Estudiar en el exterior: el sueño que crece entre los jóvenes tucumanos

Estudiar en el exterior: el sueño que crece entre los jóvenes tucumanos

Lejos de ser una excepción, estudiar afuera se consolida como un proyecto cada vez más frecuente en la agenda juvenil.

Lucía Lozano
Por Lucía Lozano 06 Julio 2025

Residencias compartidas, campus que parecen ciudades, actividades extracurriculares, clases en otro idioma y la promesa de una experiencia única. La vida universitaria en el exterior ya no es solo un ideal importado: se transformó en una aspiración concreta para muchos jóvenes tucumanos.

Detrás de la decisión hay una mezcla de motivaciones: desde la búsqueda de mejores oportunidades laborales hasta el deseo de independencia o el atractivo de vivir una experiencia transformadora. Lo cierto es que, lejos de ser una excepción, estudiar afuera se consolida como un proyecto cada vez más frecuente en la agenda juvenil.

Estados Unidos se posiciona como uno de los destinos favoritos para quienes buscan vivir una experiencia transformadora. Cada año crece la cantidad de solicitudes de becas para carreras de grado y posgrado. El acceso a estas ayudas económicas es clave. También Europa es un imán para muchos jóvenes que sueñan con capacitarse o perfeccionar sus estudios.

En esta nota, hablamos con dos jóvenes tucumanas que lograron concretar el sueño de formarse en el exterior. ¿Qué las movilizó? ¿Cómo fueron sus experiencias? ¿Cómo se ven en el futuro? En esta producción, nos cuentan todo.

Cruzó el océano para poder perfeccionarse en su pasión

Una oportunidad que le permitió crecer y encontrarse con su pasión. Así define Cecilia Gómez Urrutia (30) su experiencia en Alicante, España, donde se instaló desde 2023 para hacer un máster en neuroarquitectura.

Del otro lado del océano, enfrentó al desafío de estudiar, trabajar y mantenerse al mismo tiempo. Según cuenta, mientras estudiaba la carrera de Arquitectura y Urbanismo, en la UNT, trabajó en un estudio para ir probando las diferentes áreas o ramas que habían dentro de la profesión y ver cuál se acercaba más a lo que le gustaba.

“Después de recibirme, tuve una crisis. Me cuestionaba a qué me quería dedicar, cómo seguía, en qué me iba a especializar. Y así empecé a investigar más ramas dentro de la arquitectura. Fue entonces que descubro la neuroarquitectura. Tenía muchísima curiosidad y la verdad que me encantaba. El tema era que en Argentina no se sabía absolutamente nada y en Europa, sí”, cuenta la joven profesional.

Primero hizo un posgrado a distancia en la Universidad de Nebrija, Madrid. “Luego, tuve una gran oportunidad, de la mano del deporte, ya que juego al hockey desde que soy muy chica. Me ofrecieron ir a jugar a un club de Alicante, en España, y dentro de la propuesta podía trabajar en un estudio de arquitectura. También me atraía la idea de seguir formándome en lo que me gustaba, así fue que hice el máster de neuroarquitectura en la universidad de aquí, que está a 10 minutos de donde vivo”, detalla.

Feliz y convencida de que puede usar la arquitectura como una herramienta mucho más humana, Gómez Urrutia da detalles de lo que se trata su especialidad: “la neuroarquitectura es una disciplina que estudia principalmente el vínculo entre un espacio construido y la persona. Según la Organización Mundial de la Salud, pasamos más del 90% de nuestra vida en espacios cerrados. Entonces, es bueno saber y concientizar sobre cómo afectan estos espacios, cómo impactan en nuestro cerebro, en nuestro sistema nervioso. Tiene consecuencias tanto positivas como negativas y, a su vez, esto repercute en nuestras emociones, en nuestras conductas, en nuestra experiencia y, por ende, en nuestra calidad de vida”.

A través de distintas investigaciones científicas, la neuroarquitectura se está usando mucho para el diseño de hospitales, lugares de trabajo y centros educativos, detalló la joven, que recibirá su título en octubre.  

A tener en cuenta

Los requisitos para estudiar en el exterior no fueron muchos. “Me pidieron una validación del título universitario. Me favoreció  el hecho de que tengo ciudadanía europea: eso me permitió una mayor movilidad y la seguridad de que podía estar acá  el tiempo que necesite. Las visas estudiantiles, en cambio, son por tiempo limitado”, recalca.

Estudiar una especialidad que no hay en Argentina y al mismo tiempo  ejercer la profesión fue una de las grandes ventajas de haberse ido al exterior, señala Cecilia. “Son muchos los beneficios: aprendés sobre culturas diferentes, metodologías de trabajo, y también salir de tu contexto, de tu zona de confort; son estas experiencias muy desafiantes. El crecimiento es a nivel académico y también personal”, sostiene.

Habituarse a una cultura nueva, acostumbrarse a leer bibliografías en inglés y aprender otras formas de aprendizaje y de trabajo fueron las cosas que más le costaron. Pero no se arrepiente de nada.

