El quiebre del modelo “vivir para trabajar”

El quiebre del modelo “vivir para trabajar”

CAMBIO DE VISIÓN. El ocio no es un lujo, afirma José Blunda. CAMBIO DE VISIÓN. El ocio no es un lujo, afirma José Blunda.
09 Mayo 2015
Vivimos protestando porque estamos agotados y rogamos tener más tiempo libre. Nadie quiere vivir para trabajar, aunque a veces esto suene imposible. El psicólogo José María Blunda, experto en recursos humanos y responsable de la página www.maspersonasrrhh.com.ar, reflexiona sobre la importancia del ocio y desafía: “necesitamos entender de manera integral al paradigma ecológico. Parar es ecológico, sin ocio no es posible sostener nuestra salud”.

- ¿Para muchas personas tener un poco de espacio para el ocio se ha convertido en un lujo?

- Desde las ciencias humanas, más que un lujo el ocio es concebido como una necesidad. Es necesario que podamos tener momentos de esparcimiento, descanso, “recreos”. Nuestra salud física y mental lo necesita. Y también desde un enfoque moderno de la productividad tenemos que ser conscientes: ser productivos no sólo implica conseguir resultados, sino también cuidar la máquina de conseguirlo. El ocio, es clave para nuestro cuidado. Imagínense una vida sin dormir o una mente sin un espacio de no-mente ¿Cuánto tiempo podría sostenerse sin enfermar?

- ¿Es algo que valoran más las nuevas generaciones ¿por qué?

- Ya desde la generación denominada “X” -los nacidos entre los años 1964 y 1980 aproximadamente- este modelo del “vivir para trabajar” tiene un claro quiebre y se empieza a promover un mayor equilibro trabajo-vida. La familia, la salud, el tiempo libre, empiezan a mejorar la valoración en la sociedad.

- ¿Y de qué depende que el tiempo libre sea más valorado?

- Que el tiempo libre sea un valor, depende de que un grupo social o comunidad empiece a demostrar en sus patrones de conductas que es valioso. Con respecto a la valoración del ocio en las nuevas generaciones, hay algo que es preocupante. En los más jóvenes, que pertenecen a la era digital, hay todo un fomento del ocio que en realidad está encubriendo un mandato de consumo; un “mercado del ocio” que apunta al consumo de digital y tecnológico más que al ocio reparador. Es necesario retomar el concepto y la idea de ocio como descanso, como diversión y satisfacción, a una vivencia de pasatiempo y disfrute del ser.

- Si bien todos lo desean ¿por qué nos cuesta tanto disfrutar del tiempo libre cuando lo tenemos?

- Porque frente al mandato de nuestro “Yo” que busca garantizar la supervivencia y en un contexto de escases y crisis económica, el ocio aparece como contradictorio al paradigma productivo. Necesitamos la visión integral del ser humano, no somos sólo hombre económico.

- ¿Creé que hay que redescubrir el concepto del ocio y relacionarlo más con calidad de vida?

- Sin lugar a dudas, necesitamos resignificar al ocio. No relacionarlo con creencias negativas, limitantes. Sino descubrir su valor. El ocio debe estar integrado a una vida que implique un sistema donde el trabajo, la salud, la familia, las relaciones afectivas, el interés por la comunidad, el desarrollo personal, entre otras áreas, puedan construir un todo armónico donde mi vida transcurre.

- ¿Creés que está bueno perder el tiempo sin culpas? ¿Por qué?

- Cuando uno vive una experiencia placentera de ocio, por ejemplo cuando se dedica a un hobbie, no pierde el tiempo. No produce un resultado económico quizás, pero si contribuye a la producción de salud, paz y disfrute, vivencias claves para el ser humano.

- ¿Qué se espera para el futuro? ¿Cómo tendrán que enfrentar este fenómeno las empresas?

- Me gusta pensar en el rol protagónico que tenemos nosotros, en la construcción de nuestro futuro y el de nuestras organizaciones. Añoro a una sociedad que valore el ocio reparador y favorecedor del desarrollo integral. Las empresas deberán ser cada vez más funcionales a este paradigma, favoreciendo el equilibrio entre el área laboral y las otras áreas del ser humano.

