Desde el balcón

Nada es casual en la política. Ni las bromas. Cuentan que apenas llegaron los invitados a la reasunción del gobernador Juan Manzur, de a uno fueron preguntando si la concentración de la plaza Independencia podría derivar en una trifulca como la del jueves pasado, cuando líneas internas del PJ se trenzaron en medio del cierre de campaña del Frente de Todos. “No va a pasar nada; esta vez les escondimos los palos para que no se agarren”, fue el irónico comentario de un alto funcionario cuando la inquietud iba creciendo en los alrededores del teatro Mercedes Sosa, donde reasumieron Manzur y su vice Osvaldo Jaldo, y donde el PJ tucumano le rindió ofrendas al presidente electo Alberto Fernández.

La mala imagen de aquel jueves, sin embargo, había quedado en la retina de los visitantes, y también en parte del electorado que el domingo fue a votar. En el oficialismo admiten que aquel incidente tuvo un costo político, sólo disimulado por un triunfo por más de 240.000 sufragios o una diferencia de 24 puntos respecto de Juntos por el Cambio. En la categoría para presidente, al oficialismo local le fue un poco mejor que las PASO, pero el macrismo pudo reducir aquella diferencia de las primarias que le hacía temer por la pérdida de la segunda banca para diputado nacional.

A Manzur poco le importó el resultado final. Observó que el objetivo había sido alcanzado: que Alberto Fernández se convierta en presidente de la Nación, ese mismo hombre que el 18 de mayo fue uno de los primeros en darle su apoyo y que el 4 de junio lo visitó en aquel sanatorio porteño, cuando el ex jefe de gabinete kirchnerista fue internado por una dolencia. Los gestos entre ambos continuaron. Manzur rearmó la liga de gobernadores y convocó a los principales referentes de la CGT para que se encolumnen tras la figura de Fernández. Como pago de esos favores, el ahora presidente electo se jugó por el jefe del Ejecutivo tucumano y dejó de lado al senador José Alperovich en las provinciales del domingo 9 de junio. Y la relación se fortaleció. El 25 de junio, Fernández vino a Tucumán para iniciar la campaña con vistas a las PASO. Y así se sucedieron encuentros.

Faltaba la foto emblema. Fue la del martes, cuando Fernández salió al balcón de la Casa de Gobierno provincial para hablar a la militancia. Fue un bálsamo, pero también una línea divisoria sobre el trato que la fórmula ganadora debe brindar a los gobernadores y a los sindicalistas, base de sustento del triunfo contra Macri. En pleno Salón Blanco hubo un comentario que desencajó a varios visitantes. “Esto es lo que tendría que haberse visto el domingo por la noche”, comentó uno de los referentes nacionales que asistió a la reasunción de Manzur. Aquella noche, en Chacarita, cuatro mandatarios provinciales habían recorrido más de 1.000 kilómetros para saludar al ganador. Sin embargo, terminaron recluidos en un patio cervecero, sin aparecer en los créditos de la película del triunfo, atrás de la fórmula Alberto y Cristina Fernández. Algunos reconocieron que no los dejaron subir al escenario; otros, como Manzur, callan. El silencio dice más que las palabras. El acto del martes puede ser interpretado como una respuesta al “ninguneo” del domingo. La postal del acto fue la prueba: gobernadores, principales referentes nacionales, intendentes del conurbano bonaerense y sindicalistas detrás del presidente y del gobernador convocante. Esa imagen tuvo una dedicatoria: el kirchnerismo que organizó el mitin dominguero. Por las dudas, Alberto Fernández repitió el mantra: “gobernaré a la par de los 24 gobernadores”. Cristina Fernández estuvo casi ausente en los cánticos de la militancia. Alberto ocupó el centro de la escena en un escenario en el que el peronismo marcó la cancha. Más allá de esa interna justicialista, los equipos técnicos del Frente de Todos y de la gestión Manzur ya comenzaron a trabajar en el diagnóstico de situación de la provincia, con vistas a reactivar planes que tiendan a financiar los principales servicios. La obra pública es la principal materia a atender. Pese al abultado presupuesto local (cercano a los $ 140.000 millones), no hay partidas que puedan motorizar los trabajos por el peso del gasto en Personal. Manzur cree que la gran mano de la Casa Rosada le ayude a activar no sólo esas obras, sino la generación de empleo. Esa es la meta.

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