Salir del pensamiento binario

Salir del pensamiento binario

Los gremios docentes, no sólo del país, sino de todo el mundo, coinciden en que hay que cerrar las aulas porque el virus mata. ¿Se le puede achacar egoísmo a los sindicatos por cuidar la salud de sus trabajadores? No, ellos hacen su trabajo. Su tarea no es arriesgar la salud de sus afiliados sino defender sus derechos. Eso no impide que padres y organismos internacionales como Unicef, Sociedad de Pediatría y Cippec aclaren que los riesgos no están precisamente en el interior de las escuelas, sino afuera. De hecho, no hay personal más estricto en hacer cumplir las normas que el docente. En la mayoría de las escuelas el protocolo se cumple a rajatabla, y si no fuera así ya lo sabríamos porque los padres son los primeros en quejarse. El contagio está en los alrededores de los establecimientos (que están en condiciones para funcionar), en el transporte público de pasajeros, en los almacenes, en el súper, en los bares, en todo aquello que sigue abierto sin tanto protocolo como el de la escuela.

Quizás haya que ser más riguroso en las penalidades para aquellos a quienes no les importa la salud de los demás.

Volviendo al tema escuela, los chicos necesitan salir de sus casas, conectarse con otros compañeros, sociabilizar y aprender con sus pares y con alguien que no es su familiar, dicen los expertos. ¿Tiene que darse esto necesariamente en las escuelas? El protocolo de Nación dice que no. Deja abierta la posibilidad para que se enseñe en otros lugares como clubes y espacios amplios cuando los establecimientos no están en condiciones.

Pero no solo están las necesidades del niño. También cuentan las de sus madres, que en el 85% de los casos, según Unicef, son las que ayudaron en las tareas en casa durante el aislamiento de 2020. El 57% de ellas -según la misma fuente- sintió una gran sobrecarga en sus espaldas por tener que hacer las tareas domésticas y, además, trabajar.

“Afuera hay un virus que mata”, nos recordarán los gremios docentes.

¿Se puede pegar un salto desde la casa y llegar a las escuelas? No. Sin embargo, el experto en educación Alieto Guadagni recrimina que “no hemos protegido bien a los pobres. Porque el mayor costo es la desigualdad en las familias más pobres que no tienen acceso a la conectividad. El cierre de las escuelas, incluso temporal, provoca grandes costos sociales y económicos” (LA GACETA, 26/4).

Con la mano en el corazón: ¿los chicos de clases acomodadas toman el colectivo para ir a la escuela o los llevan sus padres en el auto? Por el contrario, los chicos de las clases más vulnerables no eligen la escuela a la que quieren ir, van a la del barrio. En estos casos es el docente es el que se expone para ir al establecimiento, especialmente los profesores taxis que van de escuela en escuela y que además usan el transporte público. Son ellos los que, a contrapelo del objetivo de la burbuja, cuando se contagian no pueden saber dónde contrajeron el virus y dejan detrás de sí un burbujeo imposible de determinar.

Pero sin conectividad, en los barrios vulnerables los niños y jóvenes necesitan la presencialidad. Por eso en 2020 los docentes hacían “vaquitas” para regalarles un bolsón de datos a los chicos más pobres. Y cuando no alcanzaba para todos hacían un sorteo y estudiaba el que tenía suerte.

Se repartieron cuadernillos elaborados en Buenos Aires por el Ministerio de Educación de la Nación. No es lo mismo que si lo hubieran hecho los propios docentes. Es cierto que es mejor eso a nada. Pero en estos barrios vulnerables la ausencia del docente es lo más parecido a la nada.

Por eso la Sociedad Argentina de Pediatría dice que “es necesario que las autoridades asignen recursos y diseñen estrategias dirigidas a garantizar un acceso equitativo a la educación para todos los niños, niñas y adolescentes del país”.

La SAP no dice “a todos”, habla de “un acceso equitativo”. No pretender que se dé a todos lo mismo, sino a cada uno lo que “merece en función de sus méritos o de sus condiciones”, como dice la RAE.

Los paliativos en tecnología y conectividad deberían tener la misma importancia para el gobierno que un bolsón de comida. El hambre es urgente, es cierto, pero la educación también. ¿Hay algo que justifique tanta energía derrochada en discutir si abrir o cerrar las escuelas? En el AMBA la Corte Suprema de Justicia va a fallar cuando el decreto presidencial pierda vigencia. Como dicen las nuevas generaciones habría que empezar a dejar el pensamiento binario para empezar a buscar soluciones individuales, más ajustadas a las necesidades de cada comunidad. Porque si hay algo diverso en este país es la realidad de las escuelas argentinas.

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