Las obras de Sacriste en el marco del patrimonio tucumano

Las obras de Sacriste en el marco del patrimonio tucumano

Aunque la selección es acotada, desde hace algunos años son varias las viviendas de Eduardo Sacriste que se convirtieron en objetos de estudio para alumnos de diferentes universidades del país. Desde Buenos Aires, Rosario y otras ciudades son frecuentes las visitas de estudiantes y profesionales que quieren conocer in situ las obras del gran maestro e indagar sobre su estética y los planos trazados.

Pero aquí la cuestión presenta una paradoja. Las construcciones de Sacriste, que representan joyas didácticas invaluables para los docentes, no gozan de ningún tipo de resguardo legal para fomentar su preservación o evitar demoliciones y cambios que perjudiquen su esencia arquitéctonica. Este olvido tuvo una consecuencia trágica en 2011, cuando se demolió la casa Diker, construida en 1979 en la calle Santa Fe 664.

El arquitecto y urbanista tucumano Julio Middagh, ya fallecido, lamentaba que las obras más importantes de Sacriste hayan sido paulatinamente remodeladas, ampliadas o demolidas. “Difícilmente se pueda saber qué tiempo va a existir una obra de arquitectura al momento que se termina de construir -escribió Middagh-, pero en el caso de Sacriste aún se trata de obras jóvenes: la más antigua es la casa Terán Etchecopar, de 1936.

Entonces se debiera, mínimamente, declarar como patrimonio esa casa del autor para que sea conocida y valorada por la población”.

Bienes arquitectónicos

En la Ley 7.500 sobre Protección del Patrimonio Cultural y Protección de los Bienes Arquitectónicos de Tucumán sólo están protegidos el Hospital del Niño Jesús y el Centro de Salud Zenón Santillán. Sacriste proyectó el primero y un sector del segundo. El criterio para su inclusión es el plus utilitario de funcionalidad para la sociedad.

Gabriela Logiúdice, representante de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino en la Comisión Provincial de Patrimonio, explica que la preservación es difícil si no tiene un propósito claro: “si el deseo es que las casas se conserven, las pregunta son cuáles, cuántas, las de quiénes y por qué. Además, hay que pensar sobre la funcionalidad que puede ofrecer en el futuro y el proceso que involucra su mantenimiento”.

En 1991, durante una entrevista con LA GACETA, a Sacriste le preguntaron si creía que su palabra era apreciada y valorada. Contestó: “qué va a ser. Recuerdo que en la Facultad estaban estudiando una casa que yo construí en San Javier y nadie fue capaz de darse un paseo de unos cuantos kilómetros para ir a conocerla o de caminar unas cuadras para charlar con sus dueños.

Nadie valora nada. Hay una especie de extravío. Creo que algo se está acabando, pero presiento que también algo está por venir. No se qué es, pero está allí latente”.

La fugacidad de las cosas

Sacriste siempre privilegió el bienestar de la gente antes que la fugacidad de las cosas, incluidas sus construcciones. Hoy muchas de sus casas corren peligro a causa del elevado valor inmobiliario de su ubicación para edificios en altura.

Justo las de él, que solía denunciar que en Tucumán no se edifica para bien de la salud de la población, sino con la mira en la especulación y el capital invertido. “El respeto y cariño a Sacriste -apuntó Middagh- ya no está en muchos de los dueños de sus casas, inclusive algunos no lo conocieron. Queda asumir que alguna vez muchas de ellas desaparecerán”.

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