Nervios y pasión en una competencia de robots hechos por chicos

Nervios y pasión en una competencia de robots hechos por chicos

Profesores, alumnos y padres le quitaron horas al sueño para diseñar y fabricar prototipos. Jornada en el club Floresta.

-DUELO TECNOLÓGICO. Dos jóvenes de distintos colegios se enfrentan con sus robot “sumo” en una  pista circular, en el club Floresta.- LA GACETA / FOTOS DE JORGE OLMOS SGROSSO.- -DUELO TECNOLÓGICO. Dos jóvenes de distintos colegios se enfrentan con sus robot “sumo” en una pista circular, en el club Floresta.- LA GACETA / FOTOS DE JORGE OLMOS SGROSSO.-
01 Septiembre 2016

Encuentro nacional
• Tucumán será sede del primer encuentro nacional de robótica para escuelas estatales y privadas.

Casi no había dormido de la emoción. Los nervios, el insomnio, toda la adrenalina acumulada en dos meses de trabajo que le llevó la fabricación de su robot Centinela lo consumieron. Pero al fin estaba allí, a un costado de la pista circular, controlando a su “criatura”, para que terminara de derribar a su contrincante. Un empujón más y el otro robot empezaría a tocar con la rueda trasera el límite reglamentario. ¡Afuera! Un solo griterío a sus espaldas coronó el triunfo de Matías Moreira, de 16 años, alumno de 6° grado del Instituto Anacleto Tobar.

Nervios, pasión y alegría es el clima que se vive en la mañana del miércoles en la II Jornada Provincial de Robótica que se desarrolla en el Club Floresta. Como el año anterior, el Instituto Técnico Anacleto Tobar vuelve a ser organizador del encuentro que cuenta con apoyo del Ministerio de Educación, con la participación de varias instituciones educativas. Este año se inscribieron 40 equipos de las escuelas Técnicas 1 y 2, los institutos Belgrano de Banda del Río Salí, San Vicente de Paul, ITEP, Lorenzo Massa y Liceo Militar. Además de las escuelas primarias Ciudadela, Lizondo Borda y 9 de Julio. La UNT y la UTN también estuvieron representadas en la categoría mayores. Unos 1.000 participaron ayer de la jornada.

Los alumnos más chicos se sacaban selfies con los robots de los mayores. “¡Miren esto! ¡Qué máquina!” se escuchaba decir a los pequeños y de inmediato rodeaban el robot de los más grandes, y ametrallaban con preguntas.

El entusiasmo general era visible y hasta el propio ministro de Educación, Juan Pablo Lichtmajer, se “enganchó” en el fragor de las luchas entre robots “sumo” y robot velocistas (corren carrera). Tantos nervios se explicaban: competían seis equipos que habían ganado en la preselección; y el ganador viajará a las competencias de Paraná y Bahía Blanca, explicó la rectora del instituto Tobar, Lidia Morán.

“La parte más difícil para mí fue la mecánica, porque nosotros en el instituto Tobar sólo tenemos la parte eléctrica. Pero por suerte me ayudó el profesor de electromecánica Fabián Juárez. Él se quedaba hasta tarde trabajando en el proyecto, e incluso seguía armando el modelo en su casa”, contó Matías con agradecimiento.

Y también hubo una “caricia” para su papá, que es mecánico, y que desde que Fabián tiene seis años lo alienta en la fabricación de objetos tecnológicos. Su robot está hecho con aluminio y plástico, y tiene una tapa de acrílico. La potencia la dan dos motores que están conectados a seis sensores que permiten detectar al contrincante.

Nicolás Pérez, de la escuela Técnica N°2, está un poco cabizbajo. Tenía la expectativa de volver a salir campeón, como el año pasado, cuando viajó a la final de Paraná y salió cuarto a nivel nacional. “Este es mi tercer robot. Se llama ‘El veloz de la 2 3.0’”, mientras muestra su creación que se asemeja un poco a un auto de carreras, aunque tiene dos ruedas.

“Este robot tiene un cerebro que es un microcontrolador y sensores infrarrojos para detectar las líneas blancas y negras”, explica. Dice que la versión anterior, con la que ganó, era muy parecida, pero que esta es más potente que la anterior.

“Para trabajar en esto me ayudaron mi padre, que es ingeniero en sistema de la UTN, y la gente del grupo de robótica del instituto Anacleto Tobar. En mis tiempos libres me iba al instituto y armaba allí el robot”, dice.

Desde muy chico, Nicolás experimentó con los objetos electrónicos. “Lo primera que hice algo por el estilo fue cuando tenía 10 años. Junto con mi papá hicimos un juego que se llamaba El Cerebro, era de preguntas y respuestas y cuando acertabas se prendía una luz”, recuerda nostálgico.


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