Los salares de la puna esconden bosques microscópicos

Los salares de la puna esconden bosques microscópicos

Buscan medir la capacidad de esos lugares para producir oxígeno y ser sumideros de carbono, claves contra el calentamiento global. Probiótico agrario.

BAJO LA SAL. Millones de microorganismos lanzan oxígeno a la atmósfera. BAJO LA SAL. Millones de microorganismos lanzan oxígeno a la atmósfera. GENTILEZA MARÍA EUGENIA FARÍAS
21 Octubre 2020

“Durante la última década estudiamos muchos salares, y además de ecosistemas microbianos de enorme valor científico y biotecnológico descubrimos también que funcionan como bosques”, cuenta María Eugenia Farías, directora del Laboratorio de Investigaciones Microbiológicos Lagunas Andinas (Limla/Proimi).

Resulta que bajo la costra de sal, donde todo parece estéril, millones de microorganismos realizan fotosíntesis en forma muy eficiente, y así producen O2 y captan CO. “Como las condiciones son tan extremas por la altura, la radiación UV y el frío, el ‘bosque’ se esconde bajo la sal”, explica.

“En febrero de 2019, en colaboración con Microsensor Group-MPI, medimos in situ diferentes zonas del salar de Antofalla (3.300 msnm) y encontramos esa enorme capacidad fotosintética de los microorganismos extremófilos, que trabajando así son potenciales sumideros de dióxido de carbono”, agrega

“Nuestra hipótesis es que microhábitats de los salares favorecen la fotosíntesis de organismos genéticamente adaptados, capaces de fijación de CO2 con estrategias muy eficientes, lo que hace a los salares importantes sumideros de carbono”, añade.

El objetivo del proyecto es evaluar y cuantificar a nivel regional el impacto de la fotosíntesis de los ecosistemas extremófilos que viven bajo de la capa de sal. Se usará como modelo la zona de Laguna Verde, al norte del Salar de Antofalla (Catamarca).

Pero la historia de os extremófilos tampoco termina aquí: pese a tenerlo todo en contra, en las cercanías de los salares crecen plantas, “y ellas nos decían a los gritos que habían tenían la manera de lograrlo”, cuenta Farías. Las “escucharon” y hallaron la respuesta: lo logran con ayuda de bacterias asociadas a las raíces (rizósfera).

“Aislamos esas bacterias y logramos un desarrollo biotecnológico que permite a la soja crecer suelos salinos y mejora rendimiento en suelos fértiles”, cuenta la biotecnóloga Carolina Belfiore

El hallazgo se convirtió en una start up formada por científicas del Limla (Farías, Belfiore y Elisa Bertini, también biotecnóloga) y el emprendedor Franco Martínez Levi, y ya ganó un concurso para financiamiento en la incubadora de GridX exponential. “El objetivo es desarrollar bioinoculantes para aumentar el rendimiento de cultivos en suelos fértiles y permitirlos en suelos degradados”, explica Bertini.

La tecnología que desarrollaron fue la base para fundar la empresa Ckapur, que en lengua kunza -que se hablaba en Atacama antes de la llegada del aymara y del quechua- significa ‘alto y grande’.

“Son como probióticos para el agro -explica Bertini- a parir de los microorganismos que aislamos, y que naturalmente fijan nitrógeno, solubilizan fosfato, suministran hierro, producen fitoestimulantes e inhiben a fitopatógenos en los salares”.

“¿Se imaginan una salina produciendo soja como si fuera la pampa húmeda, no tener que usar fertilizantes y evitar así la contaminación de suelos y aguas? ¿Se imaginan recuperar suelos degradados, poder volver a usarlos y no seguir desforestando? -pregunta entusiasmada Farías-. Creemos que todas nuestras preguntas tienen una respuesta. La naturaleza tiene las herramientas; sólo hay que saber comprenderlas, y para eso esta la ciencia”.

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