08 Febrero 2008
LA OPORTUNIDAD EXISTE. El desarrollo de una cuenca hortícola tiene fundamentos tecnológicos, económicos, ambientales y socioproductivos. LA GACETA
“Terminado 2007, un año en que la horticultura encabezó titulares y tapas de diario como no se tiene recuerdo previo, resulta interesante realizar un racconto para reflexionar sobre causas y consecuencias de este sorpresivo protagonismo mediático”, dijo el presidente de “5 al Día”, Mariano Winograd.
En invierno el tema eran los altos precios y la insuficiencia del abastecimiento. Así, papas y tomates concentraron la sorpresa, primero, e ira, después, de funcionarios y de organizaciones que, con escaso conocimiento de la materia, nula vocación por la prudencia y ansiosa desmesura llegaron a declarar un boicot al tomate y a la papa, demonizaron estas especies y sus productores como en los 50, cuando las visiones conspirativas eran moneda frecuente en el mundo. Paradójicamente, hoy la situación es inversa: exceso de oferta, escasa demanda y precios por el suelo. Y una política ausente en la materia.
El producto que concentra ahora la demonización por su precio es el limón, cuya escasez en el mercado genera precios que, al no explicarse la situación, resultan incomprensibles para la población.
La frutilla ha sido la estrella de la horticultura tucumana junto con el arándano. Tras una crisis casi terminal a fines de los 90, el negocio resurge como el Ave Fénix, orientado ahora, en el caso de frutilla, a la exportación como congelada al norte y a EEUU, especialmente; y, en el caso del arándano, una orientación similar, pero eminentemente en fresco (por ahora).
El desarrollo de una cuenca hortícola tiene fundamentos tecnológicos, económicos, ambientales, culturales y socioproductivos. La horticultura es algo demasiado complejo para renunciar a la visión interdisciplinaria. No tenemos que incurrir en ella productores y agrónomos, así como no debieran hacerlo diputados, ministros, gobernadores y, mucho menos, los ciudadanos. No se puede apuntar a un sólo producto, ni a un sólo mercado. No se debe soslayar la problemática ambiental ni la social. No se puede trabajar sin articular conocimiento, sociedad, ciudadanía y empresas. En Europa, por ejemplo, la agricultura, en general, y la especificidad intensiva en particular, ha constituido el principal factor de ordenamiento en materia territorial, demográfica y de infraestructura.
El Comité Económico y Social europeo, por su parte, ha discutido sobre agricultura periurbana negando todo impacto negativo sobre el agua, el suelo y la salud de los ciudadanos y advirtiendo que siendo la ciudad quien ejerce impacto negativo sobre su periferia, es imperioso políticamente preservar el cinturón verde para asegurar la habitabilidad de un espacio geográfico. Para enfrentarlas hace falta, entonces, organización. El contexto mundial es favorable para el continente y para nuestro país. Que el ciclo político que acabamos de iniciar en 2008 conlleve una inteligente sinergia entre agro y ciudadanía debiera ser una premisa general. Necesitamos constituir la cadena de valor; interpretar y reorientar al consumidor; prestigiar la profesión; adquirir entidad y prestigio y resolver disensos. No tenemos todo el tiempo del mundo y no estamos solos: tenemos competencia. Pero desde que surgimos como especie, las hortalizas nos acompañan nutriendo. Allí está la oportunidad.
En invierno el tema eran los altos precios y la insuficiencia del abastecimiento. Así, papas y tomates concentraron la sorpresa, primero, e ira, después, de funcionarios y de organizaciones que, con escaso conocimiento de la materia, nula vocación por la prudencia y ansiosa desmesura llegaron a declarar un boicot al tomate y a la papa, demonizaron estas especies y sus productores como en los 50, cuando las visiones conspirativas eran moneda frecuente en el mundo. Paradójicamente, hoy la situación es inversa: exceso de oferta, escasa demanda y precios por el suelo. Y una política ausente en la materia.
El producto que concentra ahora la demonización por su precio es el limón, cuya escasez en el mercado genera precios que, al no explicarse la situación, resultan incomprensibles para la población.
La frutilla ha sido la estrella de la horticultura tucumana junto con el arándano. Tras una crisis casi terminal a fines de los 90, el negocio resurge como el Ave Fénix, orientado ahora, en el caso de frutilla, a la exportación como congelada al norte y a EEUU, especialmente; y, en el caso del arándano, una orientación similar, pero eminentemente en fresco (por ahora).
El desarrollo de una cuenca hortícola tiene fundamentos tecnológicos, económicos, ambientales, culturales y socioproductivos. La horticultura es algo demasiado complejo para renunciar a la visión interdisciplinaria. No tenemos que incurrir en ella productores y agrónomos, así como no debieran hacerlo diputados, ministros, gobernadores y, mucho menos, los ciudadanos. No se puede apuntar a un sólo producto, ni a un sólo mercado. No se debe soslayar la problemática ambiental ni la social. No se puede trabajar sin articular conocimiento, sociedad, ciudadanía y empresas. En Europa, por ejemplo, la agricultura, en general, y la especificidad intensiva en particular, ha constituido el principal factor de ordenamiento en materia territorial, demográfica y de infraestructura.
El Comité Económico y Social europeo, por su parte, ha discutido sobre agricultura periurbana negando todo impacto negativo sobre el agua, el suelo y la salud de los ciudadanos y advirtiendo que siendo la ciudad quien ejerce impacto negativo sobre su periferia, es imperioso políticamente preservar el cinturón verde para asegurar la habitabilidad de un espacio geográfico. Para enfrentarlas hace falta, entonces, organización. El contexto mundial es favorable para el continente y para nuestro país. Que el ciclo político que acabamos de iniciar en 2008 conlleve una inteligente sinergia entre agro y ciudadanía debiera ser una premisa general. Necesitamos constituir la cadena de valor; interpretar y reorientar al consumidor; prestigiar la profesión; adquirir entidad y prestigio y resolver disensos. No tenemos todo el tiempo del mundo y no estamos solos: tenemos competencia. Pero desde que surgimos como especie, las hortalizas nos acompañan nutriendo. Allí está la oportunidad.