El fútbol asociado

El fútbol asociado

¿A qué se debe su popularidad planetaria? ¿En qué consiste el poder que tiene ese deporte para provocar sentimientos, ansiedades y hasta entusiasmos? Políticos, artistas, predicadores y periodistas quisieran arrancarle el secreto, aquel mensaje que enfervoriza a los hombres. En su excepcionalidad hay una clave.

01 Julio 2018

Por Hernán Zucchi

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Al margen de los hallazgos arqueológicos, el origen del fútbol parece remontarse a la Edad Media. Pero la práctica intensiva no aparece hasta la Revolución Industrial, es decir, hasta fines del siglo XVIII. Según estudios recientes su nacimiento se produce en medios humildes, sobre todo en zonas industriales. Todo hace pensar que fue primitivamente cultivado por trabajadores. Un pasatiempo, al fin.

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A mediados del siglo XIX comienza a institucionalizarse. Se constituyen clubes de fútbol asociado y de rugby. Pero el fútbol asociado gana más adeptos que el rugby. Este se mantiene como deporte de los colleges ingleses y de nuestros estudiantes secundarios y universitarios. Pero el fútbol es más popular. Lo practican todos y en todas partes.

Inglaterra no sólo exporta tejidos, maquinarias. También difunde su estilo de vida, basado en un trabajo mesurado matizado con descansos y pasatiempos. Mercaderes, traficantes, marineros y turistas llevan el deporte en la sangre. No bien desembarcan en algún puerto se ponen a jugar. Y así se propagó el fútbol entre todos los pueblos del mundo, y también así llegó a fines del siglo XIX hasta nuestras playas.

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Pero esta sucinta reseña de su historia no contesta la pregunta que planteamos. ¿A qué debe el fútbol su inmensa popularidad?

Economía de elementos

Viéndolo bien, juego al fin, se trata de algo convencional. Dos grupos de once jugadores se enfrentan en la cancha. Su misión consiste en impulsar la pelota hasta introducirla en la valla rival. Gana quien más veces logra ese objetivo. Salvo la regla del off side lo demás es simple. Se puede mover la pelota con cualquier parte del cuerpo salvo las manos (y los brazos). Sólo uno de los once jugadores puede hacerlo, pero únicamente dentro del área penal y haciéndola picar cada tantos pasos. Al parecer, en todo lo descripto no hay nada de misterioso, nada que nos revele el secreto de su popularidad.

Quizá podamos develar el enigma si comparamos al fútbol con los demás deportes. Preguntémonos qué es lo que tiene el fútbol que no tengan los otros juegos. Establecido un cotejo comprobamos que lo que distingue al fútbol de los otros es que tiene menos elementos que los otros. En efecto, la mayoría, si no todos los deportes, se practican con las manos. O bien, las manos sin aditamentos, como la lucha, el rugby, el basket, el volley, o bien, las manos empleando utensilios. Así tenemos el tenis, el golf, el polo, el béisbol. El fútbol, en cambio, prohíbe el uso de las manos y de los brazos. Frente a los otros juegos el fútbol implica una carencia: la ausencia de manos. Las manos son tabú. Tal vez en esta carencia resida su secreto.

Veamos. Como se ha dicho, el hombre es hombre por la mano. Dijo un pensador, “la mano hizo al hombre”. En efecto, gracias a las técnicas y a las artes que se valen de las manos para la producción, el hombre se ha liberado de su naturaleza animal y ha constituido el mundo de la cultura. La cultura del hombre supone un ser dotado de manos. Si enumeramos todo lo que hace a través y por la mano, vemos que sólo resta muy poca cosa. La mano es el instrumento más preciado y valioso de que dispone el hombre.

Pero la mano, además, es un instrumento que permite el uso de otros instrumentos. Martillo, hacha, cuchillo, lanza son algunos de estos instrumentos. Gracias a la mano se los puede emplear. “La mano es el instrumento de los instrumentos”, dijo Aristóteles. El uso de instrumentos multiplica y afina el poder del hombre. La mano, al valerse de instrumentos y utensilios multiplica las posibilidades del hombre. Y las cosas son seres que “están a la mano”, dijo Heidegger.

Excepcionalidad

Volvamos a nuestro tema. Todos los deportes, dijimos, se valen de la mano. Y muchos emplean, además, instrumentos que maneja la mano. Debiéramos calificar a estos deportes como “naturales”, porque a pesar de su carácter convencional conciben al jugador como un ser dotado de manos, que es precisamente el hombre tal cual existe.

En efecto, ¿qué diferencia sustancial existe entre arrojar una lanza o una jabalina? ¿Y qué diferencia existe entre usar una espada de duelo y la espada de juego de esgrima? Muy poca. Porque estos deportes se valen de la mano, como lo hace el hombre cuando produce y cuando trabaja.

En cambio, en el fútbol se niega y prohíbe el uso de aquel miembro que hace del hombre un hombre. ¿Por qué? ¿A qué se debe esa suerte de mutilación o si se prefiere, de esa abstracción que postula el fútbol?

Y sin embargo, según mi opinión, esa sería la razón fundamental del éxito del fútbol respecto de los otros deportes. ¿Acaso la misión del juego no consiste en idear un mundo irreal, es decir, forjar un universo diferente del cotidiano y que nos arranque de las obligaciones rutinarias a que nos somete la vida? ¿Acaso no logra el fútbol, trazando un espacio abstracto, casi geométrico, irreal, separarnos del espacio complejo en que nos movemos cotidianamente? ¿Y la pelota, no es acaso como se ha dicho, un objeto asimismo esencialmente diferente de los objetos naturales, que no son ni esféricos ni elásticos? ¿Y acaso el hombre que juega al fútbol, no es esencialmente diferente del hombre común?

La Revolución Industrial hizo posible el fútbol moderno. Pero esa revolución, para poder lograr sus formidables objetivos debió emplear el trabajo humano en proporciones nunca vistas hasta entonces. Debió recurrir a métodos de trabajo consistentes en emplear los brazos y las manos de modo total y masivo. De modo que aquello que había permitido la liberación de la naturaleza fue en tiempos de la Revolución Industrial lo que vino a ser el modo de una nueva esclavitud. Idear y habitar un mundo en que no se deban emplear las manos es forjar un universo liberador, donde se descubren nuevas posibilidades del hombre. El fútbol, como otras manifestaciones de la cultura contemporánea, parece abrir nuevos horizontes a una sociedad sumida y aplastada por el trabajo, la rutina y el aburrimiento.

© LA GACETA

Hernán Zucchi - Fue profesor de Filosofía Antigua y Moderna en la UNT y miembro honorario de la Asociación Argentina de Fenomenología y Hermenéutica. Ganó un Konex de Platino y la Faja de honor de la SADE. Falleció en 1998.

* Este artículo fue publicado en estas páginas hace 40 años, mientras se disputaba el Mundial de fútbol. Forma parte del libro Ramificaciones (1993).

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