Estudiar en el exterior: el sueño que crece entre los jóvenes tucumanos

Todavía no sabe bien cómo será su futuro profesional. En un mundo atravesado por la inmediatez y la estandarización, esta joven arquitecta propone una mirada distinta: diseñar espacios con conciencia, centrados en las necesidades reales de quienes los habitan. Inspirada por el concepto de “sociedad líquida”, critica la tendencia a construir en masa y sin identidad, y apuesta por una arquitectura que reconozca la diversidad humana.

Tiene un objetivo en claro: utilizar su profesión para cuidar, concientizar y transformar. Aunque su futuro inmediato aún no está definido, busca oportunidades laborales que le permitan crecer y aplicar conocimientos en neuroarquitectura, un campo que la apasiona y en el que quiere seguir profundizando.

“No creo en la suerte, creo en el trabajo duro. Y en el destino. Siento que algo me estaba empujando hacia acá. Me parece muy enriquecedor eso de estar incómodo y no dejar de moverse, porque en algún punto siempre podemos sacar algo bueno de esa incomodidad”, resume.

Del anhelo al título de ingeniera en EE.UU.

Desde que era chica, Nazarena Soria Hadad (24) había anhelado irse a estudiar en el exterior. Y logró cumplir su sueño. Hace un mes se graduó como ingeniera mecánica en Estados Unidos.

La joven tucumana dejó la provincia en 2022, cuando estaba cursando la carrera de ingeniería industrial en la Unsta y surgió la posibilidad de acceder a una beca en The City College of New York.

“Cuando se medía la posibilidad de la beca, no había ingeniería industrial en esa universidad; entonces, tenía que elegir entre las opciones que había ahí. Decidí ingeniería mecánica porque a mí siempre me gustó. Lo que no sabía es que, dependiendo de la ciudad donde estudias o del país, la ingeniería mecánica se especializa en diferentes cosas. En Nueva York, específicamente el estudio está más inclinado al diseño, ya sea de autos o de turbinas de avión, y no tanto como en Tucumán que es más que nada trabajar en los ingenios, en las plantas, con las calderas, etcétera”, describió.

Su carrera, en total, duró seis años: tres en Argentina y tres en Nueva York. El mayor desafío de su experiencia en el exterior fue adaptarse al idioma y a una cultura académica muy distinta a la Argentina.  

“El cursado fue complicado al principio porque era muy difícil seguirles el paso en inglés. Por más que estudié este idioma desde chica, había muchas palabras técnicas de la ingeniería y de matemáticas que yo no sabía lo que significaban”, resalta Nazarena.

Al principio, la barrera del idioma dificultó entablar vínculos profundo con otras personas. Con el tiempo, logró adaptarse, pero reconoce que ese cambio fue uno de los más difíciles de afrontar.

Requisitos

Para poder estudiar en EE.UU. le pidieron que rinda un examen de inglés. También presentó su desempeño académico de la carrera cursada en Tucumán. “Tenés que tener notas bastante altas para poder ser aceptado”, resalta. Le pidieron, además, carnet de vacunación y un seguro.

Otra cuestión que es un condicionante es el dinero. “Vivir en Estados Unidos y más en una ciudad como Nueva York es muy caro, pero sí se puede acceder a becas, teniendo buenas notas y rindiendo exámenes. La mayoría de las becas cubren solo la parte educativa, aunque también hay opciones con el 100% de cobertura. Es un proceso largo y complicado, pero sí se puede”, comenta.

“El intercambio cultural, estar con gente que vive realidades distintas a la mía y comunicarme en otro idioma fue lo que más me motivó a irme”, explica Nazarena.

A la hora de hablar de las ventajas de estudiar en el exterior, sostiene: “te abre más posibilidades durante el cursado de la carrera y después de recibirte. Por ejemplo, en mi cursado tenía la chance de hacer proyectos, diseños e investigaciones. También es muy fácil hacer networking con compañías. Normalmente, la universidad hace ferias de trabajo donde van compañías multinacionales. Mi universidad también tiene un programa de pasantías y así yo pude acceder a una de estas prácticas durante un año. Ahora que me gradué, me van a contratar full time. Así que esa también fue una gran ventaja porque te ayudan a conseguir trabajo”, cuenta la joven.

Estudiar en el exterior: el sueño que crece entre los jóvenes tucumanos

Nazarena se desempeña en una empresa dedicada a en la construcción, haciendo inspecciones para controlar que todo esté bajo la leyes de los edificios en NYC. “También hacemos diseño de edificios, departamentos, etcétera”, describe.

Con la vista puesta en un máster o doctorado en una universidad, como Columbia, la joven se proyecta trabajando en una compañía multinacional. A largo plazo, sueña con tener su propia empresa. Aunque imagina parte de su carrera en el exterior, también desea regresar a Argentina y poder combinar ambos mundos a través de un trabajo híbrido que le permita vivir y desarrollarse profesionalmente en los dos países.

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