PAÍS VASCO. El centro de Lekeitio con edificios históricos y la bandera/iStock
En buena parte de España, agosto es sinónimo de vacaciones, calor y fiestas populares. Sin embargo, en el País Vasco existe una forma tradicional de nombrar este mes que sorprende por su diferencia respecto al resto del país. Aunque en la actualidad el término más extendido en euskera es Abuztua, derivado del latín Augustus como en otras lenguas románicas, aún se conserva una denominación autóctona con fuerte carga cultural: Agorril.
Qué significa
La palabra “Agorril” se traduce literalmente como “mes seco” o “tiempo árido”, en clara alusión a las condiciones que históricamente han caracterizado a agosto en el norte peninsular: calor, escasez de lluvias y suelos castigados tras la actividad agrícola del verano.
Etimológicamente, el término procede de agor (seco) y el sufijo -il o -hil, muy frecuente en la formación de nombres de meses en euskera. Este modo de nombrar el tiempo se basa en fenómenos naturales y ciclos agrícolas, en contraste con la herencia romana del calendario occidental.
Un calendario ligado a la tierra
El euskera conserva una tradición de meses descriptivos que reflejan el paisaje y las labores del campo. Algunos ejemplos son:
- Urtarrila (enero): “mes del año nuevo”.
- Uztaila (julio): de uzta, “cosecha”.
- Urria (octubre): de urri, “escaso”, en referencia a la merma de recursos tras el verano.
- Dentro de esta lógica, “Agorril” encaja perfectamente como un nombre ligado al clima y a la vida rural.
¿Se sigue usando hoy?
Aunque “Agorril” ya no aparece en calendarios oficiales ni en documentos administrativos, todavía pervive en zonas rurales de Álava, Gipuzkoa y Navarra, especialmente entre personas mayores. Además, la palabra sigue presente en refranes, canciones y textos literarios en euskera, como un vestigio de una lengua que durante siglos estuvo estrechamente unida al entorno natural.
Una riqueza lingüística única
La coexistencia de “Abuztua” y “Agorril” es un ejemplo de la riqueza cultural y lingüística del euskera, que combina préstamos latinos con términos propios de tradición popular. A diferencia de otras lenguas que adoptaron de forma uniforme los nombres del calendario romano, el euskera mantiene una doble mirada: la oficial y la ancestral, capaz de narrar no solo el paso del tiempo, sino también la relación del ser humano con la tierra.