Un día de furia del "Sargento Frula"

Un día de furia del "Sargento Frula"

Por Daniel Fernández - Redacción LA GACETA.

20 Junio 2008
En el Regimiento los soldados lo habían apodado el “Sargento Frula” (denominación coloquial que se utilizaba para referirse a la droga). Algunos hicieron correr el rumor de que lo habrían visto, en esas largas noches de guardia, aspirar un polvo blanco, mientras que otros decían que habrían compartido con él un “nariguetazo”.

Era común, entre los soldados, llamarlo de esa manera. “Esta semana nos toca el loco del ‘Sargento Frula’, avisaba uno que trabajaba en el Comando Central. “Tengan cuidado que ‘Frula’ está loquito hoy”, advertía otro que había sido castigado por él.

Luego de una dura jornada de trabajo en el cuartel, cerca de la medianoche dieron la orden de acostarse. Apagaron las luces de la Cuadra (lugar donde duermen los soldados) y los 300 muchachos se perdieron en las camas cuchetas de tres pisos. En agosto de 1989, el invierno se hacía sentir con mucha fuerza por la zona de Monte Chingolo, en la provincia de Buenos Aires.
 
En plena madrugada, alguien entró y prendió la luz y dio un grito atronador: “¡Todos al pie de la cama!” Era el “Sargento Frula” con una cara de loco que metía miedo. Todos estaban paraditos, tobillo con tobillo, manos pegadas al cuerpo y mirando sin entender qué estaba pasando.

El helado piso congelaba los pies descalzos. El sargento se subió a las camas de la tercera fila y comenzó a caminar por ellas, mientras gritaba: “Así que yo soy el ‘Sargento Frula’”… entonces frula les voy a dar… ¡Todos afuera, carrera mar, cuerpo tierra!”

En el patio de armas, el viento helado hacia tiritar hasta el más valiente. Durante largos e interminables 30 minutos sólo escuchaban la voz del sargento: “¡Carrera mar, cuerpo tierra… así que yo soy el Sargento Frula… entonces frula les voy a dar!”.

Hasta que por fin dio la orden de volver a la Cuadra para acostarse. Apagó las luces y prometió volver si escuchaba de nuevo ese apodo. Pero cuando se marchaba, alguien, protegido por el anonimato de la oscuridad, gritó con voz aflautada: “¡Sargento Frula!” Ya saben qué pasó durante la siguiente media hora.

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