Perder puntos en tiempo de descuento, un clásico que duele mucho en Atlético

Perder puntos en tiempo de descuento, un clásico que duele mucho en Atlético

En una tarde de clásicos pero sin el eterno rival, el "Decano" cayó con Rafaela en la última jugada.

AUSENTE. Barbona, que tira un globo para superar la marca de Romero, arrancó ayer por derecha y luego pasó a la izquierda del ataque, pero sin gravitar con su juego. foto de javier escobar (especial para la gaceta) AUSENTE. Barbona, que tira un globo para superar la marca de Romero, arrancó ayer por derecha y luego pasó a la izquierda del ataque, pero sin gravitar con su juego. foto de javier escobar (especial para la gaceta)

Apenas llegó al estadio, Atlético fue recibido con el sonido de una pirotecnia que sonó tan estruendosa como exagerada, acaso para contraponer la ausencia de rivalidad entre los dos equipos en la fecha de los clásicos. Salvo porque se llaman Atlético, porque a sus estadios se los conoce como el Monumental, porque tienen la misma camiseta y porque sus clásicos rivales visten de rojo y blanco (9 de Julio, en el caso del local), al “Decano” y a la “Crema” no los une el amor ni el espanto. Aquella pirotecnia había sido lo único emocionante de la tarde hasta que en la última jugada llegó el cabezazo de Mathías Abero y entonces Atlético volvió a cargar con lo que ya parece su verdadero clásico de esta temporada: perder puntos en tiempo de descuento. Con Temperley, con Colón y, ayer, con Rafaela.

El castigo fue justo porque, durante todo el partido, Atlético jugó como si estuviera en un frasco de aceitunas o en una lata de atún: en una versión claustrofóbica, apretado por las dimensiones de una cancha mucho más chica que el “José Fierro” (97 metros por 65 en el caso de Rafaela contra los 105 por 70 de 25 de mayo y Chile). En ese encierro, y sin Fernando Zampedri, hubo momentos en que los roles se invirtieron: parecía que el equipo que juega la Libertadores era Rafaela y que el que pelea el descenso, “el decano”.

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Entonces fue que “San” Cristian Lucchetti, todavía en el primer tiempo, apareció una, dos y hasta tres veces, mientras que el incómodo Atlético sólo se aproximó hasta el área rival con un desborde de Fernando Evangelista que Luis Rodríguez diluyó en un remate que no fue centro ni disparo al arco. Como jugada no dijo nada pero como síntesis fue perfecta: Atlético no fue chicha ni limonada.

El segundo tiempo se jugó con papel carbónico: Lucchetti haciéndose más figura y el arco de Lucas Hoyos aun más lejos que los 676 kilómetros que separan a Tucumán de Rafaela. Atlético no jugaba el partido: lo resistía. El equipo se sintió tan atado que Leonel Di Plácido, casi sin cruzar mitad de cancha, no se pareció al lateral brasileño que suele ser. ¿Conclusión? Leandro González y el resto de los tejidos ofensivos del equipo quedaron desmembrados.

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La injusta expulsión de Bruno Bianchi terminó de firmar el contrato entre Atlético y el cero. Ignacio Canuto y Nery Leyes se hacían fuertes en la resistencia. El cero estaba al caer, incluso (ya en tiempo de descuento) Hoyos atajó la situación más clara de Atlético, y en el contraataque Di Plácido se tiró a los pies para evitar el gol de Leandro Díaz. De ese córner, sin embargo, llegaría el cabezazo de Abero para que Atlético sufriera, a falta de San Martín en la categoría, con su verdadero clásico del 2017: los goles agónicos que provocan puntos perdidos cuando más duelen.

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