Enseñó y gestó el esplendor de la danza clásica

Enseñó y gestó el esplendor de la danza clásica

Fue la primera directora de la Escuela de Danza y la fundadora del Ballet Estable.

MAESTRA. Marcó el gran momento de la danza en Tucumán.  LA GACETA / ARCHIVO MAESTRA. Marcó el gran momento de la danza en Tucumán. LA GACETA / ARCHIVO
12 Marzo 2013
Fue la primera directora de la Escuela de Danza y la fundadora del Ballet Estable. Pero, ante todo, ella fue Maestra. Hilda Pichona Ganem falleció el domingo, a los 80 años.

El gen, la Escuela de Danza, se inicia en 1944. En 1952, Ganem se hace cargo de la Escuela. Era la alumna más destacada de la primera promoción de la asignatura de Danza Clásica -en el Conservatorio de Música de Tucumán-. Pichona fue la responsable de diversos espectáculos coreográficos hasta que en 1959, Julio Ardiles Gray, al frente del Consejo Provincial de Difusión Cultural, respalda su proyecto y nace el Ballet Estable de la Provincia. La Bella Durmiente del Bosque y El Lago de los Cisnes brillaron en la primera función.

Tras una década de autogestión, la danza ingresa -de su mano- en una etapa de prosperidad. "A tal punto que, después del Colón, Tucumán se convierte en el segunto centro dancístico del país, superior al Argentino de La Plata -apunta el periodista y escritor Dardo Nofal-. Después se incorpora Esther Gnavi (años 66-67) y la danza alcanza su plenitud en la provincia. Entonces vinieron a bailar los grandes de la Argentina y algunos extranjeros". La obra académica de Ganem consigue finalmente la anhelada sede propia, y atrae a docentes extranjeros y del Teatro Colón; las alumnas acceden a becas de estudios y las mejores bailarinas de la Escuela siguen su carrera en el cuerpo estable.

El golpe del 76 cercena también la danza. Después de 28 años de servicio, Pichona renuncia a la Escuela de Danza. Pese a la jubilación y al aparente distanciamiento, sigue de cerca los vaivenes de la institución, siempre preocupada por el deterioro de los niveles de excelencia.

La docencia siempre fue su obsesión. En mayo de 1982 le explica a un cronista de LA GACETA: "la enseñanza implica no sólo capacidad sino también ese poder casi místico para transferir espíritu, estilo, seguridad, pasión. Hay, por supuesto, docentes idóneos, pero falta el otro, ese que se llama 'maestro' toda la vida".

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