Copiar, copiar y copiar

Copiar, copiar y copiar

No sé nada de “Abbey Road”. Más bien, no demasiado para posar de nerd. Sé que tres canciones que me parecen geniales están dentro de ese álbum: “Something”, “Come together” y “Here comes the sun”. Bien, bien, pero aquí tenemos que hablar de la tapa del disco. ¡Ah, la tapa de los cuatro cruzando la calle, la que copiaron todos! Ok.

Hay mil anécdotas y nombres propios dando vuelta alrededor de esa tapa: que el fotógrafo; que la idea original; que el auto de atrás; que el diseñador de la ropa; que blah, blah, blah. Lo maravilloso de la cultura pop es que no hace falta ningún dato de esa calaña para disfrutarla. Tampoco hacen falta permisos para imitarla. Sin ir más lejos, todos los turistas que pasan por la esquina de la discográfica EMI, en Londres, repiten la pose de los “fab four” y se sacan la foto. Y no sólo cualquier hijo de vecino. La repitieron los Red Hot Chilli Peppers en un EP de 1988, los argentinos de Kapanga en 1999. U2 también se puso en fila. Se hizo en muñequitos Lego. Se hizo en Los Simpsons, en los Cuatro Fantásticos, en Peanuts. Se hizo en remeras y en afiches. Casi podríamos decir que no hay grupo de personajes populares que no la haya imitando.

Este punto merece una acotación. La tapa de “Abbey Road”, lejos de los rasgos más sofisticados del diseño gráfico, o de la pose cool de otras tapas, parece ser un artefacto bastante sencillo y, sin embargo, singular. Por eso mismo es fácil de copiar. Incluso, no hace falta ningún rigor en la copia. Ni estar en la calle londinense, ni tampoco que los protagonistas sean exactamente cuatro. Puede ser en cualquier parte, o sólo ponernos en fila como que estamos caminando.

Simple y fácil. Ahí tenemos un modelo para repetir ¡a quién le importa si es un gesto original! O, más bien, lo que importa es que no es un gesto original. La V de la victoria con los dedos. Perón, Churchill, la batalla de Agincourt o César después de cruzar el Rubicón ¿a quién le importa?; ¿Quién inventó el corazoncito hecho con las dos manos. ¿Quién hizo la primera selfie? ¡Qué importa!

Cópiala de nuevo

Podríamos decir que la cultura popular es una cita interminable. El pop se caracteriza por su adoración por los íconos y por la apropiación sistemática de sus obras. Un ejemplo más viejo (mucho más viejo) es “La última cena” de Leonardo Da Vinci. Fue copiada cientos de veces. Por Buñuel en “Viridiana”, con heréticos y provocadores malvivientes; por David Lachapelle con personajes urbanos contemporáneos; por Marcos López en una escena de típico asado argentino; en Tucumán por el colectivo Monoambiente en los 2000. El gran predecesor de los contemporáneos, Andy Warhol, la llenó de logos de marcas comerciales. Quien más que él para copiar estereotipos. Él, que quería convertirse en una máquina reproductora de imágenes no originales.

En las últimas décadas salieron de los ámbitos académicos cientos de “papers” sobre la apropiación. En ellos se busca diferenciar la apropiación de la versión, la copia del cover, el remix del mash up. De nuevo ¿a quién le importan esas disquisiciones bizantinas?

Será que el acto de “alcanzar esa zona impersonal de indiferenciación en la que todo nombre propio, todo derecho de autor y toda pretensión de originalidad desaparecen, me llena de alegría”. No lo dije yo, lo escribió un filósofo muy leído el día de hoy, Giorgio Agamben, (p. 28 de “Creación y anarquía”, A. Hidaldo Ed. 2019). Perdón pero no pude evitar citar. O será simplemente que la creación es un asunto colectivo y progresivo.

Quiero terminar esta apología de la copia con una invitación al lector: 1) ingrese usted a ese archivo abierto y en apariencia infinito que es YouTube; 2) ponga en el buscador “Something”, “Here comes the sun” o “Come togheter”; 3) maravíllese con las versiones hechas por Elvis Presley de la primera; Nina Simone de la segunda; o por las de Gary Clark Jr; Joss Stone; Joe Cocker; Arctic Monkeys; Aerosmith y Michael Jackson (¡genial!) de la tercera. La verdad es que son hermosas las haga quien las haga, incluso en su versión con ukelele o las cantadas por amigos de fiesta. Dedíquense a escuchar las mil versiones de esas maravillas y finalmente anímense a hacer la propia.

Vamos… copien... ¡Copien!

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