Cartas de Lectores
Cartas de Lectores
09 Mayo 2020

Creer o reventar

No sé a qué categoría pertenezco; si a la de los superticiosos, creyentes, cabuleros, fanáticos o los paranormales; de lo que sí estoy seguro es que jamás me bajo de la cama a la mañana con el pie izquierdo; los primeros de agosto no me falta el té de ruda; los martes 13 trato de no salir; cuando se rompe un espejo es mal augurio. Esto se acrecentó con este aislamiento … en Semana Santa, como no había olivos, me bendijeron por la tele; puse ramos de eucaliptos en las puertas y les repartí a mis hijos; tengo una buena provisión para hacer vahos y sahumar toda la casa, contra el corona y el dengue; al entrar a mi casa hay un trapo para pisar impregnado con lavandina; los pañuelos blancos, por pedido del Papa Francisco, está en todas las puertas y por si acaso -es barato y nada se pierde- antes de dormir hago gárgaras y tomo té caliente con bicarbonato, limón y sal. Le pido que relea y me diga en cuántas cosas coincidimos. Eso me ayudará a sacar de mi mente la idea de ir sacando turno con el psiquiatra. El dicho popular nos dice: creer o reventar. Yo no creo en brujas, pero…

Francisco Amable Díaz

Pedro G. Sal 1.180 Barrio 20 de Junio

San Miguel de Tucumán

La nueva versión de Gepetto

“El mundo ya no será el mismo”, “habrá un antes y un después de este hecho”,  “Esta es una oportunidad de cambios profundos”, “El cambio llegó para instalarse”. Estos son titulares frecuentes ante la dolorosa y lamentable pandemia del coronavirus que ya ha causado 80.000 muerte.  Estos titulares han sido aplicados una y otra vez en la historia ante hechos significativos y el tiempo se encarga de desmentirlos. No cambiamos al haber sido expulsados del VIP del universo por Nico Copérnico, ni cuando fuimos reempadronados sin un origen celestial por Darwin, ni al presenciar el alunizaje del Apolo XI; tampoco al sobrevivir a la terrible The Lehman Brothers jazz band. ¿Tal vez a esos acontecimientos le faltaron víctimas para hacernos cambiar? Parece que los 35 millones que se llevó el sida hace muy poco, los casi dos millones por año que fallecen por accidentes de tránsito, los seis millones de niños que mueren de hambre y de situaciones evitables por año en el mundo (uno cada tres segundos), tampoco lograron sensibilizarnos, menos cambiarnos. ¿Y si contemplamos otras cifras actuales? Formamos parte de una sociedad que generó y preserva a 1.300 millones de personas que viven debajo de la línea de pobreza sin agua potable, que tolera que la mitad de la población de todo el planeta sobreviva con el equivalente a menos de dos dólares diarios, que el 1% de la población del mundo concentre el 82% de la riqueza global; una sociedad que tira el 30% de los alimentos en condiciones; que estamos en el umbral del punto de no retorno con el calentamiento global; que dos de cada tres adolescentes no terminan la secundaria, etc. Si no cambió la sociedad con estos embates, ¿en qué nos basamos para afirmar que estamos en un momento bisagra en la historia por la aparición del coronavirus? ¿Es creíble que el cambio proclamado de una sociedad más justa, con igualdad de oportunidades y respeto por la dignidad humana finalmente vendrá? Ardua tarea de la mayéutica psicoanalítica para impedir la nueva versión mejorada de Gepetto.

