Déficit de sinceramientos

Déficit de sinceramientos

En la provincia que debería vestir de gala por el Bicentenario, la Legislatura enmudece ante el escándalo, se deteriora la administración de justicia por disputas personales y en el Poder Ejecutivo sobras gestos y faltan recursos.

Déficit de sinceramientos
Emiliano Vargas Aignasse le sumó a la Legislatura un problema. Si los legisladores deciden analizar si estuvo bien escapar de un control, es secundario. También lo es revisar si está bien que un miembro de la honorable Cámara haya mentido. Hasta pasaría a segundo plano que en la camioneta de este parlamentario reelecto hayan encontrado marihuana. Lo preocupante es el silencio legislativo. La respuesta corporativa de los 48 colegas de Vargas Aignasse devalúan los principios que rigen un poder del Estado que además representa a más de un millón y medio de tucumanos.

La primera reacción de los legisladores tanto opositores radicales como oficialistas peronistas fue hacer silencio ante el episodio. Lentamente, empezaron las reacciones opositoras más con la preocupación de hacer leña del árbol caído que de abrir un debate profundo de qué está pasando en el cuerpo (y en la sociedad, en general). No es la primera vez que pasa. Cuando el peronista Julio Díaz Lozano fue legislador planteó la necesidad de que se revisara la salud de los hombres públicos a través de un examen de rinoscopía. Lo hacía a sabiendas de que una enfermedad que afectaba a la sociedad estaba repercutiendo en la vida pública. Su proyecto quedó adormecido durante el gobierno de Julio Miranda. Años después el legislador Hugo Balceda señaló que la droga era un tema a atacar por la Legislatura. Le sacaron empleados, lo amenazaron, no le dieron los gastos de bloque como se los venían dando. Se sintió solo. Lo obligaron a retractarse. Mientras tanto, la Cámara se llamó a silencio y Balceda terminó vinculado al “Acuerdo por el Bicentenario” que condujeron José Cano y Domingo Amaya. Mucho ruido y pocas nueces para un problema de salud.

Cuando aparecen estos temas los legisladores miran sin mirar, sus acciones traspasan los problemas y nadie se hace cargo. Pierden contacto con su entorno porque se olvidan de quienes los votaron. Se miran a sí mismos y en esta suerte de autismo se preocupan específicamente por reaccionar contra las personas pero no de atender lo que está pasando. Con los gastos de bloque, fondos reservados o ahora gastos sociales han actuado igual.

Se espera de los hombres y mujeres a los que el pueblo ha elegido una actitud ejemplar. Son 49 ejemplares únicos parafraseando a Joan Manuel Serrat. La respuesta es de reacción. Están a la defensiva sin darse cuenta de que aquello que se les pide es que, como miembros de esa élite de 49, contribuyan a una sociedad sin mentiras, sin trampas y con salud. No han tenido capacidad para tomar el toro por las astas. Con picardía han caído en la trampa de la ambición y del egoísmo. Con mayor astucia los hombres que manejan el poder -y por lo tanto las cajas- han sabido unificar las conductas de los legisladores con el dinero. Es ahí donde se justifica el manejo discrecional de los fondos de la Cámara. El que no se porta como quiere el poder o quien tiene la clave de la caja fuerte va a recibir menos hasta que se encolumne. La libertad no va a trabajar a la Cámara. Es una ñoqui más.

El affaire del legislador Emiliano Vargas Aignasse generó la reacción de algunos que, cual Poncio Pilatos del siglo XXI se lavaron las manos. “Vamos a esperar que se pronuncie la Justicia”, afirmaron. Los legisladores no necesitan que otro poder dé su veredicto para juzgar la conducta de uno de sus pares. No obstante, el problema central no es la conducta de uno de sus pares, sino la de poner la cara en cuestiones respecto de las cuales la sociedad necesita ejemplos y certezas.

Cada uno a su estilo, y con referentes distintos, juraron respetar y hacer respetar la Constitución.

Nuevo diccionario

Juan Manzur volvió esta semana a la Casa Rosada. Todavía se acuerdan de él. Hay puertas que él conoce como se abren: todavía se despliegan cuando él toca el botón. “Yo sé qué timbres hay que tocar”, es una de las frases que suelen escuchársele al gobernador. Pero hoy las oficinas ya no huelen a vainilla y limón, como cuando él las frecuentaban. Hasta fueron sometidas a una suerte de desexorcización. Las puertas abiertas y los botones acertados no aseguran nada ya. Esta semana Manzur se tuvo que empatotar con los demás mandatarios justicialistas y empujó los portones de la Casa de Gobierno para conseguir más plata. Los gestos sobran; el dinero, no.

En ese encuentro a los peronistas les quedó claro que no hablan el mismo lenguaje que la Nación y mientras esto no ocurra va ser muy difícil que se pongan de acuerdo. El Poder Ejecutivo nacional repite hasta el cansancio que se debe hacer un sinceramente de la economía. “Hay que gastar sólo lo que ingresa”, es el mensaje que repiten los hombres y mujeres macristas. A los oídos justicialista llega claramente: “hay que ajustar”.

