Un dorado resurgir

Un dorado resurgir

En el río Dulce, en Santiago del Estero, se produjo lo que para muchos es un verdadero milagro: la población de “amarillos” creció considerablemente. El importante incremento del nivel de agua favoreció muchísimo el hecho de que la especie se reprodujera como no lo hacía desde hace mucho tiempo. Ante la falta de controles, los pescadores deben tomar conciencia que a los “tigres del río” se los debe proteger para que su captura siga siendo un espectáculo.

LUGAR ENCANTADOR. En las largas correderas y en los remansos del río Dulce en San José de La Dormida, en Loreto, se están concretando captura de “doradillos”.  LUGAR ENCANTADOR. En las largas correderas y en los remansos del río Dulce en San José de La Dormida, en Loreto, se están concretando captura de “doradillos”.
“Me voy camino del río/para sentarme en la arena/y gozar de la frescura/de la mañana serena”, comienza la chacarera “Alma challuera” creada por Cristóforo Juárez y Carlos Carabajal y que habla del Dulce. Ese río mágico no sólo encanta a los compositores con su andar lento que no se cansa de regalar vida y verde a Santiago del Estero. Su lecho, sus pozos y sus remansos son en estos momentos razones de alegría para todos aquellos pescadores que han advertido el importante crecimiento de la población de dorados a lo largo de los 450 kilómetros de extensión del curso de agua.

“Quiero ver a los pescados/brillando el sol mañanero/palpitantes las agallas/y oler el viento challuero”.

Se sabe: Santiago es tierra de leyendas. Desde la dañina Salamanca hasta los traviesos duendes le quitan el sueño a los lugareños que, con relatos fantásticos, intentan convencer a los visitantes, especialmente a los pescadores más jóvenes, de su existencia. Ahora, la presencia del “amarillo” dejó de ser una especie de mito. Desde el mismísimo nacimiento del Dulce, en Termas de Río Hondo, pasando por la Bajada del Niño Dios, continuando por Los Quiroga, la mágica Loreto, hasta las lejanas Atamisqui y Los Telares, los “doradillos” se hacen notar. “Es impresionante verlos cazar en las orillas del río. Hace mucho tiempo que no presenciaba algo así. Es una locura, jamás imaginé que volvería a ver algo así”, jura Fernando Saba, pescador de años que el domingo estuvo en San José de La Dormida.

“Los dorados relucientes/son rastros de las auroras/que en la arena de la playa/su corazón atesora”.

César Neme es un guía que conoce cada rincón del Dulce como si fuera el patio de su casa. Desde hace años que se encarga de recorrer el río con pescadores de este y otros países en busca de dorados gigantes, que tienen fama internacional. Él no cree que se haya producido un resurgimiento, pero sí un importante crecimiento en la población de la especie tan buscada por todos los deportistas. “Desde 2001 que el río no tiene tanto nivel de agua. Eso favoreció la reproducción de la especie. Hubo desoves en noviembre, diciembre y en abril. Por las crecientes que se produjeron se formaron bañados en varios lugares. Estos son espacios que necesitan los ‘amarillos’ para reproducirse y para que los alevines puedan crecer. De todas maneras, aún estamos lejos de los años en los que se podía pescar ejemplares de hasta 10 o más kilos”, cuenta el experimentado guía mosquero.

“Sangre y espuma en la arena/corazón del mismo río/escamas de plata y oro/blasones del amor mío”.

La maldita sequía que afectó durante años la región, la contaminación de la industria tucumana y el mal manejo de los recursos hídricos fueron amargos puñales que se clavaron en el Dulce. La mortandad de peces fue moneda común en los últimos tiempos. Por ese motivo, desde hace tres años las autoridades santiagueñas mantienen la prohibición del sacrificio del dorado conocido también como el “tigre de los ríos”. En otras palabras, los pescadores pueden capturarlos, pero la devolución es obligatoria.

Sin embargo, muy pocos cumplen con la medida”. Pero “Tata Dio”, como dicen los lugareños de piel arrugada por el sol y la sequedad del ambiente, les dio una mano. Las crecientes y el importante nivel de agua del río impidieron que los furtivos colaran con sus redes la fauna ictícola.

