“Las series de TV no pueden contar historias como la literatura en los libros”

“Las series de TV no pueden contar historias como la literatura en los libros”

El escritor francés -autor de las recomendables novelas Nos vemos ahí arriba, Tres días y una vida y Recursos inhumanos- dialogó con LA GACETA en el hotel en que se hospedó en Buenos Aires. Habló del placer de escribir, ironizó con lo del artista torturado y contó cómo ve a Francia después de las elecciones presidenciales ENTREVISTA A Pierre Lemaitre

11 Junio 2017

Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires

Pierre Lemaitre (París, 1951) quería ser escritor. El problema era que no se animaba. Pero esa falta de confianza se solucionó a instancias de su esposa, Pascaline. Ella lo incentivó a escribir y a los 55 años publicó su primera novela, Irene. Después siguieron más: una mejor que la otra: entre ellas, las publicadas por Salamandra, Nos vemos ahí arriba (Premio Goncourt 2013) y Tres días y una vida (no se la pierdan: en 2016 fue considerada entre los mejores libros según LA GACETA Literaria), y Recursos inhumanos, que acaba de aparecer en nuestro país a través de Alfaguara. Las tres son geniales.

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Lemaitre visitó Buenos Aires invitado a participar de la última Feria del libro, que lo convocó como una de sus figuras. Durante su breve estadía argentina recibió a este diario en el hotel céntrico en que se hospedaba. Lamentó, durante la charla, no tener tiempo de recorrer la ciudad; y habló sobre las series de televisión como plataformas para contar historias en competencia con los libros y refirió al disfrute que le proporciona escribir.

-¿Qué le significa una Feria del libro?

-La emoción de ver que el libro es aún un acontecimiento. Cuando se dice que hay crisis de lectura y menos gente que lee, uno tiene la impresión, en lugares así, de que hay un lectorado en extensión y en demanda.

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-¿Entonces no se lee menos?

-Los editores se quejan siempre. Siempre. Nunca les va bien nada. Además, cuando dicen algo mienten. Así que no hay que escucharlos. No soy profesional de la lectura ni soy bibliotecario, así que no tengo instrumentos para medir si el lectorado está en baja o en suba. Pero supongo que hubo una baja de la frecuentación del libro en los últimos años. Una baja contemporánea a internet, a las redes sociales y a las series televisivas. Una vez pasado ese momento difícil, el equilibrio se encontrará en los distintos medios. El libro hallará también se punto de equilibrio.

-¿Hay demasiada oferta para contar historias?

-Antes el único medio para contar era la literatura, que hasta el siglo XX no competía con nada y reinó en el mundo de la ficción de manera hegemónica. Después llegó el cine a competirle el territorio. Aparece así un rival equipado, que sabe contar historias. Luego llegan el cómic, las series de tele. Con lo cual la literatura debe compartir su territorio de la ficción. Es normal. Hoy hay algo muy importante, que son las series televisivas. Quizás mañana la realidad virtual permita algún método nuevo. Pero la literatura aguantó bien el golpe frente al cine, internet y las series.

En pantalla chica

-Escuché a varios escritores decir que muchas de las mejores historias hoy se cuentan en las series de TV y no en los libros tradicionales. ¿Coincide?

-No es cierto. Porque la televisión sigue extrayendo las ideas de la literatura. Este libro (y señala un ejemplar de Recursos inhumanos) se está convirtiendo en serie de tv, pero primero fue libro. Creo que es un insulto para la literatura decir eso. Es más seductor, y seguramente sea otra manera de contar, pero no se puede decir que las mejores historias están en las series y la mediocridad se deja para la literatura. Hay muchas cosas que nunca podrán convertirse en series, que no podrían narrarse sino por la literatura. Por razones técnicas, de gramática. Las series no pueden contar todo.

-¿Le suelen gustar las adaptaciones literarias al cine?

-Se discute mucho en las escuelas de cine sobre cómo adaptar una novela. Se preguntan si está bien, cómo se hace y qué es una buena adaptación. Hay gente que incluso dice que las adaptaciones del cine siempre son decepcionantes. Cuando no son una traición, dicen. No estoy de acuerdo con eso. Hay adaptaciones perfectamente logradas. Por ejemplo, el libro de Kazuo Ishiguro, Lo que queda del día (1989). Es una novela magnífica, adaptada al cine (estrenada en 1993) por James Ivory y protagonizada por Anthony Hopkins y Emma Thompson. La película es tan buena como el libro. Casi pienso que es mejor. No hay tantos ejemplos como ese y estadísticamente no hay tantas películas logradas como esa. Pero creo que las buenas adaptaciones no cuentan todo tal como el libro. La palabra adaptación demuestra que el libro y la película no quedarán iguales. Muchos novelistas se decepcionan al ver su libro en el cine porque quieren encontrar lo mismo. Entonces es obvio que se encontrarán defraudados.

-¿Qué cosas cambian en usted cuando termina un libro?

-Mis libros no me cambian. No escribo para eso. Para Recursos inhumanos tenía mi propia idea sobre el mundo del trabajo y traté de contarla a través de una historia. Me confirmé a mi mismo lo que pensaba, pero no hubo una transformación.