A los 40 años Verónica Ríos decidió bajar a la mitad la cantidad de horas que trabaja como contadora en una empresa y dedicar el tiempo que “ganó” a su gran pasión: la biodecodificación emocional.“Trabajaba muchísimo, tenía un montón de responsabilidades. Hasta que un pico de estrés hace cuatro años me sirvió para entender que no tenía nada más que el trabajo. No tenía amigos, ni había formado una familia. No era coherente entregar toda mi vida ahí y sentirme mal”, cuenta. “Primero pensé en renunciar. Pero hablé con mi jefe y acordamos reducir las horas de trabajo. Me cambió la vida. Hice un curso para terapeuta en biodecodicación emocional y puse mi consultorio. Trabajo con placer, un día a la semana, y que me gratifica”, describe. “Aprendí a valorarme más. No hay dinero que pague el tiempo para hacer algo placentero. Además, pude armar una familia. Ahora estoy en pareja y tengo más sueños. Me gustaría ser madre en un futuro no muy lejano”, detalla. “Yo siento que ahora trabajo mejor, tengo otra actitud, soy más eficiente y tomo mejores decisiones”, concluye.

“Trabajé 11 años en una empresa en donde crecí muchísimo. Me enamoré, me casé y trabajando ahí tuve a mis tres hijos. Me encantaba mi empleo. Pero en diciembre de 2013 mi cabeza hizo clik. Sentía que todo era el trabajo. Estaba cansada para ayudar a mi hijo mayor, que había comenzado primer grado, y ya no me sentía feliz en mi trabajo”, cuenta Melina (37, universitaria y mamá de tres niños).

“La decisión de renunciar la analicé primero con mi almohada y luego con mi marido, que me apoyó sin saber lo que pasaría. Después, hablé con la dueña de la empresa. Me entendió”, continúa.

“Los cambios llegaron rápido después de mi renuncia. Mis hijos y mi marido estaban felices porque estaba más con ellos; y yo... llena de expectativas”, relata la profesional, que hoy trabaja free lance para la implementación de normas iso 9001. “Aunque extraño a los compañeros de oficina y la presión diaria, sé que hice lo correcto. No me pierdo nada de mis hijos, manejo mis tiempos de trabajo y tengo espacio para mí. Perdí plata, pero gané tiempo y calidad de vida”, concluye.

Testimonios

Verónica: “tomo mejores decisiones”

A los 40 años Verónica Ríos decidió bajar a la mitad la cantidad de horas que trabaja como contadora en una empresa y dedicar el tiempo que “ganó” a su gran pasión: la biodecodificación emocional.“Trabajaba muchísimo, tenía un montón de responsabilidades. Hasta que un pico de estrés hace cuatro años me sirvió para entender que no tenía nada más que el trabajo. No tenía amigos, ni había formado una familia. No era coherente entregar toda mi vida ahí y sentirme mal”, cuenta. “Primero pensé en renunciar. Pero hablé con mi jefe y acordamos reducir las horas de trabajo. Me cambió la vida. Hice un curso para terapeuta en biodecodicación emocional y puse mi consultorio. Trabajo con placer, un día a la semana, y que me gratifica”, describe. “Aprendí a valorarme más. No hay dinero que pague el tiempo para hacer algo placentero. Además, pude armar una familia. Ahora estoy en pareja y tengo más sueños. Me gustaría ser madre en un futuro no muy lejano”, detalla. “Yo siento que ahora trabajo mejor, tengo otra actitud, soy más eficiente y tomo mejores decisiones”, concluye.

Melina: “gano menos pero soy feliz”

“Trabajé 11 años en una empresa en donde crecí muchísimo. Me enamoré, me casé y trabajando ahí tuve a mis tres hijos. Me encantaba mi empleo. Pero en diciembre de 2013 mi cabeza hizo clik. Sentía que todo era el trabajo. Estaba cansada para ayudar a mi hijo mayor, que había comenzado primer grado, y ya no me sentía feliz en mi trabajo”, cuenta Melina (37, universitaria y mamá de tres niños). “La decisión de renunciar la analicé primero con mi almohada y luego con mi marido, que me apoyó sin saber lo que pasaría. Después, hablé con la dueña de la empresa. Me entendió”, continúa. “Los cambios llegaron rápido después de mi renuncia. Mis hijos y mi marido estaban felices porque estaba más con ellos; y yo... llena de expectativas”, relata la profesional, que hoy trabaja free lance para la implementación de normas iso 9001. “Aunque extraño a los compañeros de oficina y la presión diaria, sé que hice lo correcto. No me pierdo nada de mis hijos, manejo mis tiempos de trabajo y tengo espacio para mí. Perdí plata, pero gané tiempo y calidad de vida”, concluye.

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