Héctor Ricardo Páez

Crónica del largo regreso a casa

Para qué hablar de la espera en el exterior, miles de dudas que jamás tendrán respuesta. Tenía fecha de regreso el 19/03 y logré regresar el 04/05. Me referiré al tramo desde la llegada a Ezeiza. Aterrizamos a las 19.30; comenzó el descenso de manera ordenada. Luego de hacer los trámites migratorios y de aduana, que fueron bastante eficientes y durante los cuales todo el personal no escatimó en sonrisas y saludos reconfortantes de bienvenida, nos dirigimos a retirar el equipaje. Todo perfecto hasta allí. Luego, al hall de salida, donde había un escritorio con jóvenes tomando datos a cada uno, armando nuevas listas, que a mi entender, después de haber llenado numerosos formularios y teniendo los listados del vuelo, ya deberían haber estado listas y  ordenadas. Allí debíamos esperar que nos llamaran por provincia. Esta fue la primera etapa del transporte de ganado, pues no había dónde sentarse; no había más que un McDonald’s donde el menú más económico era de $ 450 y sólo aceptaban efectivo, lo que se transformó en un verdadero problema para chicos sin efectivo. Allí también había máquinas expendedoras de agua de las que por recomendaciones previas debíamos proveernos. A las 23.15, casi cuatro horas después de aterrizar, y comiendo en el piso lo que se podía, nos dirigieron por regiones a cada uno de los micros. Allí vi cómo los cordobeses salieron todos en un micro directo a su ciudad (seguramente gestión del gobierno de Córdoba, al cual felicito); luego vi que salía otro micro con mendocinos, sanjuaninos y salteños (esto me llamó la atención), que iba también con media capacidad de pasajeros. Luego salió otro micro al sur por Bahía Blanca hacia Neuquén… y por último nos tocó el turno a los tucumanos, que éramos 26. Subieron a una joven santiagueña y a ocho puntanos. Ahí me pregunté ¿cómo? ¿Puntanos con nosotros? Si adelante fue un micro con mendocinos y sanjuaninos por la misma ruta. Bueno, sin explicación. Así viajamos hasta San Luis, desviándonos 700 km para dejar a los amigos puntanos. En el trayecto nos detuvo un patrullero aproximadamente a las 2 de la mañana y no sé por qué razón, cerca de una hora. Continuamos y tipo 4 de la mañana paramos en una estación de servicio. Había gente que necesitaba ir a un baño de manera urgente, pero llegó la Policía y prohibió bajar a utilizar los baños. Así continuamos hasta el límite Buenos Aires-San Luis, en donde sin ninguna explicación racional estuvimos detenidos cinco horas esperando a la autoridad responsable para que autorice el ingreso del micro a la provincia.  Delante nuestro y para peor, se encontraba el micro con los mendocinos y sanjuaninos en los cuales tranquilamente hubiesen podido ir los ocho puntanos y evitarnos esa ruta. Incluso los salteños que viajaban allí deberían haber viajado en nuestro micro y así muchas menos horas de espera para todos. En ese lugar tampoco nos permitieron utilizar los baños bajo el argumento que no había agua o que estaban clausurados, hasta con violencia verbal amenazante. Un policía me obligó a retornar al micro al acercarme por segunda vez a solicitarle permiso de utilizar los sanitarios para la gente que lo necesitaba. Después de cinco horas de espera continuamos hasta La Junta, donde hay una fantástica ciudad universitaria en donde los puntanos irían a hacer la cuarentena con todo pagado por el gobierno de San Luis.  Allí sí, la Policía, junto al responsable del complejo, nos permitió acceder a los sanitarios. Fue la única vez en 37 horas. Continuamos viaje y gracias a la buena disposición de los choferes y la Policía que nos acompañaba pudimos acceder a comprar sándwiches de milanesa o pizzas y gaseosas, que nos vinieron muy bien ya que era la segunda noche en el micro. Continuamos hasta llegar a Santiago del Estero, en donde el trámite fue el más ágil y prácticamente sin demoras.  De allí a Tucumán y por Dios otra vez parados en el acceso a la provincia cuatri horas más, hasta que la autoridad autorice el ingreso, cosa de locos, como si fuésemos una sorpresa, como si no supiesen que veníamos viajando ya hacía más de 34 horas. Nunca aceptaré ninguna explicación a este respecto pues seguramente no la hay. Sólo improvisación y falta total de consideración. Una vez que ingresamos nos dirigimos a la terminal de Ómnibus de Tucumán, en donde nos esperaba personal del Siprosa, el cual cumplió atentamente su función y nos explicó sobre el reciente cambio en el protocolo por el cual debíamos optar por hotel pagado por nosotros, un albergue público o un hospital. Otras barbaridades: se imaginan elegir un hospital con todas las posibilidades de contagiar o ser contagiado. Al final todos optamos por el hotel. Una vez allí chocamos con que no se nos proveía de alimentos y había muchos chicos sin dinero o con dificultades, por la distancia de sus familiares de proveérselo. Por suerte mediante gestiones por intermedio del amable encargado de las comidas de los hospitales, el Siprosa autorizó la provisión de alimentos, los cuales -hay que reconocer- son muy buenos en calidad y cantidad. También mi reconocimiento al personal del Sipros que día a día está a nuestro servicio en el hotel atento a todas nuestras necesidades. Para ellos mi más sincero agradecimiento. Esperamos se cumplan los términos preestablecidos para el hisopado y así poder continuar la cuarentena responsable en nuestros domicilios. Con este relato, lejos de pretender victimizarme, es mi intención movilizar a las autoridades provinciales y nacionales, en función de los miles de argentinos que deberán pasar esta situación, para que procuren con medidas simples mejorar para ellos lo vivido por nosotros.  

Leonardo Héctor Leiro

Cultura y deporte

¿Cuándo saldrán petitorios a favor de la cultura por parte de los políticos tucumanos, solicitando apoyo para los artistas? Nunca se jugaron para avalar subsidios en las distintas expresiones del arte y vemos que el deporte es el que tiene poder y se perfila como si  fuera lo que moviliza e identifica a un país. Si se puede invertir los valores, ¿Vamos por buen camino? Entonces, reflexionemos, en bien de todos los que defendemos la identidad de los argentinos.

Carlos Rubén Ávila

Excepciones a la cuarentena

¡Qué ordenada la cuarentena con distanciamiento social y barbijos para combatir la pandemia covid-19! Se vio el maltrato dispensado contra nuestros ancianos y el motivo de tal agravio, fue el pago de sus haberes jubilatorios. Luego, varias extensiones de la cuarentena, destinadas a promover parcialmente las actividades comerciales, industriales y bancarias; todo muy organizado, a pesar de que se habla de picos de contagio para el mes de junio. También se debe autorizar como excepción a la cuarentena la apertura de las Iglesias para la celebración de la Santa Misa, en forma organizada. Se pueden fijar días y horas para la celebración, valiéndose de los medios y redes de comunicación social para la inscripción previa de los interesados, en el número de participantes que puedan ocupar el templo, respetando el distanciamiento y con barbijos. Existen los medios y la capacidad para fijar de común acuerdo las reglas que hagan posible la reapertura de los templos y de la celebración de las misas, ya que si se puede hacer para ir al banco y actividades comerciales, también puede hacerse para ir al templo.

Pedro Isaac Pabon

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