Hay que distinguir poesía de verso

Cuando este jueves se abra la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires (ayer se celebró el día internacional de ese objeto cultural), volverá a estar en los titulares de todo el país la crisis que atraviesa el sector, con discursos sobre la falta de políticas institucionales de largo aliento para el fomento a la producción y a la comercialización y las respuestas de funcionarios. Sus problemas se sienten en todo el país, incluyendo Tucumán. Hay cifras y datos concretos que grafican lo que se está atravesando, que no es distinto de otras áreas de la producción y comercialización. Pero en el gran campo de la economía, los ajustes familiares ante los desafíos de bolsillos escasos comienzan por el esparcimiento y el consumo cultural. Un reciente informe del diario La Nación indicó que el 67% de los porteños encuestados habían reducido los gastos de diversión: esto es menos salidas al cine y al teatro, menos discos y menos libros, entre otras cosas.

En su discurso de apertura de la Feria en 2017 (el panorama se agravó en estos 12 meses según todos los indicadores) el presidente de la Fundación El Libro, Martín Gremmelspacher, denunció “una caída en las ventas del 25%, lo que afecta especialmente a las pequeñas y medianas editoriales”. “De un año a otro se han dejado de producir 20 millones de ejemplares, casi 55.000 por día”, agregó mientras alertó sobre el temor (no consumado hasta ahora) de que se imponga el IVA del 19% para los libros, se quejó del aumento constante de las tarifas de servicios públicos que afectan la producción, y atacó la importación, la pirateria y la ausencia de incentivos para exportar.

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Enm ese acto estaba el ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, quien se dedico a desmentirlo; si bien admitió que “la situación es difícil”, sostuvo que “en el último trimestre del año pasado las cosas empezaron a mejorar”, en una renovada versión de la idea del segundo semestre macrista. “No se está el el peor momento de la historia”, sentenció.

La industria contesta con números. El Centro de Economía Política Argentina (CEPA), a partir de cifras del Indec, señaló que el año pasado la importación de libros creció el 44,3% respecto de 2016; mientras que la Cámara del Libro advirtió que de una producción en el país de 128,9 millones de ejemplares en 2014 se pasó a 62,6 millones hace dos años, período en el que las empresas editoriales mermaron de 341 a 208. Hay una alta concentración del mercado en las grandes firmas que son las que más libros importan, sobre todo novelas para jóvenes adultos, y que se enfocan en reimpresiones y obras de consagrados para ir sobre seguro. Las pequeñas editoriales independientes y las librerías que no integran cadenas (con franquiciados y merchadising propio) subsisten si se transforman en expertos en nichos culturales, y dejan su perfil generalista.

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Para ahora se espera un nuevo round. Lo cierto es que uno de los incentivos a las editoriales, las adquisiciones de remanentes de stock de libros clásicos y de autores argentinos para ser destinados a las bibliotecas populares, fue prácticamente paralizado en su totalidad cuando asumió el nuevo Gobierno y descubrió más de un millón de ejemplares sin distribuir. Ahora está comenzando a tomar envión nuevamente, con un plan de compra desde la cartera de Cultura, pero con volúmenes muy alejados de otras épocas (su par de Educación mantuvo la adquisición de libros de texto).

El universo de las bibliotecas populares es, justamente, uno de los más débiles del eslabón. Herederos de la acción social colectiva y desinteresada de las sociedades de socorro mutuo de los inmigrantes, esos espacios no son sólo de lectura sino de encuentro y formación, con talleres, cursos, muestras de arte y contención para vecinos en problemas. Su debilidad es que dependen de aportes estatales para funcionar ante la ausencia de lo privado como soporte, y su fortaleza es el voluntariado gratuito de quienes trabajan en ellas, alejado de todo interés individual.

El sábado hubo una protesta cívica ejemplar de la biblioteca popular La Randa en los jardines de la Municipalidad de Yerba Buena. Su reunión pública de lectura visibilizó problemas propios de esta entidad que funciona desde 2004 en La Rinconada, en un espacio alquilado que les quedó chico y con problemas de filtraciones (mortal para un impreso), lo que le impide recibir más donaciones de particulares (tienen 25.000 ejemplares). El pedido es que las autoridades cumplan con la promesa de otorgarle en comodato un predio municipal que les permita ampliarse, expediente que lleva años en los despachos. Sería una demostración práctica de la sinergia entre lo público y lo privado que reivindica el Gobierno de Cambiemos, y que motivó un foro realizado en el municipio el año pasado.

Su descripción integra el listado general de problemas de muchas bibliotecas de la provincia, que atraviesan condiciones parecidas. “Disponer de un local adecuado para el cumplimiento de sus fines específicos” es un inciso del artículo 5 de la Ley 7.693, que regula el Sistema Provincial de Bibliotecas, vigente desde 2005. Ese mismo año se sancionaron otras dos normas: la ley 7.638, que estableció el Premio Literario Provincial; y la 7.694, de creación del Fondo Editorial del Aconquija, que ordenaba a la Provincia “financiar la edición, reedición, difusión y comercialización de obras de escritores tucumanos y de la region del NOA”. Sin embargo, no existe una editorial estatal, campo entregado a impulsos privados. La Municipalidad de la Capital lanzó un sello que recuperó un texto de Bernardo de Monteagudo; la Editorial de la UNT se rige por las reglas de un mercado que no subsidia los costos y el Ente Provincial ignora la ley. Ahora volverá el debate de coyuntura sobre si tener o no un stand oficial en la Feria del Libro próxima a inaugurarse, cuando más relevante sería destinar recursos a montar una imprenta que facilite a los escritores locales hacerse conocer y con un mecanismo adecuado de comercialización.

Se viene el Mayo de las Letras y el mejor anuncio sería en este sentido. Llegó el momento de distinguir la poesía del verso.

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