El diccionario de argentinismos incorpora 1.400 palabras y más de 300 modismos

El diccionario de argentinismos incorpora 1.400 palabras y más de 300 modismos

“Son los hablantes los que les dan sentido a las palabras”, explica la Academia Argentina de Letras, para descartar la idea del “hablar mal”

OTRA ACEPCIÓN DE ZAPALLO. La cucurbitácea es aceptada como sinónimo de “tonto”. reuters OTRA ACEPCIÓN DE ZAPALLO. La cucurbitácea es aceptada como sinónimo de “tonto”. reuters
18 Febrero 2017

Palabras como “pelopincho”, “pirex”, “chabón”, “pilotearla”, “romperla”, “manotear” y “zarpado”, con nuevas acepciones, y dichos como “saltarle a alguien la térmica” o “sobar el lomo” son algunos de los 1.400 vocablos y más de 300 modismos que se incorporarán a la nueva edición del “Diccionario del habla de los argentinos” que se presentará a mediados de año.

Con el objetivo de registrar expresiones y palabras que por su uso se vuelven parte del lenguaje cotidiano y que no se utilizan en el resto de los pueblos hispanoparlantes, la Academia Argentina de Letras (AAL) ingresará al diccionario diferentes argentinismos que conforman el patrimonio cultural de todas las regiones del país, refuerzan la identidad local y justifican su uso, descartando la idea de que utilizarlas significa “hablar mal”.

La incorporación de estos nuevos términos, como también el uso de “re” como adjetivo o adverbio -”tiene un ‘re’ auto”-, forman parte de los “1.300 o 1.400 vocablos que va a tener esta tercera edición del Diccionario del habla de los argentinos”, aseguró a Télam Santiago Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la AAL.

“Además se incorporan 328 nuevas acepciones o subentradas, que son modismos compuestos por varias palabras”, añadió.

El especialista explicó que “se va a conocer probablemente a mediados de 2017”, al referirse a la presentación de la nueva compilación que llevó ocho años de trabajo, desde su segunda edición en 2008, cuando se agregaron 1.500 palabras a las 3.000 existentes, entre ellas “zapallo” con la acepción de tonto; “posta” como excelente; “pomo” como nada; “bolazo” como mentira, “zarpado” por alguien que pierde el control, o “darse manija”.

En este sentido, hay vocablos que se incorporaron en 2008 que en esta nueva edición se agregan como dichos que tienen otros sentidos, por ejemplo, “tener manija” como tener poder, “manija” como muy entusiasmado, o “zarpado”, que en la edición anterior figura como que pierde el control” y la nueva incorporación tiene el sentido de admirable o excelente.

“Son los hablantes los que les dan el sentido a las palabras y lo que hace el diccionario es reconocerlo y reflejar el cambio”, destacó Kalinowski.

En la edición 2017 se suman también palabras como “chabón” con el significado de “persona”, diferente al de chambón, “estar en el horno” o “tirar la chancleta”.

Desde 2008 un equipo de cinco investigadores de la Academia realizó un trabajo exhaustivo y documentado, como se venía haciendo anteriormente, con un seguimiento y monitoreo de la literatura reciente, de los medios de comunicación tradicionales y redes sociales, de las expresiones jóvenes que se fueron instalando y prestando atención a las conversaciones de la calle.

La Academia Argentina de Letras hizo su primera publicación en 2003 cuando se planteó la creación de un diccionario diacrónico, es decir que registra la evolución de la lengua y “toma las particularidades del habla argentino, con sus diferentes usos”, precisó el especialista de la AAL.

Al iniciar la labor de registrar las particularidades del habla del país, la Academia comenzó primero con notas publicadas en el boletín de la institución, luego editó un libro en 1994, que amplió al año siguiente y en 1997, y finalmente elaboró la primera edición del diccionario hace 14 años, con definiciones que fueron ilustradas con citas literarias y periodísticas; luego siguió la actualización en 2008 y ahora la de 2017.

