Guillermo Oliveto: “El año pasado hubo ‘recesión con ilusión’; hoy, ‘esperanza con añoranza’”

Guillermo Oliveto: “El año pasado hubo ‘recesión con ilusión’; hoy, ‘esperanza con añoranza’”

Es el mayor especialista en consumo de nuestro país y un notable observador del comportamiento y las características de los argentinos. Acaba de publicar Clase Media. Mito, realidad o nostalgia, donde analiza de manera pormenorizada el pasado, el presente y la proyección a futuro de ese sector social que “tracciona hacia arriba y hacia adelante” a la sociedad. “La clase media es un nodo central de nuestra identidad”, plantea Oliveto

01 Junio 2025

“Hoy vos tenés una sociedad -pasa en el mundo y pasa acá-, que termina cayendo en lo que llamo el malestar del bienestar. Nunca el ser humano tuvo tanto bienestar como en la actualidad y, sin embargo, crece el enojo, la frustración y la ira. ¿Por qué? Porque todos quieren todo y aparte todos lo quieren ya”, introduce Guillermo Oliveto en la charla con LA GACETA Literaria.

-El libro trabaja sobre tres ejes alrededor de la clase media: realidad, mito y nostalgia.

-La clase media es realidad porque sigue existiendo. Técnicamente queda el 43% de las familias de la Argentina definidas como de clase media, especialmente por el acervo cultural, que es como se miden las clases sociales en nuestro país. Ahí lo que se mide es específicamente el nivel educativo, el principal sostén del hogar y el nivel de ocupación, asumiendo que una buena educación tiene alta correlación con un buen trabajo, lo cual la mayor parte de las veces es cierto y eso deriva en mejores ingresos. Después el porqué es mito, porque alguna vez la Argentina llegó a tener 75% de la población de clase media y solo 4% de pobreza. Estamos hablando de los años ‘60, los ‘70 y los comienzos de los ’80, cuando se construye el arquetipo de lo que llamamos “la clase media Mafalda”. Y este mito nos calma porque la clase media es un lugar de pertenencia, un nodo central de nuestra identidad. Y la nostalgia es porque era 75% y hoy es 43, o sea perdimos más de 30 puntos en el camino. Hoy hay una clase media baja que cuando le preguntás de qué clase social se autopercibe, la gran mayoría te dice: “no soy más clase media” o “soy pobreza intermitente, depende el mes soy clase media baja o soy pobre”. Esa es toda una novedad y creo que nos tiene que llevar a la reflexión mirando para adelante: “¿vamos a cuidar a la clase media o vamos a dejar que todo siga su curso y que un día quede acotado a ese 20% que hoy es clase media alta y el resto estará todo en una especie de gran clase baja, más pobreza, generando un escenario de una fragmentación social?”.

-Y ese cuidar a la clase media tiene que ver con esa idea que aparece en el ensayo sobre el poder de tracción social de esta clase.

-El ADN de clase media es muy valioso. Durante muchos años, incluso hasta hace no tanto -hasta antes de la pandemia-, el grueso de la población con todo lo que había ocurrido en Argentina, cerca del 70 o el 80% se autopercibía de clase media. Tenías gente de clase baja que de algún modo decía, aunque sea por historia, por el barrio en el que vivía, porque había heredado una propiedad, por el estilo de vida, por los gustos y sobre todo por los valores: “yo soy clase media”. Antes los de abajo se consideraban clase media, ahora los que pertenecen a la clase media ya no se ven adentro de ese grupo. Ahí tenés el quiebre. No es de un año, es un proceso de 50 años que tiene adentro el Rodrigazo del ‘75, la híper de Alfonsín en el ‘89, la crisis 2001-2002, más pandemia y cuarentena en el 2020-2021. Esos cuatro golpes fueron quebrando la defensa de la clase media. ¿Por qué esto es tan importante? Porque los valores en los que cree la clase media son la educación como posibilidad de movilidad social, el progreso basado en esa educación y luego en el trabajo y el esfuerzo. Entonces, esos valores empujan para arriba, quieren brillar, crecer, progresar, conocer el mundo, tener una vida mejor y que sus hijos tengan una vida mejor que ellos.

-Y en contraposición aparece el gen de la pobreza.

