Javi en el cielo con votantes

REUNIÓN CON GOBERNADORES. Milei hizo cambiar las anchas sillas de madera por otras tipo tijera, algo incómodas. REUNIÓN CON GOBERNADORES. Milei hizo cambiar las anchas sillas de madera por otras tipo tijera, algo incómodas.
09 Noviembre 2025

Por Juan Ángel Cabaleiro
Para LA GACETA - TUCUMÁN

En los mentideros del poder se comenta con malicia (pero con un poco de ternura también) que Milei destina demasiado tiempo a elegir su vestimenta. Duda, curiosamente, entre la multitud de prendas casi idénticas que abarrotan los vestidores de Olivos, al punto que llegó a ponerse aquellas famosas cuatro camperas juntas, una encima de otra, por no decidirse a descartar ninguna. La lógica presidencial tiene sus razones, que la razón no conoce, por eso resulta difícil (o quizá inútil) intentar una explicación para determinados fenómenos del poder: simplemente no la tienen, o es de naturaleza lisérgica.

A poco de verle la cara más cruel a la derrota y mientras el cráneo dolicocéfalo de Espert se convertía en un estigma indeleble en la boleta bonaerense, Milei se vistió de rockero y tuvo su lleno total y su aclamación en el Movistar Arena. Luego de las sugestivas imágenes de demolición y derrumbe, el presidente cantó con su banda y la diputada Lemoine hizo los coros. ¿Qué más se puede pedir?: originalidad, transgresión y pinceladas de surrealismo, lo que era antes patrimonio de la izquierda apunta ahora a la fibra sensible de los argentinos de bien. Sucedió entonces lo impensado: las Fuerzas del Cielo oyeron aquel clamor propiciatorio y a la escena apasionante que es la Argentina descendió un deus ex machina para resolver su argumento empantanado: los yanquis vinieron al rescate de la moneda nacional. Entonces sí, quedó allanado el camino a un final feliz: el dólar se calma. El pueblo vota sorpresivamente a los candidatos de Milei. Fin.

Tal el laberinto insondable que une causas y consecuencias en la política nacional, mal que les pese a politólogos y encuestadores. En gran medida se trata de creer y perseverar, cualidades de místicos y líderes carismáticos. Quien se obsesiona de tal manera con algo intuye o presiente una verdad que incuba en su interior, secreta, difícil de transmitir y de justificar, una revelación valiosa que acata con religiosa delectación e íntimo vértigo: Milei piensa que tiene una misión que cumplir, y que las Fuerzas del Cielo señalarán el camino. Algo parecido ocurre en la troupe libertaria: confían ciegamente en Milei como en un elegido, y creen en cosas raras. El Gordo Dan, apóstol fiel e ideólogo de gimnasio, levanta la voz en nombre de la «sagrada causa de la libertad de los argentinos» y pide la expulsión de herejes, el purismo libertario, la unción de Milei como emperador de la Argentina. Karina, bien sabemos, confía sin disimulo en el designio de los astros y acerca o aleja figuras del gobierno según dicten las constelaciones. Santiago Caputo apela a la mística alucinógena de Benjamín Solari Parravicini, al grado de llevar tatuada en su espalda una de sus famosas profecías.

Estos coqueteos con el misticismo y la psicodelia no son un flanco menor en el esquema decisional del gobierno, ni el que a peores resultados lo conduce. Basta con un significativo y reciente ejemplo. Cuentan las malas lenguas, en aquellos mismos mentideros del poder (pero se trata de personas absolutamente fiables) cómo organizó el equipo de Milei, con el presidente a la cabeza, los detalles de la reunión con los gobernadores, el jueves 26, en el salón Eva Perón de la Casa Rosada. Cuentan que Karina hizo el ritual de limpieza con sahumerios y eligió el día y la hora propicios, y que todas las energías eran buenas. Pero surgió un imprevisto que lo cambiaría todo, y fue el mismísimo presidente quien tomó cartas en el asunto: luego de renegar con el tamaño insuficiente de la histórica mesa de roble para la disposición de los invitados, ordenó cambiar las cómodas y anchas sillas de madera con apoyabrazos por otras más pequeñas y estrechas, tipo tijera, algo incómodas. Pero, aun así, apretadas una junto a otra alrededor de la mesa, faltaban todavía cuatro lugares. No había manera de acomodarlos a todos. Tal vez fuera una señal: cuatro ¿los cuatro jinetes del Apocalipsis? Fue Santiago Caputo, el mago del Kremlin, el que determinó a quienes se debía excluir, y elaboró luego los argumentos.

© LA GACETA

Juan Ángel Cabaleiro – Escritor.

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