Fase 1 es la mala palabra

Fase 1 es la mala palabra

Con 1.000 contagios y unos 20 decesos diarios, Tucumán está en el peor escenario. Las autoridades se lo veían venir: hace dos semanas las ministras de Salud, Rossana Chahla, y de Gobierno, Carolina Vargas Aignasse, mostraron esa contradicción: una decía que, técnicamente, los médicos aconsejaban la cuarentena (la temida fase 1) y la otra reconocía que era difícil el regreso en una sociedad devastada económicamente y harta de encierro. Esa contradicción fue creciendo y quedó marcada este fin de semana en la resolución del COE sobre Tafí del Valle: se autorizaba a que viajen y permanezcan los turistas con reservas, pero los dueños de casas (los llamados "veraneantes") no podían quedarse más de una jornada, con lo que se llegó al absurdo: podían subir al valle a las 8, por ejemplo, pero debían regresar antes de las 15 del mismo día. Obviamente, nadie hizo caso. Tampoco la autoridad se animó a hacer cumplir a rajatabla su resolución. Los controles del fin de semana fueron livianos, con la excusa de que se estaba "concientizando".


Está claro que en el fondo se teme lo que pasó en Jujuy, donde el Gobierno ordenó la vuelta a fase 1 y los comerciantes no hicieron caso. En ese sentido, el decreto presidencial pidiendo que Tucumán (y del interior del país, donde se está dando la mayoría de los contagios) profundicen el aislamiento ayudó al gobierno de Juan Manzur, pero también la protesta masiva del "banderazo" debe haber influido en la indecisión para tomar medidas a lo largo de la jornada del feriado. Fase 1 es la mala palabra. No es que no tengan conciencia de la gravedad del problema -el sistema de salud está llegando al punto crítico de no poder dar respuestas- sino que no tienen claro cómo van a convencer a la sociedad sin que eso genere rechazo y protestas generales. Perder autoridad implicaría el peligro de que la sociedad se mueva según las normas del sálvese quien pueda.

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