El largo camino de la deuda argentina no termina de recorrerse

El largo camino de la deuda argentina no termina de recorrerse

Pese a un largo y complejo proceso de reestructuración de la deuda que lleva 10 años, el país no tiene acceso al crédito internacional

NADA CAMBIÓ. Lorenzino (centro) afirmó que la nueva oferta mantiene los mismos términos y condiciones que las operaciones de 2005 y 2010. DYN NADA CAMBIÓ. Lorenzino (centro) afirmó que la nueva oferta mantiene los mismos términos y condiciones que las operaciones de 2005 y 2010. DYN
01 Septiembre 2013

Eduardo Robinson - Economista

Volvió al primer plano la deuda argentina. Durante los últimos 25 años del siglo pasado y en lo que va de la presente centuria, la deuda fue y es un aspecto central de la macroeconomía argentina. Durante la década de 1980 el pago de los servicios de la deuda fue un gran condicionante para lograr estabilizar la economía y encauzarla hacia el desarrollo. Durante esos años, caracterizados por muy bajos precios internacionales para los commodities por lo tanto de adversos términos de intercambio, crónico déficit fiscal, significativo financiamiento del sector público mediante emisión monetaria, la excesiva carga financiera del sector público terminó desembocando en dos traumáticos episodios hiperinflacionarios, de mediados de 1989 e inicios de 1990 y, por lo tanto, en un agudo estancamiento económico. De ahí el mote de "década pérdida". En 1990, la inflación fue de 1.344%.

Al inicio de los años 90, tras el colapso de un modelo de Estado omnipresente, el peso de la deuda en la economía si bien continuó condicionando la estabilidad macroeconómica, se procuró reestructurarla mediante negociaciones con los principales bancos acreedores. En 1991, se implementa el régimen de convertibilidad, lo que impedía la emisión de moneda sin respaldo en reservas. De esta forma, el financiamiento del Estado, vía emisión de moneda, quedaba descartado. Sin embargo, como el gasto público siguió incrementándose, la principal fuente de financiamiento fue la emisión de deuda. Así, la deuda externa total pasó de U$S 61.337 millones, en 1991, a U$S 85.678 millones en 1994. Luego a U$S 109.774 millones en 1996 y a U$S 141.371 millones en 1998.

En relación al PBI, la deuda externa pasó de 27% en 1992 a 51% en 1998 y a 163% en 2002, el brusco salto obedece a la megadevaluación del peso argentino.

La deuda crecía, mientras la economía perdía competitividad y se enrarecía el contexto internacional. La sumatoria de sucesivas crisis (Asia en 1997, Rusia en 1998, la fuerte devaluación de Brasil al comenzar 1999) y la caída de los precios internacionales incidieron para que la economía empiece un profundo proceso recesivo. La consecuencia directa fue un incremento del peso relativo de la deuda, crisis de confianza y pérdida de financiamiento externo. Este cóctel terminó, entre 2001-2002 detonando una de las peores crisis de la historia económica argentina. Una consecuencia directa fue la cesación de pagos de los servicios de la deuda pública y la necesidad de una profunda reestructuración con el objetivo de compatibilizar el pago de los servicios de la deuda con la expansión de la economía. Así en diciembre de 2004, y tras negociaciones previas, para reprogramar los vencimientos con los organismos de crédito internacionales (FMI, BID y Banco Mundial) se presenta la oferta de canje a los tenedores de bonos de deuda argentina y se consigue un 76% de aceptación. En el medio del proceso se sanciona la denominada ley cerrojo, que establece la prohibición de reabrir el proceso de canje, lo que implicaba que la oferta no podía ser modificada o mejorada. Pero, claro, todavía quedaban un 24% de deuda en default. Con lo cual, tras la crisis internacional de 2008-2009, en 2010 el gobierno decide reabrir el canje, alcanzando un 93% de deuda reestructurada. Pero aún queda un 7% afuera.

Mientras tanto, la vía judicial, a la que recurrieron los denominados fondos buitres, porque compraron títulos al borde del default, siguió actuando. Así en octubre del año pasado la justicia norteamericana -en primera instancia- falló determinando que se les pague el 100% en efectivo del capital más los intereses en cesación de pagos.

Argentina apeló el fallo y el pasado viernes 23, la Corte de apelaciones de Nueva York volvió a determinar el pago de U$S 1.330 millones. La decisión implica desigualdad con los que aceptaron quienes entraron a cualquiera de los dos canjes. En este sentido, la propuesta del gobierno argentino fue ofrecer las condiciones del último canje de 2010 pero la justicia de EEUU no la aceptó.

Dado que la Corte de Apelaciones mantuvo la suspensión del pago a los acreedores hasta que la Corte Suprema defina si toma o no el caso, por lo que se evita el default técnico. Se impiden embargos de los pagos que hace regularmente Argentina a los bonistas que aceptaron los canjes. Pero el Poder Ejecutivo envío al Congreso un proyecto de ley para reabrir nuevamente el canje de deuda para quienes quedaron afuera de 2005 y 2010. Se propone, además, una operación que será voluntaria, de cambio de bonos que poseen legislación de EEUU por otros títulos con la misma moneda extranjera, con el mismo valor y mismo plazo, pero de jurisdicción argentina con el objeto de evitar embargos de los fondos destinados a los bonistas que cobran.

Los interrogantes

¿Qué implicancias tienen estos hechos para la economía? En primer lugar, no logra despejar las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda. Eso hace que el riesgo país continúe elevado. Esto sumado a que el gobierno levantó la bandera del desendeudamiento, mientras se financia con deuda interna, mediante la colocación de títulos en organismos públicos, Banco Central y Anses, impide que el país vuelva a insertarse en los mercados de crédito internacionales. La paradoja es que pese a un largo y complejo proceso de reestructuración de la deuda que lleva 10 años, el país no tiene acceso al crédito internacional. En paralelo el creciente déficit fiscal, obliga a seguir financiándose con subas de impuestos, la inflación entre ellos, y la emisión monetaria en un contexto internacional que empieza a ser menos favorable.

El endeudamiento per se no es malo. El problema es cómo se gestiona la deuda, para qué se usan los recursos. Para financiar gasto corriente o infraestructura. Las crisis de deuda sobrevinieron precisamente porque los recursos no se usaron para incrementar la capacidad productiva. Si bien es cierto que el país cumple regularmente con sus compromisos financieros, la actitud negociadora no fue lo suficientemente convincente. Habrá que esperar los resultados de la reapertura del canje, pero con fallos favorables, es poco probable que haya solución definitiva por esta vía. El largo camino de la deuda no termina de recorrerse.

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