UNT: reanudar la lucha contra el autoritarismo tras la experiencia de haber extraviado el “alma”

UNT: reanudar la lucha contra el autoritarismo tras la experiencia de haber extraviado el “alma”

La dictadura golpeó impiadosamente a la obra educativa de Juan B. Terán. Tras la recuperación del orden democrático, hubo dos interventores normalizadores: Luis E. Salinas y Eugenio Flavio Virla. Por fin, el 3 de abril de 1986, y después de 24 años de parálisis, la Asamblea Universitaria hizo rector a Rodolfo Campero. Así comenzó la nueva etapa que aún continúa

ACONTECIMIENTO HISTÓRICO. La Asamblea Universitaria pone término al período de transición democrática con la elección de rector del 3 de abril de 1986. ACONTECIMIENTO HISTÓRICO. La Asamblea Universitaria pone término al período de transición democrática con la elección de rector del 3 de abril de 1986.
04 Diciembre 2013
Primero perdió la potestad de renovar autoridades por medio del sufragio. Aquello ocurrió en la década de 1960. Los menoscabos siguieron adelante hasta alcanzar un punto máximo de crudeza con el golpe de Estado de 1976. El régimen militar cesanteó y proscribió docentes por motivos ideológicos; suprimió libros considerados “peligrosos para la juventud” de las bibliotecas; erradicó centros de estudiantes; clausuró el comedor, y secuestró a alumnos, docentes, no docentes y egresados. El autoritarismo quebró el “alma” de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), objetivo de combate prioritario de la última dictadura cívico-militar.

El daño no podía ser más grave ni más humillante para la institución encargada de explorar y expandir los límites de las libertades de pensar y opinar. La UNT comenzó a librarse de esa ignominia en 1983, con el restablecimiento de la democracia que desalojó a los militares del poder. Allí se inició la transición que concluyó el 3 de abril de 1986 con un acto histórico: la celebración de la Asamblea Universitaria que, tras 24 de años de parálisis, confirió el cargo de rector a Rodolfo Martín Campero.

El interregno

El proceso de normalización estuvo a cargo de dos interventores: el profesor Luis E. Salinas (entre 1983 y 1984), y Eugenio Flavio Virla, ingeniero y último rector de la UNT elegido democráticamente hasta ese momento (en 1966, con el coronel Eugenio A. Barroso, empezó la ristra de gestiones de facto que culminó con la intervención del médico Carlos Raúl Landa). Tanto Salinas como Virla fueron designados por Carlos Alconada Aramburú, ministro de Educación del presidente Raúl Alfonsín. “Quiero una universidad democrática y sin miedos”, anunció el primero al asumir en la UNT.

El nombramiento de Salinas, de convicción laicista, fue un gesto de reparación: este había sido cesanteado por el dictador Jorge Rafael Videla del cargo de rector de la Escuela Normal de la capital. Pero un escándalo con estupefacientes que salpicó a la familia de Salinas precipitó la renuncia de este a la conducción de la UNT. Entonces llegó la oportunidad de Virla. “Este era un enamorado de la universidad. En ese instante crítico su función primordial consistió en promover la organización de los concursos que permitirían luego constituir la Asamblea Universitaria”, recuerda Florencio Aceñolaza, profesor emérito de la UNT, ex decano de Ciencias Naturales y candidato a rector en la elección de 1986.

Además de promover la normalización de las cátedras, Virla creó la Comisión Especial de Derechos Humanos que investigó, documentó y publicitó los crímenes que la dictadura perpetró contra miembros de la comunidad universitaria (ver columna de la derecha). “La transición fue una etapa productiva y abierta. Había que consolidar la democracia en la UNT. En esa época imperaban las convicciones políticas. Y la gente que participaba lo hacía por el orgullo y el deseo de recuperar la institución. Este espíritu ha ido declinando con el tiempo”, postula Aceñolaza.

La mejor fiesta posible

LA GACETA cubrió meticulosamente el proceso que derivó en la elección de Campero, que tenía 37 años cuando se hizo cargo del Rectorado. Las crónicas de abril de 1986 retratan los vaivenes vibrantes de un ambiente universitario impregnado de expectativa.

