Sexualmente hablando: parecidos

Sexualmente hablando: parecidos

17 Octubre 2021

Por Inés Páez de la Torre

Las similitudes físicas entre las parejas fueron registradas por primera vez en 1903 cuando investigadores encontraron patrones que se relacionaban en altura, movimiento del brazo y largo del antebrazo izquierdo. Pero eso no es todo… estudios posteriores registraron similitudes en el “largo del lóbulo de la oreja”.

Mucho más acá en el tiempo, en un trabajo muy interesante, los participantes debían ordenar por pares, basándose en las apariencias, las fotografías de individuos a los que no conocían. Curiosamente, estos completos extraños lograban combinar de una manera sorprendentemente acertada una alta proporción de parejas reales. Y, cuando no lo hacían en el primer intento, su segunda elección casi siempre coincidía.

Hipótesis causales

Una de las explicaciones posibles para esta tendencia se relaciona con las conclusiones de un trabajo en el que se analizó a tres generaciones del pueblo de Framigham, en Massachussets, empezando en 1948. Indagaron en el genoma de 800 parejas para encontrar las características de su herencia genética. La sorpresa fue comprobar que aquellos cuyo origen estaba en el Norte y el Sur de Europa terminaban uniéndose con personas con los mismos antepasados. De alguna manera, aunque sin saberlo, habían buscado perpetuar su herencia genética (lo que las llevaría a sentirse atraídas por los parecidos).

Otra hipótesis apunta a que en realidad nos inclinamos por alguien “familiar”, que nos recuerde a alguno de nuestros padres (por ende a nosotros mismos).

Y una tercera, sobre todo en los casos de vínculos de larga data, es que la convivencia nos lleva, sin proponérnoslo, a imitar los gestos, tonos y expresiones del otro. Lo cual terminaría por asemejarnos, aunque en un principio hayamos sido muy distintos.

El atractivo

No hay evidencia de que las parejas que se parecen duren más o que tengan una relación más satisfactoria que las que no (aunque Sting y Trudie Styler -foto- podrían ser citados como una prueba contundente). Lo que sí se ha sugerido es que la similitud en el atractivo es un factor de importancia. Tanto, que en los viejos manuales para asesores matrimoniales se recomendaba fijarse si uno de los miembros de la pareja con problemas era notoriamente más atractivo que la otra parte, ya que esta discrepancia podía ser la causa de sus dificultades.

De ahí que no sea tan frecuente encontrar parejas cuyo nivel de atractivo desafine demasiado. Los expertos afirman que cuando elegimos partener, nuestro deseo de superarnos se ve “nivelado” por un mecanismo de autoprotección contra el rechazo, por lo que terminamos inclinándonos por alguien cuyas posibilidades de seducción se equiparan a las nuestras, como si tendiéramos a una igualdad de cualidades. Es más, se dice que cuando los atractivos son muy diferentes, aparecen otros factores “compensatorios”: estatus socioeconómico, poder, fama, talento, etcétera.

De la misma manera, cuando ambos miembros de la pareja son buenos comunicadores, el parecido en cualquier sentido pierde gran parte de su importancia.

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