La curiosidad como motor de un viaje

Al borde de sus 70 años, Alberto Manguel acaba de publicar Una historia natural de la curiosidad, un libro hermoso en el que recorre lecturas que lo marcaron y describe ideas y vivencias personales. Ese viaje de más de 500 páginas lo hace con un compañero: Dante Alighieri. Lo que le dejó la Divina comedia funciona como columna vertebral para hablar de la curiosidad y recorrer a la vez la historia de los hombres y sus maneras de expresarse.

“Tengo curiosidad sobre la curiosidad” escribe en el Prefacio, donde también se lee que “como todos los inquisidores saben, las afirmaciones tienden a aislar; las preguntas unen. La curiosidad es un medio para declarar nuestra pertenencia al género humano”.

Sorprende que alguien con su historia de lecturas y una biblioteca de casi 40.000 libros cuente que llegó a la Divina comedia poco antes de cumplir los 60 años. “Es que resulta imposible leer todos los libros”, le dice a LA GACETA. Sin embargo, su respuesta también está en Una historia…, cuando escribe que “una de las experiencias compartidas por la mayoría de los lectores es el descubrimiento, tarde o temprano, de un libro que permite como ningún otro una exploración de uno mismo y del mundo, que parece ser inagotable y que, al mismo tiempo, enfoca la mente en los detalles más minúsculos, de una manera íntima y singular”. En su caso, además de la Divina comedia algunos de esos libros fueron los Ensayos, de Montaigne; Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll); Ficciones (Borges); o La montaña mágica (Thomas Mann).

Pensamiento y lenguaje

Manguel inicia cada capítulo con el recuerdo de alguna experiencia personal que hacen que este trabajo sea, más que de memorias, una suerte de diálogo con sus lectores. De ahí la calidez que se siente al leerlo. En esas confesiones íntimas, rememora desde sus vivencias cuando en el país asumió la dictadura militar en los 70 hasta su experiencia -detallada- de su accidente cerebrovascular, poco antes de la Navidad de 2013. “Una prueba que me hice a mí mismo tuvo que ver con las palabras. Comprendí que no había perdido la capacidad de recordarlas cuando recité para mis adentros fragmentos literarios que conocía de memoria. El problema estaba en que no podía expresarlos. Cuando lo intentaba, tartamudeaba. Me preguntaba acerca de la relación que existe entre el pensamiento y el lenguaje. ¿Qué pasa con aquellos pensamientos que no se pueden expresar en palabras? Al no poder expresarme hablando, en ese momento me sentía como tanteando en la oscuridad aquellas palabras que formarían las frases que expresarían mis pensamientos”, le dijo a este diario durante la charla que se realizó en Buenos Aires.

Una historia de la curiosidad es una manera de pensar la historia y de pensarse a uno mismo; en tanto lector, en tanto ser humano.

(c) LA GACETA
ALEJANDRO DUCHINI