Llega una obra para alegrar el corazón

Llega una obra para alegrar el corazón

En "Rojo", el Diablo se enamora de una terrícola y descuida las tareas del infierno. Una historia llena de humor y con estética cercana a la de Tim Burton.

EL FRUTO DEL PECADO. Una vendedora de manzanas enamora al Diablo, que descuida sus malvadas tareas.  TRESGATOSLOCOS.BLOGSPOT.COM.AR EL FRUTO DEL PECADO. Una vendedora de manzanas enamora al Diablo, que descuida sus malvadas tareas. TRESGATOSLOCOS.BLOGSPOT.COM.AR
06 Octubre 2013
El Diablo está agobiado de tanto trabajo: lo estresa la planificación de maldades, tiene un montón de crueldades demoradas y muchas vilezas sin ejecutar. Pero nada lo desvela tanto como su pena de amor. En un reciente paseo que hizo por el Mercado de las Rosas, en el mundo terrenal, se ha enamorado perdidamente de Rubilda, una hermosa pelirroja que vende manzanas. Desde entonces, está obsesionado por conquistarla y todos sus pensamientos se van en ella. Tanto es así, que comienza a descuidar las tareas del infierno, que amenaza con irse... al infierno mismo.

Ese es apenas el punto de partida de "Rojo", la obra que la compañía teatral porteña Tres Gatos Locos presentará hoy, a las 18, en el Virla (25 de Mayo 265), basada en un cuento del libro "Sucedió en colores", de Liliana Bodoc. "La historia contiene una gran reflexión sobre el amor y sobre el estrés del trabajo, porque el Diablo es casi un oficinista. Por eso decimos que es para todo público: para los chicos, está la historia linda y tierna, y para los grandes, una paralela", señaló Galileo Bodoc, quien no sólo actúa y dirige la obra, sino que es uno de los miembros fundadores de la compañía.

- La crítica señaló que la estética de "Rojo" es cercana a la de Tim Burton, ¿qué hay de cierto?

- Ese es un elogio que nos conmueve y emociona. Admiramos mucho a Burton, aunque por supuesto hay una gran distancia entre el cine y el teatro. Pero sí, hay algo de eso. Hay personajes un poco oscuros y tétricos que, sin embargo, nos caen simpáticos, tenemos empatía con ellos y los queremos, sentimos que nos representan. También el sentido visual y plástico es parecido a esa estética, que seguramente nos influyó de modo inconsciente, no fue algo hecho a propósito.

- En sus orígenes, el grupo hacía "atentados artísticos" en subtes. ¿De qué se trataban?

- (ríe) Sí, eso fue cuando fundamos la compañía con Juan Gabarra. Era un proyecto de experimentación en espacios urbanos, públicos o no convencionales, basado en la filosofía de no esperar que la gente vaya al teatro, sino que este se acerque a la gente. Estábamos estudiando en la Universidad y teníamos mucho ímpetu, muchas ganas de probar nuestro arte. Y nos dio unos resultados maravillosos porque en el subte, que es un ambiente muy ruidoso, encontramos un espacio de reflexión, interacción y promoción, porque así comenzamos a hacernos conocidos en Buenos Aires y, a partir de ahí, elaboramos obras más largas (las del subte duraban 10 minutos). Esa experiencia nos quedó en el corazón. Ya no la hacemos porque tenemos muchos trabajos y viajes, y eso nos hace muy felices, pero esa vivencia nos completó y nos marcó una estética y un humor que hasta hoy nos acompaña en todas las obras.

- Su premisa es que el arte sirva como herramienta de cambio, ¿cuanto de eso se cumplió en estos 11 años de carrera?

- A veces, viendo el mundo en que vivimos, uno se pone escéptico y cree que con el arte no se puede cambiar nada. Sin embargo, las experiencias nos dicen lo contrario porque nos hemos cansado de ver gente que, luego de las funciones o los talleres, se nos acercan con lágrimas en los ojos y nos confiesan que, gracias a la obra, algún pensamiento les maduró o que reflexionaron algo que no habían pensado antes. Y nos queda una sensación de que quizás no cambiamos el mundo, pero un gramo de nuestra alma mejoró en ese rato y eso ya nos conforma mucho. Lo que ocurre en el público es nuestra mayor paga. Eso nos llena el corazón, es una enorme gratitud.

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