probable es que lo solucionen dando la vuelta con alfa 2, alfa 3 y así mientras la covid cotinúe mutando. La implementación de pases sanitarios obedece a la montaña rusa sanitaria por la que transitamos y, como toda medida de esta naturaleza, genera tensiones. Miremos el caso de Alemania: quienes no exhiben el certificado de vacunación no pueden reunirse con personas fuera de su núcleo familiar y tienen prohibido el acceso a comercios no esenciales, restaurantes, iglesias, cines, teatros y boliches. En España el pase es imprescindible para los viajes de larga distancia y para todo lo relacionado con el mercado del ocio. Muy similar al que implementó la ciudad de Nueva York desde agosto pasado. Los alcances de estos salvoconductos sanitarios varían de acuerdo a la realidad de cada país: Francia pasó de la desconfianza a una adhesión altísima a los esquemas de vacunación, lo que flexibilizó las restricciones. La iniciativa tucumana -primera en el país- se referencia, inevitablemente, en todas estas experiencias. Y los rechazos también están en línea con los argumentos esgrimidos por quienes siguen sosteniendo que el coronavirus no existe o que las vacunas son: A) inservibles, B) peligrosas, C) tóxicas.

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La inminencia de las vacaciones propone un escenario complejo porque millones de argentinos se movilizarán por el país. La industria turística aguarda el verano de rodillas y con las manos extendidas al cielo. Este flujo que promete ser intenso en rutas terrestres y aéreas preocupa a las autoridades sanitarias. Las provincias cuentan con distintas regulaciones, las que pueden ir cambiando en la medida que suban o bajen los casos. Y cruzando los dedos para que ómicron se presente más tarde que pronto en la Argentina, y su expansión resulte lo más controlada posible. En otras palabras: nada es seguro en el mediano plazo. Hasta aquí, el pase sanitario en la Ciudad de Buenos Aires sólo será obligatorio en eventos masivos (musicales, deportivos, bailables), habrá que ver sus alcances en la Provincia de Buenos Aires y sus playas. En materia de pandemia, enero todavía está lejos en el horizonte. Esto es día a día.

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