En un círculo vicioso

Las elecciones han pasado, pero los problemas siguen siendo los mismos de siempre. Hoy el Gobierno necesita más que siempre de la consideración del contrincante electoral para diseñar un plan económico, que viene siendo reclamado por todos los agentes económicos, y ahora más por el Fondo Monetario Internacional (FMI). En medio de la debilidad institucional, la gestión del presidente Alberto Fernández requiere oxígeno, aunque no ha elegido precisamente el mejor camino para pedirlo. En medio de todo este tire y afloje está Juan Manzur, el licenciado gobernador de Tucumán que continuará ejerciendo como jefe de Gabinete de la Nación. El sanitarista tucumano está muy activo para buscar los consensos que se precisan para armar una mesa de diálogo intersectorial. No tiene previsto volver a Tucumán. Más bien, cada día que pasa se convence que su destino político está en Buenos Aires, en la Casa Rosada, donde se instaló, justo al lado de la oficina presidencial. Osvaldo Jaldo, el vicegobernador en ejercicio del Poder Ejecutivo volvió a comprobarlo ayer cuando, en momento que se disponía a firmar acuerdos con la Secretaría de Energía de la Nación, asomó Alberto Fernández para saludarlo y renovar la fe peronista. El tranqueño le dijo al mandatario nacional que será parte del acto por el Día de la Militancia que desembocará en Plaza de Mayo, en un gesto de apoyo al Presidente. No todos los gobernadores provinciales estarán al lado de Fernández, único orador del mitin político. Las internas afloran por doquier, incluso en el orden nacional. Hay mandatarios peronistas que ya están escuchando las propuestas del denominado peronismo republicano, que intenta consolidarse como factor de poder de cara a las elecciones de 2023. Ese es un duro escollo para el jefe de Gabinete. Sin embargo, Manzur sigue tejiendo y ya cuenta con varios actores sindicales y empresariales para empezar la ronda de conversaciones con el Gobierno en busca de las medidas que tiendan a construir una senda hacia el crecimiento del país. De todas maneras, el Gobierno nacional no da señales de acciones que tiendan a mejorar la competitividad del sector privado. Los cepos cambiarios seguirán ajustándose en la medida que el Banco Central no encuentre otra manera de empezar a mejorar las reservas internacionales netas del país, con riesgo a agotarse en el corto plazo, si no se logra domar al dólar.

¿Una devaluación es la manera de resolver los problemas? Para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta que la Argentina acumula una larga tradición de déficits fiscales que el actual gobierno aceleró, advierte el Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (Idesa). Con limitado acceso al crédito, estos desequilibrios se financian con emisión monetaria, en la medida que se van sucediendo las microdevaluaciones de esa moneda nacional respecto de la divisa estadounidense.

El excedente de dinero en poder de la gente que genera la emisión presiona sobre los precios. Esa es una consecuencia natural de la economía. No es casual que el dinero en poder del público (efectivo, cuentas corrientes, cajas de ahorro y plazos fijos) viene creciendo a razón de 50% anual, nivel similar a la inflación. Este exceso de pesos en poder del público es el que también presiona sobre el dólar paralelo que se afirmó por encima de los $ 200, sintetiza Idesa.

¿Qué sucedió con los indicadores económicos en los casi dos años de administración de Alberto Fernández? Idesa los expone de esta manera:

• El Índice de Precios al Consumidor (IPC) creció 91%.

• El dólar oficial creció 67%.

• Las tarifas de luz y gas que pagan los consumidores residenciales crecieron 11%.

La exposición de esos tres indicadores nos permite vislumbrar cuál será el rumbo de las medidas que puede llegar a adoptar la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda en el corto plazo. El cepo cambiario, en sus distintas versiones, continuará en la medida que no haya una buena liquidación de dólares. Lo más probable es que al gestión deba esperar hasta marzo, cuando empiece la parte más importante de la liquidación del sector agroexportador. La inflación seguirá comiéndose el poder adquisitivo del salario y este fenómeno no puede ser detenido por ninguna fijación de precios impuesta al sector privado. Por el contrario, esas presiones llevan a incrementos en los valores de los artículos de primera necesidad, algo que se está observando en los últimos días. Y surge otro factor que, en las próximas semanas, volverá a la luz: la actualización de las tarifas de los servicios públicos privatizados. Según la entidad que dirige el economista Jorge Colina, es un tema central ya que buena parte del déficit se explica por el crecimiento de los subsidios. En 2019 los subsidios a la energía representaban el 1,1% del PBI, mientras que este año estará en el orden del 2,4% del PBI. Tomando la proyección oficial que espera terminar el año con un déficit fiscal primario de 4,3% del PBI, los subsidios a la energía representan más de la mitad del rojo fiscal, expone. Devaluar el dólar oficial manteniendo las tarifas congeladas aumentará los subsidios. Como los subsidios se financian con emisión, que la gente rechaza, aumentarán las presiones sobre la inflación. Por lo tanto, el valor del dólar se seguirá atrasando a pesar de la devaluación. Así, la devaluación, en lugar de corregir el atraso del dólar, acelerará la inflación restableciendo el atraso. Es el círculo vicioso del que no puede salir aún la Argentina.

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