"La clave es tener una curiosidad insaciable"

"La clave es tener una curiosidad insaciable"

Es un tucumano destacado en el mundo y escasamente conocido en su provincia. Discípulo del premio Nobel Luis Federico Leloir, pasó de ser un destacado investigador en Química Biológica en Tucumán y Buenos Aires a un reconocido genetista en Nueva York y jefe de misiones de las Naciones Unidas en 45 países. A los 38 años decidió incursionar en el periodismo. Su primera nota, una investigación sobre los desaparecidos en la Argentina, fue tapa de The New York Times, lo hizo ganar el prestigioso premio Overseas Press Club y le abrió las puertas de los medios. Conoció a figuras como Fidel Castro y Jimmy Carter, fue elogiado por Gabriel García Márquez y se convirtió en corresponsal y colaborador de más de 80 medios de 60 países. Volvió por unos días a Tucumán y conversó con nosotros sobre su vida, la Argentina y el mundo.

UNA CLAVE. La tenacidad fue fundamental para mí, asevera el periodista. UNA CLAVE. "La tenacidad fue fundamental para mí", asevera el periodista.
18 Septiembre 2011
- ¿Cómo se salta de Tucumán a Nueva York y de la medicina al periodismo?
- Estudié en el Colegio Nacional, me recibí de médico y luego empecé a hacer investigaciones en bioquímica (algo que nunca pensé que iba a hacer) en el Instituto de Química biológica de la UNT con profesores que venían de la Fundación Campomar. A raíz de eso, me ofrecieron radicarme en Buenos Aires para trabajar en la fundación con Leloir. Fueron cinco años en los que, además de investigar, me doctoré en Química Biológica. Decidí especializarme en genética molecular y viajé a Estados Unidos. Conseguí un puesto de profesor visitante en la Universidad de Nueva York y de investigador en el Instituto de Salud Pública de esa ciudad. Allí tuve un jefe con el que desarrollamos un modelo de interacción entre un virus y una bacteria que se convirtió casi en un clásico de la genética molecular y trajo aparejado un relevante reconocimiento internacional.

- ¿Y cómo llegó a la tapa de la revista del diario más prestigioso del mundo?
- Leloir decía que cada vez sabemos más de menos. Esa idea me llevó a buscar horizontes más amplios. Había trabajado durante casi 20 años, solitariamente, investigando 12 horas por día. Pensé que ya había dado a la investigación todo lo que podía dar y quería dedicarme a la salud pública internacional. Creí que el salto sería relativamente fácil pero fue terriblemente duro. Estuve meses sin trabajo, con la moral por el piso y con mi esposa sosteniendo la casa. Hasta que un día -esto era en los años 70- me llamó una amiga que trabajaba en Amnistía Internacional diciéndome que yo debía escribir un artículo sobre los desaparecidos en la Argentina para The New York Times. Me parecía una locura pero mi amiga, finalmente, me convenció. Escribí dos páginas con una propuesta de artículo y decidí consultar a un periodista, Paul Heath Hoeffe, para que me dijera si estaba bien. El las leyó y me dijo: "esto es una porquería; escribes como un argentino. Hay que ser práctico; un párrafo que establezca cuál es el problema, dos que desarrollen la idea y un presupuesto económico para trabajar en la nota". Me deprimió enormemente y decidí abandonar todo. Mi mujer me empujó para que corrigiera mi versión con los consejos de Paul y lo mandé a The New York Times. Después de un mes de silencio, y de una docena de insistentes llamadas mías al diario, me dijeron que me pagaban los gastos para viajar y trabajar en el artículo. El problema es que yo, como había dejado de ser investigador, había perdido mi visa y estaba en Estados Unidos de manera ilegal. Decidí llamar a Paul y nos pusimos a trabajar juntos durante tres meses en el artículo. Recuerdo que entrevistábamos a miembros del Departamento de Estado que le tenían miedo a mis preguntas, sin sospechar que el autor de las preguntas era un ilegal. Después nos convocaron a The New York Times y allí los editores nos avisaron que la nuestra sería la nota de portada de la revista dominical del diario. Días después de su aparición, el senador Ted Kennedy hizo una moción especial en el Senado para incluir el artículo en el Archivo del Congreso.
Semanas más tarde nos otorgaron el premio Overseas Press Club. Yo había firmado con el seudónimo de Juan Montalvo para proteger a mi familia en la Argentina y por eso no pude ir a recibirlo. En las reuniones de argentinos en Nueva York a las que yo asistía, muchos se preguntaban quién demonios era Juan Montalvo. A pesar del seudónimo, esa nota, que fue una de las primeras sobre los desaparecidos de las que se publicaron en Estados Unidos, terminó abriéndome muchas puertas. Así empecé a escribir sobre derechos humanos y luego sobre política internacional y salud para diversos diarios.

- ¿Y cuándo empezó a trabajar como consultor de las Naciones Unidas? 
- Poco después empecé a trabajar en las Naciones Unidas, de manera paralela, como consultor en el área de salud. Hice misiones, que duraban entre tres semanas y tres meses, en 45 países. Eso fue un insumo extraordinario para mis artículos. Me mandaban a países con grandes problemas, lugares a los que no va el turista y en los que pude conocer en profundidad grandes dramas humanos. Así se mezclaron en mis notas la salud, los derechos humanos y la política internacional.

