En estado de desesperación

Otra vez montados en una montaña rusa. Los plazos electorales ponen los pelos de punta a más de un dirigente político y también en estado de desesperación a los inversores. La Argentina seguirá siendo un “mercado fronterizo” porque Morgan Stanley ha decidido no reclasificar al país como “mercado emergente”. La banca de inversión quiere observar, al menos hasta mediados del año que viene, “la consistencia y la persistencia de los cambios relativamente recientes” realizados, en materia económica, por la gestión del presidente Mauricio Macri.

Nicolás Dujovne, el ministro de Finanzas de la Nación, pide paciencia y asegura que aquellos cambios en análisis de los inversores externos son irreversibles. No se descorchará el champán en la Casa Rosada para arrancar un segundo semestre con cierto oxígeno para hacer campaña. Lo que hizo Morgan Stanley es aplicar el manual: esperará el resultado de las elecciones de medio turno para sondear qué puede pasar en la Argentina hacia 2019.

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Cristina Fernández de Kirchner le hace ruido al mercado. De hecho, ayer entre los analistas mencionaron que la participación de la ex presidenta de la Nación (no se la considera como market friendly -favorable al mercado-). Y ponen el acento en la polarización de que ella sostiene con la lista apadrinada por Macri. El gradualismo es otro de los motivos por los que no hubo recalificación. ¿Pero qué significa pasar de fronterizo a emergente? Para que se entienda en lenguaje popular, es como que si un deudor mejorara su historial en el Veraz, por su mejor conducta financiera. Un saneamiento de su foja seguramente lo posicionaría como sujeto de crédito otra vez, pero en observación. Al ser fronterizo, los inversores externos consideran que la Argentina puede tener recaídas financieras y económicas y volver a las andadas, es decir, a no poder reducir el déficit fiscal, a emitir más moneda para costear sus gastos o incrementar los impuestos. Esa batería de acciones ahuyenta a los capitales. Ahora bien, si es calificado nuevamente como emergente, después de ocho o nueve años de descender a la B Nacional de los mercados, es posible que haya más flujo de divisas a través de inversiones sostenidas. De esa manera, puede garantizarse el crecimiento económico y sostenerlo en el tiempo. La economía otra vez se pone en el centro de la escena electoral por más intento que haya tanto desde la Casa Rosada como desde el búnker K para dirimir la contienda planteando, de un lado, los costos de la herencia recibida, y del otro, el endeudamiento para el próximo siglo.

El gobernador Juan Manzur también está nervioso. Los plazos electorales le cambian el humor. Ayer se mostró de esa manera cuando fue consultado sobre el tema. “Para saber quiénes serán los candidatos, esperemos hasta el sábado -cuando vence el plazo de presentación de listas de precandidatos ante las juntas electorales-. Ningún partido político dijo quiénes son los candidatos”, respondió ayer a la prensa. En el medio está su dilema de quedar bien con los propios y no tan propios del Partido Justicialista. Hay alianzas que definen estrategias futuras. Una de ellas es con José Alperovich. El senador quiere tener la última palabra en el armado de la nómina a postulantes a diputados nacionales. El 2-2 es un resultado previsible para el oficialismo. El objetivo es la diferencia sobre un eventual triunfo. Según los estrategas de la Casa de Gobierno, la diferencia no puede ser inferior a los 100.000 votos. Ese será el oxígeno para que la actual gestión local pueda afrontar la segunda mitad del mandato. Y una eventual búsqueda de la reelección.

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La campaña será demasiado austera. Y eso es lo que preocupa a las huestes oficialistas. No es lo mismo hacer política con la billetera cargada que sólo con la voluntad de los referentes partidarios. Éstos últimos también se juegan gran parte de su futuro político. Todos querrán lugares elegibles en esa bolsa de trabajo llamada política. Las bendiciones de los conductores de turno son el pasaporte para la salvación económica y financiera de los postulantes. Eso ha sido una constante en el festival electoral que se vivió en Tucumán durante los últimos años. Por eso es que la política entró en estado de desesperación permanente.

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