De la historia tradicional a otra enseñada en “clave tucumana”

De la historia tradicional a otra enseñada en “clave tucumana”

Gabriela Lupiañez explica por qué es importante cambiar la forma en la que se transmiten los relatos y las efemérides. Pone como ejemplo el concepto de independencia, modificado entre 1810 y 1816.

LA INDEPENDENCIA. Se juró en Tucumán en 1816. En mayo de 1810 el panorama era distinto.  LA INDEPENDENCIA. Se juró en Tucumán en 1816. En mayo de 1810 el panorama era distinto.

¿Cómo se enseñan y se aprenden las efemérides? ¿Cuáles son los discursos predominantes cuando nos referimos a las fechas patrias y a las figuras de nuestro pasado? Un grupo de historiadores advierte la necesidad de revisar muchos de estos conceptos y empezar a pensarlos en clave tucumana. Varias de estas conclusiones integran un dossier publicado en la revista Historia para todos, en el que trabajaron Pablo Mena, Georgina Abbate, Marisa Davio y Gabriela Lupiañez. El dossier brinda material de trabajo a los docentes y la propuesta es trasladar estas ideas al sistema educativo. Lupiañez, que es Doctora en Ciencias Sociales y profesora de Historia en la UNT, explica por qué es tan importante este enfoque.

- ¿Cómo es esa transmisión de las efemérides patrióticas a las que se refieren?

- Al día de hoy se sigue replicando una historia tradicional en los medios de comunicación, en los actos oficiales y en la escuela. Y lo cierto es que los investigadores vienen haciendo una revisión de la historia argentina desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, hace unos 20 años empezó a revisarse el proceso de la Independencia. La propuesta es pensar cómo llevar a un público más general, y sobre todo a la escuela, los resultados de estas nuevas formas de mirar ese período.

- ¿Qué nos está diciendo esa “historia tradicional”?

- Que la vocación de independizarse encuentra su forma de salir a la luz a partir de 1810. Y a partir de ahí empiezan las complicaciones para entender cuáles eran las diferencias entre lo sucedido en 1810 y 1816. Es un relato que habla de algo centrado en Buenos Aires, mientras el resto de los pueblos que componían el Virreinato del Río de la Plata parecen acompañarlo de manera lineal. Entonces ves: Tucumán-Batalla de Tucumán-soporte a la Independencia; Mendoza-Cruce de los Andes. Pero en realidad estamos invisibilizados.

- ¿Cuáles son las nuevas miradas que se están abordando?

- Las nuevas corrientes historiográficas se dan cuenta de que el proceso empieza antes y no en el territorio americano, sino cuando el rey de España es apresado por Napoleón Bonaparte. De 1808 a 1810 tenemos una monarquía hispánica sin rey, pero organizada por medio de Juntas que gobernaban en su nombre. Pero también es importante mostrar que la alternativa de independencia, tal como la entendemos hoy, no fue la única y ni siquiera la primera que se planteó en 1810, y no tenía en los orígenes la idea de una nación argentina.

- ¿Cómo se llega a estas conclusiones?

- La historiografía empieza a escuchar qué dicen los contemporáneos, y qué quieren decir con lo que dicen, a qué lenguajes apelan, qué sentido tenían las palabras que usaban: independencia, pueblo. Se empieza a descubrir que no necesariamente significaban lo mismo. Independencia en 1808 era independencia de los franceses, y de los ingleses y portugueses que amenazaban el territorio. En 1810 independencia podía significar no aceptar las autoridades que gobiernan en nombre del rey, exceptuando el grupo morenista.

- ¿Hay ejemplos?

- Cuando Tucumán manda a Buenos Aires su representante a la Junta Grande, que era Manuel Felipe Molina -hermano del Obispo Molina- lleva instrucciones que no hablan de independencia, sino de mantener las leyes existentes.

- ¿Qué sucedió después?

