La necesidad de proyectar la ciudad que queremos

La necesidad de proyectar la ciudad que queremos

Ellas también cumplen años y suelen vivir siglos. Si bien no son personas, tienen la virtud de cobijarlas en su seno, aunque no siempre sus moradores las cuidan o se esmeran por embellecerlas para que la calidad de vida sea mejor. Hace 331 años, el teniente de gobernador, Miguel de Salas y Valdés concluyó el traslado de San Miguel de Tucumán, desde la zona conocida como Ibatín, donde permaneció durante 120 años desde su fundación, el 31 de mayo de 1565.

Narran las crónicas que las causas de la mudanza al paraje conocido como “La Toma” -actual emplazamiento- se debieron no sólo a los desbordes del río Pueblo Viejo, cuyas aguas estaban contaminadas, al clima insalubre (sequías, mangas de langostas), sino al hecho de que el camino del Alto Perú, que pasaba por Ibatín, había sido reemplazado por otro que ofrecía mayor seguridad ante los ataques indígenas. El 29 de septiembre de 1685, día de su patrono, con una misa cantada con sermón y los demás oficios divinos, comenzó la nueva etapa de San Miguel de Tucumán.

Más de tres siglos han transcurrido bajo el puente de la historia. La ciudad ha crecido notablemente y a su alrededor se han adosado otras poblaciones. Como consecuencia de su densidad poblacional y de sus escasas posibilidades de expandir sus fronteras, ha comenzado a mostrar problemas urbanísticos, muchos de los cuales no han sido resueltos. Con mucha frecuencia, los tucumanos se quejan del tránsito caótico, de la falta de respeto por las prioridades de los peatones. La incultura vial es alarmante (las motos se estacionan en las veredas o circulan por ellas, no se respetan los semáforos, es cada vez más tedioso circular por el microcentro, especialmente, en las horas pico, etcétera); el estado de muchas veredas es lamentable, las pérdidas de agua son numerosas, las peatonales carecen prácticamente de sombra. En contrapartida, se ha avanzado en la renovación de algunos paseos públicos (por ejemplo, la construcción del Paseo de la Independencia ha sido un acierto -podría mejorarse sensiblemente-), se han pavimentado centenares de calles; sin embargo, los espacios verdes se han vuelto insuficientes ante el avance del hormigón y del asfalto.

En 2005, hubo una gran posibilidad de planificar los cambios necesarios para un crecimiento urbano más armónico. El Plan Estratégico Urbano Territorial, elaborado por urbanistas, funcionarios y vecinos, aprobado en 2005, no fue aplicado en su totalidad, sino en forma parcial, razón por la cual no se registraron cambios de fondo y en consecuencia los viejos problemas se han agrandado.

En julio de 2006 el experto catalán Toni Puig Picart, uno de los responsables de la transformación de Barcelona, que disertó en nuestra ciudad, preguntó: “¿cuál es el proyecto de futuro de Tucumán? ¿Qué quieren ser ustedes dentro de cinco años? ¿Quieren estar entre las cinco ciudades más importantes de Argentina? ¿Sí o no? Me han dicho que en esta provincia hay 60.000 estudiantes, cinco universidades. A lo mejor, Tucumán tiene que ser la ciudad de la inteligencia, del conocimiento”.

Da la impresión de que cuesta mucho salir de la coyuntura para animarse a soñar y a proyectar en grande, pese a que contamos con destacados urbanistas. Para ello se debe debatir acerca de la ciudad que queremos y tomar las decisiones necesarias para comenzar a caminar de cara al futuro.

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