- ¿Cuán difícil es dejar la hiperespecialización para convertirse en un hombre renacentista?
- La clave es tener una curiosidad insaciable. Pero la transformación fue extraordinariamente difícil para mí. La tenacidad fue fundamental y luego la posibilidad de conocer gran parte del mundo me hizo percibir sus múltiples facetas y cruzarme con personajes muy interesantes. Hoy estoy escribiendo un libro en el que reúno buena parte de esas experiencias.

- ¿Cómo conoció a Albert Sabin, el inventor de la vacuna contra la polio que lleva su nombre?
- Mi primer maestro fue Leloir. El segundo, Sabin. Lo conocí en una misión en El Salvador. Fue una noche, en una recepción en la que tuvimos una conexión humana instantánea. Pasó toda la noche hablando conmigo, desinteresado del resto de los invitados. Así nació una amistad que se desarrolló en muchas visitas a su casa, en las que él mismo cocinaba y en las que nos quedábamos hablando, desentendidos del tiempo, ante el aburrimiento de su esposa.

- ¿Y a Fidel Castro?

- En Cuba, en otra misión. Le pedí una entrevista y me dijo que me llamaría a mi hotel antes de que yo partiera. Pasaron dos días en los que no me moví del hotel esperando la llamada. La noche antes de irme, unos amigos me invitaron a una exposición de fotografía. Les dije que estaba esperando la llamada y me dijeron que, en el poco probable caso de que se produjera, me encontrarían. Partí y al volver me encontré con la cara desencajada del recepcionista que me decía: "Doctor, el comandante lo estuvo buscando". Así me perdí la entrevista pero la recuperé, años después, cuando volví a Cuba con una delegación para analizar un proyecto de Interferón para el tratamiento del cáncer. Castro nos vino a ver y a conversar con nosotros porque le interesaba mucho la investigación. Lo particular de esa circunstancia es que, en ese momento, era muy fuerte el rumor de que Castro tenía cáncer.

Un mundo en crisis

- Hoy el mundo es particularmente turbulento. Las bolsas caen abruptamente, Estados Unidos coqueteó con un default inverosímil, Europa está en crisis, el mundo árabe está atravesado por rebeliones, atentados terroristas y cambios políticos...

- Son tiempos interesantes. Estamos pasando de un mundo unipolar a otro multipolar, en el que emergen países insospechados que son cada vez más decisivos. China, obviamente, pero también otros como Brasil o Turquía. Estados Unidos ya no puede hacer lo que se la da la gana. Y creo que eso es bueno, que vamos hacia un mundo mejor. La noción de guerra preventiva, conocida como la doctrina Bush y utilizada para invadir Irak, ha sido enormemente nociva. Por otro lado, hay que reconocer que en Estados Unidos, a diferencia de muchos países del mundo, uno puede publicar y expresarse con bastante libertad.

- Un fenómeno de estos tiempos, que de alguna manera conecta a países muy disímiles que atraviesan momentos críticos, es la participación activa de los jóvenes en las protestas. Los desmanes en Londres, las rebeliones árabes, los "indignados" en España, las manifestaciones estudiantiles chilenas. ¿Qué peso cree que tienen los jóvenes en esta época de cambios?
- Juegan un papel muy importante y la tecnología es clave. Las redes sociales están haciendo que fenómenos que antes se gestaban durante meses o años ahora se generen en días. La tecnología le ha dado cohesión al desencanto juvenil y velocidad a las transformaciones. Hoy los contextos cambian a un ritmo acelerado. ¿Quién podía pensar, hace 15 años, que Estados Unidos hoy estaría viviendo la crisis en la que está atrapado? Si las tendencias se mantienen, China podría ser la primer potencia en 20 años. Pero las metamorfosis son tan abruptas que nadie puede asegurar que eso vaya a ocurrir. El signo de estos tiempos es la dificultad para prever el futuro. Lo que abona la teoría de que China será el protagonista de la política internacional en dos o tres décadas, es que los chinos trabajan, siguiendo una tradición milenaria, para el largo plazo.

- ¿Qué piensa de los jóvenes argentinos?
- Me preocupan especialmente. Desperdician sus energías y su tiempo. Los países que van a sobresalir en el futuro son aquellos que tienen a sus jóvenes educándose, preparándose para los cada vez más complejos desafíos del porvenir.

- ¿Qué futuro político cree que tiene Barack Obama?
- Creo que es uno de los mejores presidentes que tuvo Estados Unidos pero también uno de los que mayores desafíos debe enfrentar. Es muy probable que sea reelecto a pesar de que los republicanos, en particular el Tea Party, obstaculizan sistemática y casi perversamente su gestión. Muchos le achacan a Obama supuestas promesas incumplidas. Pero hay que tener en cuenta que nadie puede asumir la presidencia de Estados Unidos sin el visto bueno de los principales factores de poder. Por lo tanto, es muy difícil para un presidente actuar contra los factores que le permitieron acceder a la presidencia. Y es lo que está pasando ahora.