Este diccionario, que recoge el habla popular, da un sentido de “identidad, que es el efecto que tiene en los hablantes esas palabras que usamos en la calle y que están en el discurso”, añadió Kalinowski, tras definir al diccionario como “contrastivo, donde están sólo esas palabras que en otro lugar no se usan o se usan con sentido diferente”.

A su vez, al ir incorporando nuevos vocablos y acepciones, el diccionario registra cambios culturales que se van dando en los distintos momentos sociales, conformando así una importante documentación histórica.

La AAL, fundada en 1931, conforma con la Real Academia Española y otras academias de la Lengua correspondientes a los países donde se habla el español la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale).

La institución tiene un servicio de Consultas Idiomáticas, cuya función es resolver dudas al público sobre el uso de las palabras y su justificación, por lo que suele atender directamente y en forma gratuita por teléfono de 13.30 a 19 al (011) 4802-7509, o por correo electrónico a la dirección [email protected].

“Consulta mucha gente, sobre todo maestras que tienen dudas o padres que ayudan a realizar las tareas a sus hijos, y en general son consultas puntuales. El año pasado tuvimos 3.000 telefónicas y 600 por e-mail”, aseguró Kalinowski.

PUNTO DE VISTA

“Lo importante es que los vocablos se adecuen al contexto”

Elena Rojas Mayer - Doctora en Letras

El léxico es la arteria principal del discurso, gracias a la participación de formas especialmente significativas y originales, que representan la base sobre la que se construyen los distintos textos que precisa el hombre en su comunicación cotidiana, como es el caso de los diccionarios. 

La ductilidad del idioma español se advierte especialmente en la creatividad del hablante, en la expresión oral y en la creación de neologismos para cubrir distintas necesidades no satisfechas con anterioridad y que se registran en especial en diccionarios “contrastivos”, donde están solo esas palabras que en otro lugar no se usan o aparecen con sentido diferente”.

Esta es la característica principal del diccionario del habla coloquial argentina, cuya nueva edición se anuncia, con términos cuyo origen es -a veces- el nombre comercial de un producto, como “pelopincho” (marca de una pileta de lona) o “pirex”, nombre dado a las fuentes realizadas con ese material de vidrio. O locuciones de la vida cotidiana como “estar en el horno” o “tirar la chancleta”, o “darse manija”.

Durante mucho tiempo se ha cuidado un estilo culto en el que no tenían cabida términos coloquiales soeces o de uso familiar íntimo, que en muchas ocasiones se encuentran aún en boca de muchos hablantes.

Sin embargo la diversidad léxica ha cavado con fuerza en la identidad argentina, con el anuncio de la incorporación de alrededor de 1.400 vocablos que han echado las raíces del patrimonio cultural en todas las regiones del país con la publicación de la nueva edición del Diccionario del habla de los argentinos, anunciada para mediados de 2017, después de ocho años de un trabajo exhaustivo a cargo de cinco investigadores de la AAL.

Leonardo Gómez Torrego 2007: 126 advierte: “Las innovaciones son importantes y demuestran, como no podía ser de otra manera, que una lengua no está estancada sino que fluye, cambia y se enriquece a lo largo del tiempo. Las nuevas acepciones recogidas, muchas de ellas proscritas no hace mucho por la RAE, nos obligan a revisar algunas de las impropiedades léxicas que recogíamos en nuestro libro “El léxico del español actual (Arco/Libros, 1995) por el hecho de que ya ‘oficialmente’ dejan de ser impropiedades”.

Este tipo de diccionarios crea dudas sobre si no es de lamentar la vulgarización léxica que podría extenderse no solo de la mano de hablantes de nivel sociocultural bajo, sino también de intelectuales de avanzada que se valen muchas veces de expresiones soeces a modo de protesta político-sociocultural. 

Pero Santiago Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la AAL opina: “Este diccionario que recoge el habla popular da un sentido de identidad, que es el efecto que tienen en los hablantes esas palabras que usamos en la calle y que están en el discurso, sin que -en principio- merezcan censura”.

Lo importante es que los vocablos se adecuen al contexto.

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