Un pleno que cuesta comprobar en la realidad de la economía provincial

Un pleno que cuesta comprobar en la realidad de la economía provincial

Por Eduardo Robinson - Economista - Fundación del Tucumán

29 Abril 2012
Dado que el trabajo, además de ser un factor productivo, dignifica al ser humano, hay que celebrar la caída del desempleo en Argentina y en Tucumán. Durante lo peor de la crisis 2001/2, cuando la desocupación superó el 20%, hasta los niveles actuales, por debajo del 7%. De acuerdo con mediciones oficiales.

En Tucumán, la tasa de desempleo, que en mayo del 2002 alcanzó el 23%, llega en estos días sólo al 3%, según números oficiales. Tal cifra sorprende, por varias razones. Por ejemplo, si se observan las estadísticas de desempleo, desde 1995 hasta el año 2.000 el porcentaje de desocupación en Tucumán se ubicó, durante todo ese periodo, por encima del promedio nacional.

Esta situación se mantuvo en los últimos años, con las siguientes excepciones: mayo de 2003, segundo trimestre de 2008, cuarto trimestre de 2009 y segundo trimestre de 2010. Es precisamente en esta fecha, cuando se verifica una significativa caída en la tasa de desocupación en la Provincia. Pasa del 8,7% al 5,4%. Es decir, 3,3 menos que en el trimestre anterior, mientras que en el promedio nacional, el desempleo, en el mismo periodo cayó sólo 0,5 puntos.

Es entonces, a partir de mediados de 2010, cuando prácticamente desaparece el desempleo en Tucumán y se ubica marcadamente por debajo del promedio nacional. El guarismo sorprende en la medida que no se verificaron cambios significativos en la estructura económica provincial.

Los contrastes

El hecho es que Tucumán, según el Indec, tiene una economía que goza de pleno empleo, al menos del factor trabajo.

Sin embargo, los planes sociales no ceden, la informalidad es elevada al observarse la abundancia de puestos de venta callejeros, más las personas que piden limosnas...

Si bien las estadísticas revelan pleno empleo, cuesta comprobarlo en la realidad de la economía provincial.

Sin embargo, aunque resulte paradójico, el problema vertebral no es el nivel de desempleo, sino la calidad de empleo que la economía genera. No es tan complicado bajar el desempleo, como crear calidad de empleo. El Estado puede decidir contratar a todos los desempleados, y con esta medida extinguir el desempleo. Sin embargo, desde el punto de vista económico, lo que importa es la productividad.

Este factor es el que explica por qué una determinada población tiene mejores niveles de vida que otra. Baja productividad implica salarios bajos. Al respecto, Tucumán está en penúltimo lugar en nivel salarial del sector privado, en comparación con el resto de las provincias.

Para elevar la productividad, y mejorar genuinamente los salarios y por lo tanto la calidad de vida de las personas, hace falta inversión. De lo contrario, cuando del desempleo es bajo y la productividad es débil, es porque hay una situación de desempleo disfrazado. O lo que es lo mismo, empleo público sobredimensionado.

El problema social, que se deriva de la insuficiencia de inversión, se puede disimular por un tiempo, pero no se resuelve si no se expande la capacidad productiva real. El sobreempleo lleva a sobrecargar con impuestos a los sectores productivos, que ven acotadas las posibilidades de mejorar la competitividad. Y al perder competitividad, también se reducen las posibilidades de ganar nuevos mercados y expandir la producción.

Otros indicadores de la baja calidad del empleo están en el hecho de que, en Tucumán, cuatro de cada 10 asalariados se encuentra en la informalidad. No tienen descuentos jubilatorios, ni obra social. Además, según los datos de la EPH del segundo trimestre del año pasado, de 16 actividades consideradas, el sector público provincial se encuentra entre los tres primeros sectores que mejor remunera al trabajo.

Crear empleo de baja productividad lleva a más impuestos, más inflación, debilidad competitiva, peor calidad de vida.

Bienvenida la caída del desempleo, falta la calidad.

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