- ¿Cuáles son esos factores?

- Lo que yo llamo el complejo militar-industrial-financiero. Estoy hablando de grandes corporaciones y sectores que le quitan libertad de acción a Obama. Enfrenta desafíos equivalentes a los de Roosevelt, pero este era un miembro de las clases dirigentes a diferencia de Obama, quien tiene que lidiar, además, con dosis de racismo que siguen siendo muy significativas. Obama es un político de una inteligencia notable, al igual que Jimmy Carter, que ha sido injustamente opacado y a quien conocí en una visita que le hicimos con Adolfo Pérez Esquivel. No ocupa el lugar relevante que debiera ocupar en la historia política norteamericana por la crisis de los rehenes norteamericanos en Irán, que se resolvió, sugestiva y rápidamente, cuando Reagan asumió la presidencia.

La Argentina y Tucumán

- ¿Qué lugar cree que tendrá la Argentina en el futuro?

- Uno no muy auspicioso en la medida en que no se desarrolle a otra velocidad y con otra calidad. La Argentina está muy por detrás de países vecinos como Brasil o Chile, que es un país con pocos recursos que tiene una presencia internacional, con sus productos, que nosotros no tenemos. Los he visto en la esquina de mi casa en Estados Unidos o en países como Armenia. Nosotros tenemos mejores productos que los chilenos, pero políticas ineficaces para instalarlos en el mundo. Los argentinos parecen no ser muy conscientes de este desperdicio de oportunidades y eso atenta contra las posibilidades del país. Estamos muy lejos del Primer Mundo, perdemos protagonismo en el concierto global y las políticas que se están aplicando en nuestro país generan rechazo en la mayor parte de los países desarrollados.

- ¿Su formación en Tucumán fue determinante en su vida?
- Sí; soy, en buena medida, un producto del Colegio Nacional, de la UNT y de un contexto cultural tucumano muy rico: mi padre, junto a Manuel Serrano Pérez y Víctor Massuh, crearon el Ateneo Gibran Jalil Gibran, un espacio que jugó un papel muy importante en la vida cultural del Tucumán de los 50.

- Al igual que otros tucumanos que se destacaron en la Argentina y en el mundo?
- Claro, por ejemplo César Pelli, a quien conocí en Estados Unidos. Un hombre humilde que tiene un lugar soberbio en la arquitectura moderna. O Tomás Eloy Martínez, uno de los más grandes periodistas y escritores argentinos. El es un producto del colegio Gymnasium, que ha sido cuna de grandes talentos. Desde Estados Unidos leo a otros tucumanos como Joaquín Morales Solá o Ricardo Kirschbaum, periodistas con sentido crítico y constructivo, voces fundamentales para el desarrollo democrático de un país.

Cambios y desafíos

- ¿Cómo se está transformando el periodismo?

- De manera vertiginosa. En Estados Unidos se puede ver por todos lados a gente leyendo en tabletas y otros dispositivos electrónicos. Hay personas como yo, que necesitamos el diario papel como compañero de cada mañana. Pero hay muchos otros que nunca han tenido una experiencia de lectura tradicional. Otra tendencia es la concentración del periodismo sobre los temas locales. Dos editores de dos de los más importantes diarios de Estados Unidos me dijeron que ya no querían seguir publicando mis artículos sobre política internacional porque el foco del diario apunta cada vez más hacia el interior de sus comunidades.

- Usted ha recorrido el mundo atendiendo los grandes problemas de la salud pública. ¿Cuáles son las epidemias del siglo XXI?

- Hay problemas nuevos y graves, como el SIDA; y otros viejos, que siguen sin resolverse, como la malaria, la tuberculosis o la desnutrición. Las carencias educativas y la corrupción política son los aliados de estos dramas. Con medidas preventivas relativamente simples y baratas, podrían evitarse muchas muertes. Lo que constaté en muchos países de Africa es que la corrupción se come muchos de los fondos que aportan las instituciones internacionales. Muchas veces ciertos organismos, como el Banco Mundial, hacen préstamos pero no fiscalizan su aplicación. Estoy en contra de la aplicación crónica del asistencialismo. 

- Después de 40 años en los Estados Unidos, ¿se ha adaptado plenamente?
- Con más de media vivida allá, mi mujer (que nació en Entre Ríos y estudió en Tucumán) y yo estamos completamente integrados a la sociedad norteamericana. El proceso de asimilación no fue para nada fácil. Llegué a Estados Unidos prácticamente sin hablar inglés. Y llegar tarde a un idioma genera un primer obstáculo difícil de sortear. Además, hice algo que no recomiendo a nadie: cambié de rumbo en medio de un país nuevo. Pude superar esos años gracias a la compañía de mi esposa y la ayuda de amigos. Cuando mis amigos me preguntan cuál fue la influencia de Estados Unidos en mi vida, suelo decirles, quizás con cierta injusticia, que su país destruyó la poesía que yo tenía.

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