“Predominaba el entusiasmo por la democracia recuperada”, matiza Darío Seu, histórico secretario de la Junta Electoral de la UNT. Su memoria atesora aquel otoño en que la casa de Juan B. Terán dirimió la disputa por el poder en forma limpia y transparente. “Quienes intervinieron en la elección estaban imbuidos de verdaderos ideales universitarios. Cada cual tenía sus proyectos electorales y los expresaba con pasión. Después de una época oscura y densa, retornaba el clima festivo en el buen y mejor sentido de ese adjetivo”, añade Seu.

Órdenes para el rector

El “alma” volvía lentamente al cuerpo de la UNT, pero, para Fernando Korstanje, consejero superior por los estudiantes en 1986, 1987 y 1988, esa reconstitución espiritual debía suceder sobre las premisas de la memoria histórica, la condena a la dictadura y sus cómplices, y el desmantelamiento de la matriz autoritaria forjada por los militares. Korstanje, que trabajó junto a Seu y otros en la Comisión Especial de Derechos Humanos, menciona que en 1986 aún había miedo. E ignorancia. “En la UNT ocurrieron hechos tan inverosímiles como el secuestro del alumno Juan Francisco Carreras mientras este rendía una materia en la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia. Los militares se lo llevaron del aula, en un procedimiento inédito”, relata. Y lamenta que, por este crimen, la UNT no se haya constituido en querellante en la megacausa “Arsenales II-Jefatura II”.

Korstanje evoca al Consejo Superior de finales de los años 80 (ver “A debatir”) como un órgano entregado al debate profundo entre actores de las más distintas extracciones políticas, que realizaba el ideal universitario del cogobierno. “Los estudiantes pedíamos reformas, pero para aumentar la calidad educativa. Entonces era una vergüenza que nos facilitasen el cursado de la carrera. En el Consejo discutíamos hasta las 3 de la madrugada si hacía falta. Era una batalla de ideas y de argumentos. Y de esas argumentaciones salían órdenes concretas para el rector Campero”, asegura. Como la instrucción para proyectar la película “Todo es ausencia”, de Rodolfo Khün y Osvaldo Bayer, en Canal 10. Y, luego, en 1988, “Juan, como si nada hubiera sucedido”. Korstanje se cuida de añadir que la exhibición de este documental de Carlos Echeverría derivó en la detonación de una bomba en la casa de Rogelio Parolo, conductor del ciclo “Biógrafo”.

Esa UNT suplía la escasez de recursos con expresiones reivindicativas y de principios. A esta política obedeció la declaración de Antonio Domingo Bussi como persona no grata. Campero, cuya postulación a rector supuso el triunfo de la agrupación Franja Morada y de la Unión Cívica Radical (UCR), dice que la casa tenía entonces un presupuesto de $ 28 millones. “Hoy dispone de $ 1.400 millones, sin contar los fondos de Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio (YMAD). El cambio es brutal”, define.

El rector que soñaba con una universidad capaz de dar respuesta a los problemas de su medio y tiempo expresa que en aquel 1986 la gestión era movilizada por utopías. Precisa: “creíamos en el horizonte al que apuntábamos. Y, más allá de nuestras diferencias, todos queríamos lo mejor para la institución porque la amábamos. No estoy seguro de que hoy prevalezca el mismo sentimiento, pero espero que los que tomen el poder en abril del año próximo recuperen la mística de hace 30 años. Tienen en sus manos todo para que así sea”.

El ex rector, ex diputado nacional por la UCR y ex representante de la UNT en YMAD está persuadido de que la lucha contra el autoritarismo que empezó con Salinas debe continuar: “la democracia tiene virtudes y defectos. No estoy de acuerdo con el presente de la Universidad Nacional de Tucumán. Por eso pienso que debe perfeccionarse en forma permanente. Las instituciones no son buenas por sí mismas sino en tanto se conducen como buenas. En la realidad no existen los Ministerios de la Felicidad, por mucho que así lo crea Nicolás Maduro, el presidente venezolano”.

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios