Salir de la zona de confort para ser feliz

Salir de la zona de confort para ser feliz

La casa de Patricia González y Roberto Moreno es parte de la Ruta de los Artesanos. Testimonios sobre un cambio de vida.

TRABAJOS MANUALES. Roberto Moreno fue gerente de una tienda de electrodomésticos y ahora se dedica a la talabartería en su casa de La Banda. TRABAJOS MANUALES. Roberto Moreno fue gerente de una tienda de electrodomésticos y ahora se dedica a la talabartería en su casa de La Banda.
27 Enero 2024

En los alrededores de un poblado Tafí del Valle, a tan solo un kilómetro y medio (ubicado cerca de El Churqui y Barrio El Pelao), se encuentra La Banda, una locación tan pequeña como acogedora, habitada por vecinos que viven en paz rodeados de la naturaleza.

El lugar tiene el atractivo de que uno de sus casas forma parte de la Ruta de los Artesanos, por la cual se sigue el recorrido de la Vuelta a Valle a través de tres rutas provinciales, las 307, 325 y 355, que encierran en su centro al dique La Angostura y al cerro El Pelao. Son cerca de 20 los emprendimientos que pueblan este camino para ofrecer al visitante los frutos de sus manos y de sus técnicas ancestrales.

Tejidos

El tejido es una de las producciones más representativas del lugar. Patricia González cuenta la historia de cómo se convirtió en artesana: “antes era ama de casa, pero los tiempos de invierno -que aquí son muy fríos- me llevaron a que me decida a empezar a tejer, no quería quedarme sin hacer nada y me interesaba aprender”.

Esta necesidad la llevó a unirse a un grupo de mujeres descendientes de los pueblos originarios, quienes le enseñaron las técnicas para su trabajo y la ayudaron a perfeccionarse. “Yo también tengo ascendencia aborigen, así que me uní al grupo de Bartolina Casimiro, que es de la comunidad diaguita, ahí aprendí muchísimas técnicas del hilado, teñido y tejido de las telas”, aclaró.

Sobre la trascendencia de su tarea, mencionó la importancia de mantener vivas estas actividades en tiempos tan complicados. “Mi propósito, más allá de solo hacer algo y salir de mi zona de confort, también era mantener vivo este trabajo que es tan bonito y tan valioso”, dijo la artesana en diálogo con LA GACETA.

Patricia convive con su marido, Roberto Moreno, con quien comparte su espacio de trabajo desde hace 12 años. Él se dedica a la talabartería, el arte u oficio que consiste en la realización de artículos de cuero manufacturados. Ambos, oriundos del lugar, comparten el amor, la pasión por los trabajos a mano y la valentía que se necesita para romper el caparazón de la comodidad.

“Yo trabajaba en una empresa de electrodomésticos, donde estuve muchos años y llegué a ser hasta gerente, pero no era feliz. Salía a las siete de la mañana de mi casa y volvía a las nueve de la noche, casi no veía a mi familia y cuando podía estar con ellos no hacíamos mucho porque estaba cansado todo el tiempo. Eso fue lo que me terminó haciendo dejar el empleo y dedicarme a lo que me apasionaba”, declaró.

Sin embargo, Moreno reconoció que una decisión como esa no es algo simple o que deba tomarse a la ligera: “fue muy riesgosa, porque todos estamos acostumbrados a tener un trabajo seguro, pero por ahí no es lo que más te gusta. Podés decir ‘tengo un sueldo, tengo una obra social, tengo beneficios’; tal vez es así, pero no tenés libertad”, opinó.

Las complicaciones

Sin embargo, no todo es satisfacción. El trabajo del artesano ha sido muy desvalorizado desde siempre y no es bien remunerado en relación con el tiempo y el esfuerzo que conlleva la realización de cada pieza (por su naturaleza, es única), sumado a las complicaciones económicas que el país y la provincia arrastran desde hace tiempo.

PRENDAS. Los trabajos de hilado son realizados por Patricia González. PRENDAS. Los trabajos de hilado son realizados por Patricia González.

“El trabajo de urdir los hilos en el telar me toma desde las 8 hasta las 21, sin contar la recolección de la lana, la limpieza, el teñido, etcétera. Un trabajo, terminado y bien hecho, por ejemplo un poncho, me lleva unas dos semanas aproximadamente. Es muchísimo tiempo y la gente no se da cuenta”, contó Patricia.

Marcelo, por su parte, cuenta una anécdota entre risas, “Vino un muchacho de Yerba Buena y me pidió que le haga una vaina para un cuchillo, un trabajo que me lleva una semana hacerlo; cuando le dije el precio al muchacho se tiró al suelo, prácticamente. Me dice: ‘¿estás loco? ¿Cómo me vas a cobrar eso?’ Me ofrecí a enseñarle todo, desde sacar la piel, curarla, pintarla y demás, y aceptó. Estuvimos dos o tres días trabajando en eso, y cuando se dio cuenta de que el trabajo era tan complicado, se rindió y dejó sin terminarlo. Ver el cuero hecho, todo bonito, es muy fácil, pero trabajarlo es muy complicado”, sentenció.

En la actualidad, se atraviesa un momento complicado en las ventas de las artesanías por una suma de factores como los problemas económicos, la baja en la afluencia de turistas que hubo en la primera quincena (repuntó sensiblemente desde el fin de semana pasado) y la suba de precios.

El lado positivo

Ser artesano, al igual que cualquier otro trabajo, tiene sus aspectos buenos y malos. Las complicaciones de infraestructura o la nula visibilización por parte del Estado de sus tareas, cuando son parte de la cultura de los valles, son cuestiones a revisar, pero enfrente se levanta una pregunta clave: ¿por qué alguien elige pasar semanas enteras trabajando con sus propias manos para hacer un poncho o un cabezal?

“Lo que más me gusta de mi trabajo es poder estar tranquilo en mi casa con mi mujer y manejar mis tiempos. A veces hasta viene mi hijo al taller, así que estar cerca de ellos es bueno”, señaló Marcelo. Patricia, que ya lleva 17 años trabajando de artesana, sigue emocionándose como el primer día con sus creaciones y su pecho se llena de orgullo al verlas terminadas: “es lo que más me gusta, me da orgullo ver un diseño mío listo, me pone muy feliz”.

La historia de estos artesanos de Tafí del Valle es una clara muestra de la importancia de perseguir aquello que nos hace felices, a pesar de las complicaciones y los problemas que se puedan presentar. Marcelo y Patricia eligieron su libertad y tranquilidad por encima de la comodidad y la seguridad, en un camino sin retorno y de íntima vinculación con la naturaleza (Producción periodística: Leandro Díaz).

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