-Dice que sus libros no lo cambian. ¿Para qué escribe?

- Uy. ¡Porque me gusta! Siento placer haciendo este trabajo. No sé hacerlo distinto. Además, es casi lo único que sé hacer. Hay gente a la que le gusta la pizza y entonces intenta ser cocinera. A mí me gusta contar historias. No tengo mensajes para el mundo. No tengo gran cosa que decir. Lo esencial de lo que tengo para decir está en mis libros y no es mucho. Hay genios inventivos, pero no formo parte de esa categoría. Soy simplemente un novelista, alguien que escribe.

-¿Qué hay del escritor torturado?

-Lo envidio. Debe ser genial la angustia frente a la página en blanco, con la inspiración que no llega y la transpiración por no poder expresarse. Lo mío es muy prosaico. Me hubiera encantado ser un poeta maldito, pero en vez de eso tengo el Premio Goncourt. No tengo suerte.

El futuro de Francia

-Su novela Tres días y una vida me mantuvo en vilo, no pude soltarla. ¿Cómo es meterse en la cabeza de alguien que cometió un crimen?

-Lo difícil fue darme cuenta de cómo pensaba una persona de 12 años. Tengo 66 y mis 12 años quedaron lejos. No me acuerdo para nada de mi funcionamiento a esa edad. Casi abandono el libro por eso, porque tenía la impresión de que sólo me salía un personaje de teatro, artificial. Lo intentaba y no veía creíble a Antoine, hasta que escribí ese capítulo en el que el chico cree que los policías llegarán a arrestarlo a la casa. Los adultos sabemos cómo sucedería algo así: el jefe policial subirá las escaleras y dirá “Antoine, he venido a buscarte, no va a pasar nada, tenemos que charlar”. Pero él, con 12 años, se imagina que llegará un ejército de policías armados hasta los dientes, hablando por intercomunicadores, que le lanzarán una granada. Reaccionó con el imaginario de un chico que vio muchas series de televisión. Recién cuando escribí esa escena entendí que tenía la clave del personaje. Un personaje que tiene madurez como para hacer desaparecer un cuerpo pero al mismo tiempo está lleno del imaginario de un niño de 12 años que mira Breaking Bad y Narcos. “Quizás es eso la infancia”, pensé. Tengo una hija de 7 años a la que a veces le pongo la imagen de un personaje para que me diga cómo lo ve. Su opinión me sirvió.

-Entonces ella debería firmar el libro junto con usted.

-¡Mejor que eso! Disfrutará de los derechos de autor. Seguro prefiere eso a la firma.

-Leí que carecía de falta de confianza para escribir. ¿Cómo maneja ese tema ahora que vive de la escritura y sus libros son elogiados?

-Adquirí un poco de confianza porque creo que más o menos sé contar una historia. Con una decena de libros detrás empiezo a pensar que lo hago bastante bien. Pero eso no quitó mi potencial de duda. Si me decís “leí tu libro y me parece malísimo” y lo desmontás, antes de que termines te diré que estoy de acuerdo. Pero en realidad sé que cuento bien historias. Más allá de eso no tengo muchas certezas. El éxito de mis libros no han cambiado nada de eso. Una periodista escribió sobre Nos vemos allá arriba que era un gran libro para entretenerse. Estoy contando la historia de una persona a la que le arrancan la mitad de la cabeza y a ella le parece entretenido. Esas no son críticas que me dañen o me hagan cuestionar. Pero si por cuestiones un poco razonables les encontrás defectos a mis libros, es casi seguro que estaré de acuerdo contigo.

-¿Cómo imagina el futuro de Francia tras el triunfo electoral de Emmanuel Macron sobre Marine Le Pen?

-No sé cómo será el futuro. A corto plazo, el presidente es Macron, lo que es una buena noticia, porque si no hubiese sido la extrema derecha, lo que significaría una catástrofe no sólo para Francia sino para Europa. Al mismo tiempo, el señor Macron da la impresión de ser un presidente virtual, un personaje digital, como que cumple con las preguntas de un cuestionario sobre cómo agradar a todo el mundo. No es ni de derecha ni de izquierda, pero al mismo tiempo es de derecha y de izquierda. Pero termina por ser un hombre de derecha, de esos que piensan que la negociación está por encima de la ley: esa es la definición de la derecha. Había que elegir entre la derecha y la extrema derecha. Prefiero a la derecha, no hay duda. Este es el mal menor, ya que no me gusta su programa ni su proyecto ni su persona.

© LA GACETA

PERFIL

Pierre Lemaitre nació en París el 19 de abril de 1951. Ganó el prestigioso premio Goncourt en 2013 por su novela Nos vemos allá arriba, que en nuestro país publicó Salamandra. Fue autor de una serie policial protagonizada por el detective Camille Verhoeven (Irene, Alex, Sacrifices y Rosy & John). Su Recursos Inhumanos, que acaba de publicarse en español a través de Alfaguara, está basado en un hecho real ocurrido en Francia en 2005, cuando un ejecutivo desocupado se sometió a un juego cruel para conseguir empleo en la Televisión Pública. Lemaitre es además guionista.

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