Entender un dibujo animado es prácticamente imposible

Entender un dibujo animado es prácticamente imposible

Los nuevos programas despistan a los adultos. Ahora, las tiras para chicos se han alejado de manera irredimible de los clásicos de siempre.

11 Enero 2007
Por Ariel Neuman, columnista de la agencia MP
Para cualquier adulto, para cualquier persona mayor de 25 años, entender undibujo animado de hoy es prácticamente imposible.

Si bien los chicos deliran con puestas japonesas de ojos redondeados, peloscoloreados, poderes segmentados y habilidades deportivas suprahumanas, lashistorias de bondades y maldades, de odios y contraodios despistan al noiniciado en las particularidades de los cartoons de este siglo.

Las historias que provienen de los Estados Unidos tampoco encuentran unestándar reconocible más allá del grotesco. Gula, efluvios, vómitos, sonmoneda corriente en las nuevas producciones.

Los dibujos para chicos se han alejado de manera irredimible de los clásicosde siempre. Bugs Bunny, el Pato Lucas, Mickey, Tom y Jerry no son más queunos pobres infelices al lado de personajes como Bob Esponja, Pinky yCerebro, los chicos de South Park, Futurama, Padre de Familia o losorientales Ju Gi Ho!

Como para que no queden dudas, el cambio de paradigma comenzó a sellarsehace un par de semanas con la muerte a los 95 años de Joseph Barbera,verdadera leyenda de la industria, y terminó con el fallecimiento en estosdías del dibujante Iwao Takamoto, cuya mano puede verse en La Cenicienta,Peter Pan, La dama y el Vagabundo, 101 dálmatas, Los Supersónicos, Los autoslocos y Los Picapiedra, entre muchos otros.

Junto con quien fuera su socio y se le anticipara en el viaje al más allá,William Hanna, Barbera creó a los mencionados Tom y Jerry, a losSupersónicos, a Los Picapiedras, al Oso Yogi, a Scooby Doo.

Las correrías entre gato y ratón, donde apenas si se permitía el habla a ladueña de Tomás y, cada tanto, en sus apariciones, al canarito, cosechó a lolargo de su historia la friolera de siete premios Oscar.

La dupla recibió, además, ocho premios Emmy, entre ellos el Premio delGobernador de la Academia.

Es que Hanna y Barbera revolucionaron al mundo del cine y de la TV no sólopor sus creaciones animadas, sino también por la conjunción que hicieronentre ellas y los seres humanos.

Sus seis décadas de trayectoria se explican, sin embargo, no sólo por lacalidad de sus historias (repetidas una y otra vez, por cierto), sinotambién por su apogeo en una época en la que el mercado infantil no estabaen los niveles de explotación en los que hoy se encuentra.

Las creaciones de los clásicos se convirtieron así en verdaderospicapiedras, rodeadas de un entorno en el que la competencia ya no se daentre buenos y malos, nobles e inmorales, sino entre grandes productoras quepelean por un negocio que mueve varios miles de millones en todo el mundo.

Entre Marvel y DC Comics, los dos grandes titantes de la historietanorteamericana, se reparten buena parte de la torta; el manga japonés selleva su cuota apuntando a la segmentación más fina del mercado (con comicsy dibujos para mujeres y adultos), y la globalización los engulle a todos.

Hoy se dibuja en un continente, se pinta en otro, se escribe en un tercero,se anima en un cuarto y se musicaliza en un quinto. Los jueguitoselectrónicos, las cartas, el merchandising, se hace en algún país de muchapoblación y trabaja semi esclavo. Todo fluye a velocidades inauditas. Algoque ni siquiera los Supersónicos estaban en condiciones de hacer.



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