Hay un ministerio completo trabajando en la Nación para determinar quiénes van a sus oficinas a cumplir con la tarea encomendada. Desde la oposición justicialista despotrican contra lo que ellos llaman recorte o achique del Estado. En el poder macrista sólo hablan de “ñoquis”. Estas diferencias profundizan la discusión -hasta la ex presidenta de la Nación opinó al respecto- y no ayudan a llegar a un acuerdo.

Manzur tampoco ha unificado el lenguaje con sus intendentes y menos aún con algunos sectores empresarios. En la Casa de Gobierno circula un borrador de algunos constructores a los que se les acabó la paciencia y, en vez de apostar al diálogo para cobrar deudas, ya han decidido ir a la Justicia para denunciar por “incumplimiento a los deberes de funcionarios público” a los responsables de Vivienda. Manzur tampoco puede usar la misma vara con los intendentes. Cada uno expone una realidad diferente. El yerbabuenense Mariano Campero salió conforme de la última reunión con el gobernador, aunque nada le asegura que no vaya a ocurrirle lo mismo que le acontece al mandatario cuando circula por los despachos nacionales.

Sin toga

En la Legislatura es necesario un sinceramiento y no un ocultamiento de la realidad que mira de frente a los representantes del pueblo. La economía también exige un sinceramiento y no que gobernadores y funcionarios nacionales jueguen a las escondidas. La Justicia no escapa a esa necesidad de afrontar un sinceramiento.

Durante todo enero, el ministro fiscal Edmundo Jiménez ha buscado llevar agua para su molino en la sempiterna pelea con el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la provincia. Jiménez, con diferentes modales, trata de que aquellos problemas casi personales que lo han hecho equivocarse y quedar mal parado en Tribunales pasen a segundo plano; y que la discusión vaya por las deficiencias en las herramientas para administrar Justicia. Antonio Gandur ha iniciado una batalla contra Jiménez. “Él o yo”, parece ser la síntesis de la máxima autoridad de la Corte. Precisamente, durante la ausencia de Gandur, Jiménez, en modo parsimonioso y no desafiante, ha buscado el respaldo del Ejecutivo nacional y del provincial.

El ministro fiscal ha vuelto a la Casa de Gobierno que supo habitar durante más de una decena de años para pedir que se reúnan con él tanto el Ejecutivo como el Poder Legislativo para discutir la realidad que vive la Justicia. La independencia y cierta autonomía no le da libertades como para pasar por alto al Presidente de la Corte, quien ha sido siempre el representante de la Justicia ante los otros poderes. Jiménez, aprovechando, ya se reunió con Manzur y con Jaldo. El gobernador y el vice han vuelto a coincidir: ambos creen que es el momento de la prudencia. Creen que Jiménez no debería tirar del mantel porque cada vez existe más el riesgo de que el gobierno nacional intervenga en el asunto. Todas son palabras casi de amigo a amigo, ni el Ejecutivo provincial ni el Legislativo han tomado conciencia del deterioro en el que se encuentra la administración de justicia a causa de esta disputa que incluso profundizó las diferencias entre los vocales de la Corte. Ambos poderes podrían actuar en pos de una provincia que está de gala por el Bicentenario y que no debería mostrar sus hilachas.

Legisladores radicales como Fernando Valdez y Eudoro Aráoz y el bancario Eduardo Bourlé han dado un paso al frente en aquel sentido y han desenvainado sus espadas para frenar los embates del ministro fiscal.

La UNT se despabila

Enero también fue un mes de escarceos en la Universidad Nacional de Tucumán. Al abrirse las puertas de los claustros en febrero también se abrirán heridas.

La rectora y su entorno han lanzado dardos contra el manejo de las designaciones y de los cargos docentes en algunas facultades. Desde esas casas de estudio pusieron los cañones para cuestionar la administración del presupuesto.

En la UNT las elecciones ya están en agenda y las decisiones que se tomen va a estar dependiendo tanto de las municiones que ya están en el campo de batalla como de los riesgos electorales. Cualquier resultado va a incidir en el proceso de elección de rector de 2018. Los dos sectores están muy atentos al movimiento del otro. Febrero llega con carpetas listas para convertirse en carpetazos.

Cuenta regresiva

Manzur está por cumplir sus primeros 100 días de gobierno. La cuenta regresiva, que figura en los manuales de los directivos, ha comenzado. Miguel de Unamuno, al inicio de la genial novela Niebla, recuerda que en una conversación de tres personas hay nueve. El que cada interlocutor es, el que cree ser y el que los demás ven de él. Entre estos tres Manzur se ha debatido el gobernador en estos casi 100 días de gobierno. La confusión no lo está ayudando. ¿Cuál Juan Manzur está sentado en el sillón de Lucas Córdoba? ¿El que con su paciencia y obsecuencia se convirtió en el hombre que supo inventar José Alperovich? ¿El político salpicado por denuncias, enriquecimiento y mala administración de fondos? ¿El del mensaje del primer día que se codeó con los grandes próceres y dibujó un Tucumán florecido? Los tres Manzur están entre los tucumanos y pareciera que ninguno de ellos termina de ganarles las pulseadas a los otros dos.

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