“Por una cuestión natural durante esta temporada no hicieron tanto daño y no porque hubo un mayor control por parte de las autoridades, sino por un regalo de la naturaleza. Mejor dicho, las especies pudieron reproducirse con tranquilidad, porque casi nadie se anima a ingresar al río con canastos o redes. Gracias al nivel que tiene El Frontal en estos momentos, estimamos que la situación se mantendrá por bastante tiempo”, agrega Neme. El hombre reniega, porque en Santiago, como ocurre en otras provincias de la región, casi no existen medidas políticas para preservar los recursos pesqueros.

Carlos Álvarez, reconocido guía termense, protesta: “de qué sirve prohibir el sacrificio si no hay controles que hagan cumplir la medida”. Nadie impide en la ciudad de las aguas termales que los restaurantes ofrezcan la especie como plato principal o que los puesteros cuelguen en las ganchera enormes ejemplares robados del río.

“Me voy camino del río/cantando la chacarera/y llevo dentro mi pecho/todas mis ansias challueras”.

Mauri Bianchi es un pescador santiagueño que no duda en recorrer el Dulce en busca de nuevas experiencias. Él, como muchos más, se entusiasman con el futuro del río. “No sólo hay muchos ‘doradillos’, sino que las especies con las que se alimentan también tuvieron un importante crecimiento. En cuanto el sol caliente un poco más se comenzarán a cosechar mejores resultados aún”, pronostican.

Dicen los pescadores que dentro del lecho es posible observar una especie de fenómeno pocas veces visto por los deportistas más jóvenes. Los lomos dorados de los pequeños “amarillos” son como rayos de sol que se empecinan con dar calor al río. En el agua, los cardúmenes de sabalitos de no más de 15 centímetros parecen formar nubarrones que se transforman en violentos remolinos cuando los cachorros del “tigre del río” se lanzan a cazarlos. Ni las pícaras mojarras se salvan de esas salvajes cacerías que, para muchos, son un verdadero espectáculo.

“Hace rato que no veía una lucha de esas características. Aunque parezca mentira, esta es una de las peleas más ricas y lindas que he visto en mis años de pescador. Es nada menos que la pelea por la vida, la esperanza de que en un par de años tengamos el Dulce lleno de dorados de gran porte que sean la envidia de toda la región”, explica Saba.

“Quiero ver a las challueras/con la falda en la rodilla/cuando espantan las mojarras/chimpando cerca la orilla”.

Los informes de los pescadores son similares, sin importar los lugares en los que probaron suerte. La mayor cantidad de piques se dieron utilizando carnada, especialmente los pequeños sabalitos que abundan en la orilla mezclados con los mojarras. Los mosqueros también lograron muchísimos piques con esos anzuelos emplumados que son tan irresistibles. Con señuelos, por ahora, nada; sin importar si son de flote, de media agua o de profundidad. “Hay que buscarlos esos días que el sol calienta un poco más de lo normal”, comenta Saba.

“Quiero ver la flor del agua/nadando al bagre moreno/y sentirme dentro el agua/a mis dolores ajeno”.

Y el dolor llegará cuando los pescadores se den cuenta de lo que perdieron por no cuidar lo que está resurgiendo. Desde hace años que no se ve un fenómeno como este. Ante la falta de controles, dependerá de la responsabilidad de cada uno de los deportistas que este mágico presente se mantenga durante mucho tiempo. Nada ni nadie debería impedir el disfrute que se produce cuando se dobla la punta de la caña al iniciarse la lucha con un dorado. Ese es un momento soñado que todos quieren vivir o descubrir. Por eso hay que devolverlos al agua, darles la posibilidad de que sobrevivan para que las futuras generaciones sepan cuan entretenido es pescar un “amarillo”.

¿Qué son los challueros?
 
Challuero, en quichua, significa pescador. Los santiagueños llamaban así a los hombres que capturaban peces utilizando lanzas fabricadas con cañas y una punta de metal. Esta es una práctica que ya desapareció.  

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