- En 1812 Moreno había muerto, pero los morenistas vuelven a hacerse fuertes. Ya estaba San Martín aquí y vuelve a hablarse del tema. Es cuando se reúne la Asamblea del Año XIII, constituyente y soberana. Pero no declara la independencia. Otro ejemplo: las instrucciones que desde Tucumán llevaba Nicolás Laguna, delegado a la Asamblea, no hablaban de independencia. Tucumán no la quería, no de la forma en que la entendemos ahora. ¿Por qué? Acababa de pasar la batalla, que había requerido una fuerte inversión de tiempo, de gente, de dinero y de materiales. Por otro lado, la Capitanía de Venezuela había declarado su independencia y le estaba yendo mal. Todo tenía su costo. Es entre la Asamblea del Año XIII y el Congreso de 1816 que la independencia toma la forma de emancipación del rey y de España, con la intención de formar un cuerpo político nuevo. Eso es mucho más parecido a lo que interpretamos hoy en día.

- ¿Cómo funcionan estos mecanismos de la investigación histórica?

- La historiografía se revisa constantemente a sí misma, encontrando nuevos planteos, es algo dinámico. Durante el Bicentenario traté con gente que me dijo “nosotros venimos a rescatar la verdadera historia”. Me pregunté: ¿quiénes son ustedes? ¿Cuál es la verdadera historia? Desde el punto de vista científico la verdadera historia no existe; lo que existe es una construcción, que tiene un método validado de análisis de las fuentes, puesto a consideración de otros colegas. Es un conocimiento que se va construyendo y constantemente se va revisando.

- ¿Y qué efectos tiene, hablando de las efemérides?

- Es un punto de diferencia entre la historiografía y la memoria. Las efemérides se plantean para nutrir una memoria. La memoria, por ejemplo, remite a una nación preexistente que aflora en 1810, mientras la historiografía cuestiona esa certeza. Se aproxima de otra manera al pasado. La historiografía puede aportar a la construcción de esa memoria nacional desde otro lugar. Para empezar, mostrando estas cuestiones: no estábamos predeterminados a ser una nación, había alternativas, los contemporáneos eran personas de carne y hueso con intereses y que debieron tomar decisiones con sus recursos simbólicos culturales, que no son los de hoy.

- ¿A qué se apunta entonces con esta propuesta?

- A construir un relato histórico sobre fundamentos científicos, un pensamiento controlado que aporte a comprender mejor el pasado para visibilizar a los pueblos y a quienes vivían en ellos. Miremos la Batalla de Tucumán: estaban las elites, pero también un montón de gente que vino del campo a pelear, y a la vez los artesanos, los negros... Hay mucho por conocernos. Plantear esta cuestión de las efemérides nos ayuda a pensarnos de otra manera, con las herramientas que nos provee esta nueva historiografía que no suele encontrar los canales para llegar a un público mayor.

- ¿Qué metas se plantearon?

- La aspiración es llegar a la mayor cantidad de niveles posibles. Hemos trabajado con docentes dando cursos de extensión y charlas, proveemos material por escrito... Tranquilamente se puede trabajar desde el jardín de infantes hasta la universidad. También estaría bueno que los historiadores interesados en estas cuestiones podamos desarrollarlas con la colaboración de pedagogos.

- Son temas que siempre generan resistencia, ya desde el momento en que se habla de revisionismo.

- La resistencia está porque se cuestionan certidumbres con las que una se crió. Es como que te cuestionen tu nombre o quiénes son tus padres. En todo lo referido a la identidad se juegan otras cosas. Pero creo que hay más gente dispuesta a escuchar lo nuevo, que le haga ruido y se ponga a pensar. Y hay gente menos dispuesta. Creo que lo que falta es debate, instancias para sentarnos a dialogar. En el ámbito educativo, al momento de capacitar la cuestión es tener los recursos necesarios para sacudir a tus interlocutores, ya sean docentes o alumnos, y cuando encontrás esa tecla es maravilloso.

La especialista

Gabriela Lupiañez es Doctora en Ciencias Sociales (orientación Historia); docente en la UNT y en la Universidad de Jujuy; Master en Historia del Mundo Hispano (Madrid/CSI); y acredita estudios de posgrado en Ciencias Políticas (Flacso/Buenos Aires).

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios