El motor de la emoción

El motor de la emoción

Nadadores solidarios donaron su esfuerzo y su corazón en la travesía de El Cadillal. Su ejemplo debería irradiarse con la lógica del encuentro, en un día cargado de memoria, para reflexionar en la historia de este país agrietado.

El motor de la emoción

Médicos, arquitectos, licenciados,, abogados, ciudadanos comunes sin títulos y con ellos se levantaron muy temprano ayer. Cuando el sol apenas se desperezaba, ya estaban en El Cadillal.

Se sacaron sus remeras o sus vestidos y se pusieron sus trajes de baño. En sus espaldas o en alguna parte del cuerpo tenían escritos nombres. No eran nombres cualesquiera. No eran el simple tatuaje que representa una ilusión o un momento de la vida o del amor. Más que nombres eran verdaderas historias. Eran biografías con vidas cortas y de expectativas duras.

En las espaldas de estos improvisados nadadores estaban Axel, Lucía, Sofía, Indi, Juli, Abril, Geremías, Benjamín, Mechita, Lulú, Liz, India, Luciano, Juli, Lucas y seguramente muchos nombres más que este cronista no supo registrar. No son nombres propios solamente; son historias de pequeños que cargan una de las más pesadas enfermedades que la vida trajo a esta tierra: el cáncer.

Pensando en cada uno de esos chicos, soñando e ilusionándose como seguramente cada padre o madre lo hace cuando un hijo ingresa a la sala 12 del hospital de Niños donde están los chicos con padecimientos oncólogicos, los nadadores cruzaron El Cadillal.

Sobre este paseo turístico que recuerda al ex gobernador Celestino Gelsi corría una brisa amable, pero el corazón estallaba. Y todo se convirtió en una emoción mojada por lágrimas cuando a las 9.45 ingresaron a la zona de La Isla los chicos cargando historias clínicas dramáticas pero con sus padres y familiares tomados de la mano y con la sonrisa de juego que proponía la mañana sabatina. Los esperaban los nadadores que 15 minutos después se arrojaron al agua y por dos horas dibujaron brazadas para cubrir el recorrido, pero por sobre todo para concientizar a los tucumanos de la necesidad de colaborar y de contribuir por estas familias. La búsqueda es infinita, pero se puede mitigar con una casa, con un lugar que albergue a sus progenitores que muchas veces duermen parados en el pasillo de un hospital sin saber si su pequeño despertará al otro día.

La idea se fue gestando a partir de una experiencia personalísima de un padre y de una madre que después de un año de ir y volver por pasillos fríos -aun con médicos y enfermeros cálidos- se quedaron sin su hijo. Así nació SOI, una cruzada en homenaje a su pequeño y en pos de que todos los que padecen estos sufrimientos sufran un poquito menos.

Empujados por la potencia de esa historia de Martín y de Dani Merlini ayer en El Cadillal hubo nadadores como Matías Ola, pero también médicos como Juan José Chaín que transita las salas de Oncología del hospital con la misma sonrisa con la que entra a su hogar. La emoción y la pasión de tantos hombres y mujeres con ganas de hacer algo por otros -que lo necesitan- se movió por la varita mágica del liderazgo de Facundo Palacio, a quien las piernas no le responden pero sí su corazón y sus manos. Detrás de todos ellos se pusieron en fila sponsors de todo tipo y nivel simplemente porque la emoción nos mantiene vivo, como sugería Alejandro Lerner en el siglo pasado.

Plan canje

La política argentina hace mucho que perdió la emoción y la canjeó por los intereses más viles. En el mismo mercado de valores trocó la solidaridad por la desconfianza y ningún representante público está dispuesto a pintarse en la espalda el nombre de algún ciudadano y ni hablar de que se anime a hacer una travesía en su nombre.

Los liderazgos en la Argentina se van reperfilando de acuerdo a la picardía y a las estrategias para llegar al poder, no por una desesperada ambición de lograr el bien común, precisamente.

No sólo ser sino parecer

Los ciudadanos no obstante, nunca han abandonado la confianza ni la esperanza. Lo supieron más que nadie Néstor Kirchner o su esposa. También llegaron a tomar conciencia de esa entrega -más allá del voto- ex líderes como Carlos Menem y el mismo Raúl Alfonsín. Por estos días Javier Gerardo Milei saborea las mieles de una importante mayoría de la población argentina que confía en la palabra y en la falta de trayectoria política del Presidente, que lo aleja de sospechas de corrupción.

Una vetusta y machista frase decía que “la mujer del César no sólo debe ser honrada sino también parecerlo”. Milei aún no toma conciencia de que un Presidente no sólo debe ser sino también parecer. Su mala educación y su incapacidad para respetar al prójimo que en muchos casos son sus votantes, ponen en duda la esperanza en algunos de sus electores. Lo grave es que es contagioso.

En esta semana que nunca más volverá a existir viene desembarcando en este domingo 24 de marzo. Una fecha como la de hoy, pero miércoles de 1976, la Argentina se quedó sin democracia. Hoy, además de ser domingo es feriado, para reflexionar, para pensar, para dialogar. Es un día cargado de memoria. Sin embargo, en esta Argentina agrietada es un día en el que se suele buscar culpables, se intenta señalar enemigos y es una utopía imaginarla como una fecha de encuentros.

Es comprensible. La Argentina ha quedado herida para siempre, pero el tiempo que es uno de los medicamentos más fuertes aún no ha encontrado la droga para que ciudadanos de izquierdas y de derechas puedan aceptar que la historia los podría encontrar en una esquina. La droga para esa cura ningún líder ni científico argentino aún la ha encontrado, como si fuera un cáncer.

Durante muchos años se ha reivindicado y se le dado legitimidad a la lucha desesperada de madres y abuelas que perdieron sus hijos y ni siquiera saber dónde estaban sus huesos. Hubo políticos que abusaron de ese dolor hasta capitalizarlo para su peculio. Ayer cuando este gobierno que tiene otra ideología diferente reivindicó a figuras como el capitán Humberto Viola y su hija asesinados en aquellos años tristes no hubo tolerancia, otra de las virtudes que escasea como los pesos en la Argentina. Las sociedades a veces se cansan y desean cambiar. Eso no debería ser un problema ni el precipicio.

Sin autocrítica ni ilusión

Mientras estas pasiones se enfrentan un partido central en la historia como el peronismo se reunió para sacarse de encima a Alberto Fernández, el ex presidente al que una gran mayoría de los argentinos le dio el poder. En esa reunión no sólo quedó demostrada la falta de liderazgo sino también de pasión, de decisión y ambición. Se elaboró un tímido documento que sólo busca decir seguimos vivos y criticaron ideas y políticas del nuevo gobierno. No se pintaron ni un nombre ni una idea en la espalda, sólo críticas para saber dónde está el blanco para lanzar dardos. De emociones para seguir vivos, ni hablemos.

El apoyo de la sonrisa

Tucumán no puede evitar ser un espejo de estas cuestiones. El gobernador Osvaldo Jaldo, cuando se enteró de que los peronistas podían molestarlo en el Congreso en el que sólo mostraron las hilachas, salió corriendo a buscar respaldo. Lo encontró. Los intendentes, los delegados comunales y en los últimos días hasta los legisladores expresaron su apoyo al mandatario provincial. Era hasta gracioso ver la foto de muchos políticos que trabajan subterráneamente para molestar al mandatario y sin embargo sonreían ante la cámara como en una fiesta de cumpleaños. ¿Tienen sentido estas movidas? Está claro que ninguno de esos políticos se pintaría el nombre Osvaldo en su espalda. Tampoco la emoción los mantiene vivo. Sólo ambición de poder los mueve a posar en el daguerrotipo modelo siglo XXI.

Jaldo, mientras tanto, como los ajedrecistas, juega simultáneas. Mientras hacía movidas políticas para sostenerse, se reunía con la Justicia Federal tucumana, un hecho inédito para un gobernador de la Provincia. Escuchó las necesidades y comprometió su gestión. La droga es una obsesión que los convocaba y las carencias de jueces los interpelaba.

Al mediodía en El Cadillal todo era emoción y la sensación de misión cumplida. Nadadores solidarios habían donado su esfuerzo y su corazón y estaban exhaustos. En el Hospital de Niños miraban la proeza por TV. En las espaldas seguían grabados los nombres de los chicos que ahora bajo el rayo del sol se abrazaban con quienes los habían representado. Otros no habían podido ir. La quimioterapia se lo había impedido. Sin embargo, la semilla de la solidaridad y de la ilusión de hacer por el prójimo germinaba en los humedales de El Cadillal, como alguna vez pasó con la política argentina.

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