Se equivocan los operadores o quienes analizan los mercados. Porque la semana pasada pareció regresar la incertidumbre y volvió a subir la cotización del dólar, bajar el precio de los títulos de deuda y moverse en direcciones alternativas los precios de acciones argentinas y cedears (hay días en que suben los primeros y bajan los segundos y otros al revés, lo que hace pensar más en cambios de refugios o búsqueda de pequeñas ganancias que en tendencia).
Como causa de esa inestabilidad se citaron las declaraciones del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, de que la ayuda de su gobierno tomaría la forma de swap y eso habría decepcionado a los inversionistas argentinos. Pero si nunca se habló de dinero fresco, ¿cuál decepción? Siempre se dijo que lo que fuera que se arreglara sería para pagar los vencimientos de deuda oficial en 2026. La estructura financiera es un detalle (aunque importante) y lo básico es la asistencia contingente. Si ocurriera la contingencia de dificultades para que Argentina pagara entonces se usarían esos fondos. Como un crédito preacordado que ahorra negociaciones cuando se presenta el problema porque ya se habló antes. Por cierto, recién entonces se convertirá en deuda, pero ante la eventualidad es sano que se busque el acuerdo del Congreso porque es lo que constitucionalmente requiere el uso del crédito.
Tienen más chances de caer mal las objeciones dentro de EEUU. Entre ellas merecen espacio las de los senadores demócratas Amhy Klobuchar, Bernie Sanders, Chuck Schumer y Elizabeth Warren. La queja fue que se pensaba en una ayuda al gobierno argentino justo cuando éste marginaba del mercado internacional a los productores estadounidenses de soja al poner retenciones cero a las exportaciones argentinas de dicho bien. Un problema con ese planteo es que por cláusulas constitucionales en EEUU no hay impuestos sobre las exportaciones. Entonces, lo que hizo Javier Milei fue igualar condiciones. Nada ilegítimo. De hecho, no se puede reclamar contra un país porque éste decida dejar de dañar a sus productores.
Pero se trata de senadores de cuidado. Warren, por ejemplo, presentó hace años un proyecto de ley de quiebras muy favorable (sostenía ella) a las Pymes y promueve elaborar una ley de quiebras del consumidor. Muy lindo, pero trabajar con prudencia requiere convocatoria de acreedores, verificación de créditos, asambleas y síndicos que acompañen o reemplacen la administración, un procedimiento costoso para temas de consumo que si se quiere abaratar por un sesgo pro deudor perdería seriedad. Eso, más intentar mantener casi a toda costa una empresa en marcha significa mayor probabilidad de que los acreedores pierdan y alentar la irresponsabilidad de empresarios y consumidores. Resultado esperado: menos créditos a Pymes e individuos. Las normas, en su expresión escrita e interpretación judicial, generan incentivos y ellos son los importantes, no las intenciones de los autores.
Vaya un ejemplo deportivo. Algunos años atrás en el fútbol el reparto de puntos era dos al ganador, cero al perdedor, uno a cada uno en caso de empate. Entonces, para incentivar el juego ofensivo en el mundo se pasó a tres puntos al vencedor, cero al derrotado, uno para cada uno ante una igualdad. Pero en Argentina se agregó que si había empate se harían tiros desde el punto penal y el ganador de la tanda tendría un punto adicional. Tal vez parezca emocionante un encuentro como el Racing-Argentinos Juniors del 20 de noviembre de 1988, que terminó dos a dos y en penales fue 20 a 19 para el “bicho”, con 44 tiros en total. Pero en general fue una colección de bodrios. Para equipos medios hacia abajo jugar al ataque implica el riesgo de perder por descuidar la defensa. Jugar conservador aumenta la probabilidad de sacar un punto. Y si encima se puede ligar uno más por el desempate, el incentivo es a colgarse del travesaño. Dos que hagan eso y fiesta de bostezos.
Normas de ese estilo se viven dictando, con errores, malos incentivos o incoherencias, sean previsionales, laborales, de control de gobernantes, de defensa de la soberanía y así. Sus resultados son bajas jubilaciones, alto desempleo, trabajo en negro, juicios perdidos o impunidad. Por ejemplo, algunos senadores kirchneristas presentaron hace poco un proyecto para impedir que el gobierno venda acciones de Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (Nasa) proponiendo declarar “de interés público y estratégico no enajenable el desarrollo nuclear argentino”. Pero el desarrollo nuclear es un concepto, por su propia naturaleza es no enajenable. Es como prohibir vender la ley de la gravedad. En todo caso se puede prohibir vender instrumentos que se consideren útiles para ese objetivo, como Nasa. Aunque, de nuevo, suena lindo, no quiere decir que sea útil. De hecho, en desarrollo y provisión de bienes y servicios la inmensa mayoría de las veces las cosas mejoran cuando el Estado no se hace cargo.
En definitiva, sirva o no de consuelo, la ignorancia, por usar una palabra liviana, está en todo el mundo. Si quieren mejorar la situación de los productores estadounidenses a los senadores demócratas les conviene dedicarse a buscar la apertura comercial contra el proteccionismo de Donald Trump. Y en lo que corresponda, valga la recomendación de estudio y seriedad para los legisladores argentinos.
Para cerrar, debe remarcarse que el swap no es una solución sino una garantía externa. Si Argentina sostuviera su política de seriedad fiscal y además hiciera cambios tributarios y laborales que al menos permitieran entrar en un camino de crecimiento entonces no habría dudas sobre el pago de la deuda. Pero si eso tomara más tiempo del necesario para obtener recursos está el dinero de EEUU para garantizar que las obligaciones se atenderán. Hasta sería posible que esa sola cobertura alcanzara para renovar la deuda sin pagarla, pero sólo si Argentina estuviera trabajando con responsabilidad en los temas que sostienen el desarrollo. Las elecciones de este mes son clave para ello porque las soluciones siempre son propias, no ajenas.