- El gen de la pobreza es el que está amenazando en esta mutación genética con ganar peso en la escena y es históricamente -no solo en la Argentina sino en cualquier lugar del mundo- un gen de la resignación. Un gen opaco, débil en un punto, porque la clase media al defender la propiedad privada -porque la hizo en función al esfuerzo- cuando alguien quiere tocarla, pone un límite, frena cualquier desvarío político o económico que pueda haber en el país. Por eso en la Argentina tenés un partido de izquierda que mide históricamente 3, 4, 5 o a veces 10%, pero que no pasa de ahí porque para la clase media “todo bien, pero lo mío es mío porque me costó mucho conseguirlo y en buena ley”.

-En el libro también aparece la figura del filósofo Eric Morin, que de alguna manera permite proyectar hasta dónde podría la clase media soportar sinsabores o ajustes.

-Sí, cito a Eric Morin -que tiene 103 años y sigue escribiendo- y él dice que el buen vivir es un equilibrio entre la prosa -que es el esfuerzo, el trabajo, el estudio- y la poesía, que es la celebración, la alegría, el disfrute del bienestar. La pregunta es, ¿cuánto de prosa y cuánto de poesía? Hoy la clase media alta te dice: “yo esto lo tengo más o menos equilibrado, estoy bien, ya me acomodé”; la media baja: “muchachos, acá hay pura prosa, el mes termina el 20, no la estoy pasando bien, tengo mucho esfuerzo y poco premio”. Ojo, que eso tiene -por la decisión rupturista que tomaron- un margen de tolerancia, que no es eterna y, mientras votes cada dos años, un día te puede meter un problema.

-Sobre todo si no aparece la poesía.

-Un poco de poesía es necesario. No podés no considerarlo. Llevado a una manera muy concreta, por supuesto, había que empezar por ordenar la macro, pero también hay que empezar a mirar la micro porque la gente después siente mucho más la micro que la macro en la vida diaria.

-Además del bastión de la educación como faro en la clase media, en los últimos tiempos aparece el consumo, el acceder o pertenecer a partir de los consumos.

-El consumo -de los años ‘80 para acá- se ha transformado en un factor de identidad en todas las economías desarrolladas o en vías de desarrollo. Es cierto que aquella clase media homogénea tenía mucha menos demanda que la actual. Hoy vivimos en una era de hipertrofia del deseo. Deseos hasta cierto punto destemplados, desmadrados o desmesurados. Porque uno no puede querer lo que no conoce, pero a través de la tecnología uno ve todo. Entonces quiere la vida de las Kardashian, la de Messi, la de Ronaldo… Esa hipertrofia del deseo es una bendición y una complejidad. Una bendición porque empuja para arriba. Y una complejidad. Cuando la clase media baja te dice: “acá hay pura prosa y no hay poesía”, trascartón te dice: “acá el mes termina el 20, no llegamos, tenemos que ir todos a trabajar en la familia y entonces no hay ni espacio para relajarnos, ir al cine o al teatro o a la cancha o lo que fuera, o tengo que elegir una de todas esas, o lo puedo hacer mucho menos seguido”.

-Hay en la clase media también un componente asociado a la necesidad de creer; en el libro citás a Dostoievski: “el hombre no puede vivir sin arrodillarse. Si rechaza a Dios, se arrodilla ante un ídolo. No hay ateos sino idólatras”.

-Es una frase maravillosa, la gente necesita creer. Creo que el presidente Milei lo que ha logrado fue que los argentinos -o una parte al menos- volvieran a creer. Por eso el año pasado tuvo “una recesión con ilusión”, lo cual es rarísimo. Es una gran paradoja. Terminó el año con esperanza, con templanza, esta idea de “va a salir”. Y ahora te diría que estamos, según lo último que medimos, en una “esperanza con añoranza”. Otra vez la dualidad, o sea: yo creo, tengo ganas, pero cada vez extraño más cosas que me están faltando. Está esa disputa. Entonces la clase media tiende a creer. Insisto, la clase media mira hacia arriba, cree que es capaz de esforzarse en tanto y en cuanto crea. Por eso es muy importante haber recuperado la visibilidad de mediano plazo, el proyecto, la ilusión. Está huyendo y está caminando por el desierto hacia la tierra prometida. Fantástico, pero ojo que el desierto es muy largo y un día dejan de creer.

PERFIL

illermo Oliveto, licenciado en Administración de Empresas por la UBA, estudia, analiza e investiga hábitos, patrones y comportamientos de los consumidores y los ciudadanos desde hace más de 30 años. En 2010 fundó W, firma focalizada en la consultoría estratégica. Es columnista del diario La Nación desde 2017. Es autor de los libros No son extraterrestres (aunque a veces lo parezcan), El futuro ya llegó, Market Research Explained, Argenchip y Humanidad ampliada (2022).

Por Flavio Mogetta - PARA LA GACETA

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